Que el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski haya decidido declarar al 2018 como el año del diálogo y la reconciliación nacional puede interpretarse de una sola manera: con ello está autoproclamándose como el punto culminante de un largo proceso que se inició con la ruptura del justo orden institucional existente por parte de Sendero Luminoso, que continuó con los esfuerzos –con algunos “excesos y errores”– de Fujimori por reestablecer dicho orden, que pasó por un escarmiento en la forma de algunos años de cárcel para este y que ahora, finalmente, termina con el indulto y el perdón al salvador por los excesos y errores, así como con el tácito reconocimiento de su papel incuestionable en la pacificación nacional.