Hay muchas películas que cuentan historias de complots universales en los que algunos avaros millonarios esconden, por ejemplo, la cura a una terrible enfermedad para no perder las ventas inmensas de las medicinas paliativas que ellos mismos producen. A veces, esas películas son inspiradas, lamentablemente, en hechos de la vida real. De cuando en cuando yo me pregunto si nuestra capital no es escenario de uno de esos complots o quizá seamos parte de una broma o somos los conejillos de indias en un experimento social para ver cómo sobrevivimos en una ciudad que parece que nadie quiere resolver.