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Revista Ideele N°311Harto de la política y los delincuentes que nos gobiernan, me refugio, como siempre, en la poesía. Por motivos más bien azarosos, transcribo las entrevistas que le hice a Raquel Jodorowsky en su departamento en Lince, hace ya doce años. Me paso el fin de semana trabajando, escuchando a mi yo de aquel entonces asediar con preguntas los recuerdos de una poeta octogenaria, consiguiendo testimonios de primera mano de sus viajes por todo el mundo, de su amistad con escritores y artistas. Incluso de la compleja relación con su hermano Alejandro, famoso cineasta, escritor y dramaturgo devenido en chamán metafísico, coach ontológico y tarotista de café.
También, por estos días, ojeo el poemario que me regaló una amiga, la misma que se fue del país y tuvo que deshacerse de toda su biblioteca. Supongo que no le tenía fe al poemario, porque vino de obsequio entre otros libros que dejó a precio de ganga o creyó que tal vez tendría mejor vida en mi repisa. El ejemplar es pequeño y delgado, típico libro de poesía de los años 70, páginas amarillentas por los años, enigmática ilustración en la portada, tipografía moderna para el título: Cita en la puerta del zoo, de Rafael Drinot. De los veinte o treinta libros que me traje de su biblioteca la última vez, este fue el primero que llamó mi atención y que leí con avidez.
Dediqué largos minutos a una intensa búsqueda en internet, creyendo haber escuchado ese título y ese nombre alguna vez. Google, oráculo de Delfos del siglo XXI, afirmaba no tener mayor información sobre Drinot, aunque el libro figura en Google Books, cortesía de alguna universidad gringa. Recurrí entonces a amigos y conocidos que pudieran tener una pista. La mala costumbre que tengo de obsesionarme con la biografía de los poetas. José Carlos Yrigoyen me brindó algunas luces. Rafael Drinot habría pertenecido a un grupo de poetas de la Agraria y su libro, de clara influencia “cisneriana”, circuló bastante bien, pero no mereció ni una mención en la prensa. En 1981 obtuvo en el Copé de cuento una mención honrosa. Después de eso, no habría vuelto a publicar.
Pensé entonces en la novela de Roberto Bolaño, donde un renombrado crítico francés lleva al protagonista, Benno von Archimboldi, a una “casa de escritores desaparecidos”, lugar donde recalan autores perdidos. Tras explorar y salir de la casa, el escritor alemán de pasado nazi, que firma como Archimboldi y sobre quien gira el tronco de esa enorme novela que es 2666, descubre que realmente se trata de una casa de reposo al que su amigo quiere ingresarlo. Continúo pensando en esto durante el fin de semana, mientras escucho las conversaciones que tuve con Raquel. De cierta forma, la anciana poeta era también una escritora desaparecida: olvidada por el establishment literario, encerrada en su departamento con todos sus libros y sus recuerdos.
En Cita en la puerta del zoo, los poemas de Rafael Drinot fluctúan entre la melancolía juvenil y el desencanto de la vida adulta. Constituyen una serie de imágenes de La Punta, del Parque Universitario, edificios altos que se difuminan en la niebla limeña, el hallazgo de un amor perdido, la opción del arte frente a la necesidad de conseguir un trabajo. “De aquí hacia afuera es adentro”, poema con el que cierra el volumen, explora una idea interesante: “zoológico zoológico zoológico / pasadas las murallas he aquí que acabó el zoológico / y ha de empezar el zoológico…”. Los animales se transmutan en moradores de la ciudad letrada. Los poetas perdidos, autores de libros desconocidos, pernoctan en sus jaulas. En este largo fin de semana, mientras transcribo las entrevistas, imagino todo el tiempo a Raquel en la puerta del zoológico. Esperando entrar.

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