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Revista Ideele N°311.Desde que Castillo asumió como presidente empezaron a oírse reclamos de un golpe militar desde los sectores más conservadores, pero en los últimos tiempos he empezado a notar que la tentación alcanza a personas a las que yo siempre había considerado razonables. ¿Cuál es el motivo? Me temo que, a la sensación de no encontrar salida a nuestra actual situación, a que después de buscar alternativas, éstas parecieran no existir.
Lamentable, pero cierto es que en términos inmediatos no parece haber opciones o formas de solucionar nuestros problemas y como comenté en mi artículo anterior nuestras opciones se circunscriben al cáncer o el sida, mantener al actual gobierno hasta el 2026 o que se llame a elecciones para que volvamos a vivir en la incertidumbre de los últimos procesos. La verdad es que muchos tienen la sensación de estar viviendo la situación más complicada de nuestra historia, pero yo creo que han olvidado lo que pasamos a finales de los ochenta cuando con Sendero y la hiperinflación el Perú parecía ser inviable. No obstante, hay quienes hoy día insisten en este diagnóstico dado el panorama político y económico que nos rodea.
No ver la luz al otro lado del túnel no tendría que llevarnos al extremo pesimismo de algunos y debería invitarnos más bien a revisar la historia y otras latitudes que nos permiten comprobar que ha habido países que han logrado salir adelante a pesar de haber vivido circunstancias iguales o peores a la nuestra. La mayoría de países europeos en los siglos XVIII y XIX son una muestra evidente. También la India y la China e incluso los países del medio Oriente y del África.
Lo que en realidad pasa es que muchas personas quieren solucionar los problemas de los países como remedian los problemas de las personas y eso con mucha frecuencia es imposible. Los procesos de los estados son mucho más largos y complejos con avances y retrocesos que resultan imposibles o son muy difíciles de leer desde el presente y nuestro maestro en estos casos tiene que ser la historia. No solo la peruana, sino la universal.
De otro lado, conviene recordar los riesgos y peligros que implican los sistemas autoritarios. Aparte de los abusos y violaciones de los derechos humanos también comportan altos índices de corrupción. A estas alturas sabemos sin margen a dudas que el poder corrompe y más el casi ilimitado que implica los autoritarismos. La tentación es muy grande y si no hay oposición haciendo control como lo permiten los imperfectos sistemas democráticos, se termina pecando y luego se trata de tapar las faltas y eso determina que los autoritarismos siempre pretendan perpetuarse.
Algunos creen que lo que necesitamos es un golpe militar que ordene la casa, sea breve y convoque a las mentes más lúcidas de la república. Me temo que esa propuesta no pasa de ser un hermoso deseo que sólo en teoría podría materializarse, pero que, aterrizado en la práctica, como lo ha probado la historia muchas veces, terminaría en que el grupo enquistado en el poder y los beneficiarios pretendan quedarse muchos años.
Entonces, ¿qué hacer? Considero que seguir dando batalla dentro de nuestra miserable democracia que no estoy seguro de que merezca ese nombre. Hay que continuar protestando y fiscalizando y las soluciones o la luz al otro lado del túnel irán apareciendo poco a poco. Sin duda la mejor receta es el ejemplo personal, pero me temo que no es suficiente. Hay que tratar de que las cosas ocurran y hacer lo posible porque así sea. Es necesario resistir a los atropellos e iniquidades y denunciarlos cuando los conozcamos como viene ocurriendo con este Congreso que no termina de destrozar instituciones y dictar leyes absurdas. Parece que todo se viene abajo, pero estén seguros de que si seguimos dando la batalla al final lograremos encontrar el camino a un Perú mejor. Es un sendero largo y que muchas veces implica pensar en las generaciones futuras, pero es el único irreversible.
Algunas cosas que podríamos hacer son:
- Promover una cultura de la verdad y la solidaridad pensando no sólo en nosotros sino en toda la colectividad. Lo que es bueno para todos es también bueno para nosotros.
- Buscar puntos de consenso
- No temer a dialogar sobre todos los temas con personas de ideas políticas diferentes
- Insistir en que la polarización no nos llevará ninguna parte.
- No sentirnos dueños de la verdad aceptando que los que opinan diferente podrían tener razón.
- No descalificar a nadie, aunque sus ideas sean diferentes a las nuestras.
- No atacar a las personas sino a las ideas no incurriendo en la falacia ad homine.
- Dejar de adjetivar e insultar a los adversarios. Ni fachos, ni rojos, ni caviares.
- Superar nuestro racismo que como sabemos carece de sustento científico.
- No solo tolerar, sino respetar las opiniones ajenas.
- No solo evitar involucrarse en hechos de corrupción, sino denunciarlos públicamente, promoviendo que los gremios expulsen a quienes se sabe los practican.
El daño que un gobierno autoritario le haría a nuestras ya frágiles instituciones tomaría demasiado en recuperarse. Todavía estamos pagando la destrucción de nuestras instituciones realizada en la década del noventa en la que también se hicieron cosas buenas, pero en la que al final es aplicable eso de que ‘borró con el codo lo que escribió con la mano’. Los sistemas autoritarios dejan heridas que toman muchos años cicatrizar. Contemplar lo que pasa en España y más cercanamente en Chile debería ser aleccionador.
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