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Revista Ideele N°310. Julio – Agosto 2023De un tiempo a esta parte los peruanos nos ponernos en situaciones límite. Como dijo Vargas Llosa antes de una segunda vuelta electoral tenemos que elegir entre el cáncer y el sida una vez más. En estos días la situación es similar, aunque no medie una elección presidencial, ya que hay que escoger entre mantener a este gobierno hasta el 2026 o convocar a elecciones a la brevedad. Bueno, es un decir, porque en realidad no es una decisión que esté en nuestras manos.
Tenemos a una presidenta que ha hecho un pacto de no agresión con el Congreso para que ambos puedan mantenerse hasta el 2026, pero en el que el segundo se ha dedicado a aprobar leyes declarativas y otras absurdas y lesivas al estado, la institucionalidad y la economía, solo favorables para sus mezquinos intereses sin que el ejecutivo se oponga, salvo alguna excepción. Están concentrados en copar las instituciones –como ocurrió durante el gobierno de Fujimori– porque los congresistas consideran que pueden hacer lo que les parezca, incluyendo negocios de la más baja estofa, violentando la separación de poderes en busca de una especie de dictadura, sin que la ciudadanía (sus electores) estemos de acuerdo, porque sin sustento consideran que una vez que fueron elegidos pueden hacer lo que les venga en gana.
Así el panorama hasta el 2026 es desolador, porque nos quedan pocas dudas de que seguirán destrozando el país, en especial, sus pocos bastiones institucionales. De forma increíble hay quienes esperan que los actuales congresistas de milagro se transformen y vayan a emprender las grandes reformas que el Perú necesita confiando que tal cosa se producirá de un momento a otro por iniciativa propia o por recomendaciones periodísticas, cuando la experiencia muestra que sólo las movilizaciones populares han conseguido que legislen en contra de los mezquinos intereses de nuestra clase política, si se les puede dar ese nombre.
El problema es que la otra alternativa tampoco es buena, ya que, si en efecto logramos que se convoque a elecciones, cualquier cosa puede pasar, ya que los congresistas no parecen tener ninguna intención de hacer las mencionadas reformas políticas de las que la única que les interesa es la bicameralidad porque les daría la opción de volver a postular, ya que con la unicameralidad no pueden hacerlo dada la prohibición de reelección vigente.
Sin embargo, la élite empresarial apoya la idea de mantener esta pseudo tranquilidad contemplando impasibles que un grupo de corruptos destroce el país, para vengarse de los caviares, quienes con reiteración se les opusieron e impidieron que el fujimorismo regresara al poder. Es lamentable, pero una vez más tengo que decir que nuestras élites económicas además de ser ignorantes (no leen) –o quizá por eso– son miopes: no miran más allá de sus balances de fin de año. Cuando se les hablas de la necesidad de construir un país con instituciones, además de decirte caviar te responden que la solución está en el crecimiento económico que en esencia significa más dinero para sus bolsillos. En su miope economicismo no se cansan de repetir que la receta es más inversión y crecimiento para que haya más empleo y mejores ingresos creyendo que estos caramelos bastarán para granjearles las simpatías populares.
Como en algún momento comentó Levitsky respecto de Keiko y Humala, creo que podemos decir que mientras tenemos pruebas de que el gobierno actual está destruyendo al país, sospechamos que unas elecciones en las actuales circunstancias pueden tener resultados nefastos. Entonces parece ser una mejor opción escoger la segunda alternativa, pero el problema es cómo lo logramos. No parece haber otro camino que la protesta. Los medios, por lo menos algunos, están haciendo un trabajo de fiscalización que permite que aflore la corrupción y el desaguisado que también pueden obligar a la renuncia de Boluarte y la convocatoria a elecciones, aunque es posible que los congresistas –con la ceguera que los caracteriza– pretendieran a llamar sólo a elecciones presidenciales para que ellos puedan permanecer hasta el 2026. Como esta última es una opción riesgosa, ya que podría resultar en protestas masivas e incontrolables, por ahora la están evitando.
¿Es posible que este gobierno trabaje en un plan de gobierno, lo exponga públicamente y trabaje en su consecución? Creo que sí, pero es altamente improbable. Por desgracia, no advierten que esa sería una forma de crearse legitimidad, algo de lo que a estas alturas a todas luces carecen como lo demuestran las encuestas.
La marcha del próximo 19, denominada ‘la toma de Lima’, difícilmente tendrá algún impacto inmediato, pero podría ser el reinicio de las protestas populares que resulten en el llamado a elecciones. Sin embargo, los pedidos son muy disímiles entre los marchantes y hay contradicciones, ilegalidades e incluso solicitudes inconstitucionales que son imposibles de llevarse a cabo, porque lesionarían severamente nuestra institucionalidad.
Es deplorable, pero la mayor parte de nuestra izquierda es infantilista y sigue defendiendo las dictaduras de Venezuela, Nicaragua y Cuba cuando tendría que haber evolucionado hacia la socialdemocracia y tener como modelo los exitosos ejemplos de los países escandinavos. Sin duda, la existencia de esta izquierda anquilosada tiene la relación hegeliana ‘del amo y del esclavo’ con nuestra derecha encaprichada en su racismo y en mantener sus privilegios poniendo a riesgo la gallina de los huevos de oro que es el país en que vivimos.
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