A estas alturas de la pandemia, la crítica al uso de pruebas rápidas como estrategia
para detectar casos de COVID-19 ya ha dejado de interpretarse como una postura
política y se ha convertido en un juicio general apoyado con evidencia científica.
Y es que entre los motivos que explican por qué el Perú terminó liderando el ranking
de los países con mayores tasas de mortalidad por la pandemia, a pesar de las duras
medidas de confinamiento que adoptó el gobierno apenas se desató la enfermedad en
el territorio, encontramos factores estructurales -como la precariedad del sistema
de salud y la informalidad-, pero también, esta otra variable de índole más caprichosa
y, por tanto, eludible, que las autoridades se han empeñado en mantener usando
argumentos que han cambiado con el tiempo.