El debate sobre cómo abordar género y terrorismo en el currículo escolar es una de esas manifestaciones de la tensión entre las corrientes progresistas de pensamiento educativo, vinculadas a la innovación, y las conservadoras, que idealizan dogmáticamente el pasado y que por ahora resultan ganadoras. Por más que sobren evidencias de que los herederos de tal educación han creado una sociedad que tiene la forma de una espiral descendiente para el progreso y bienestar colectivo, los gobiernos se han estado aferrando al único indicador positivo de una sociedad moderna, el de la estabilidad macroeconómica (aunque manteniendo las brechas de inequidad), a falta de la visión y el coraje necesario para hacer las reformas que la sociedad peruana necesita, incluyendo especialmente la educativa.