Roberto (cuento)
Me esperó con un vestido negro, ceñido, ligero, y con el pelo húmedo como si acabara de salir de la ducha. Crucé el umbral de la puerta sin detenerme y dejé mi maletín sobre una de las sillas de sala. Se acercó por detrás y me ayudó a sacarme el saco que había llevado puesto todo el día.