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Durkheim, el suicidio y Alan García

Imagen: hoyaragon.es

El francés Émile Durkheim (Alsacia 1858-París 1917) es considerado uno de los padres de la sociología moderna. Sus extraordinarios aportes para el mundo de las ciencias sociales continúan vigentes y son de suma utilidad para ayudarnos a interpretar, teóricamente y con rigurosidad, sucesos políticos contemporáneos que han sacudido la agenda pública nacional.

Es importante señalar que Durkheim no estaba especialmente interesado en estudiar los suicidios en sí, sino utilizarlos como una herramienta analítica de dos dimensiones: la primera en mostrar formas de cohesión social; y la segunda, identificar una tipología de malestar que caracterizaba a la sociedad moderna de aquel tiempo. El Suicidio, sostiene la tesis que el estado de transición social que caracteriza al proceso de modernización produce malestar (Bericat Alastuey, 2001).

Ciertamente, este sociólogo alsaciano logra identificar la existencia de correlaciones entre el suicidio y la situación social; en otras palabras, describe los elementos o factores sociales que hacen que un individuo se suicide. Para Durkheim, la acción suicida se da bajo ciertas características de la sociedad, sin perjuicio de que el individuo pueda ser responsable de la acción que emprende (Neira, 2018).

En la parte introductoria de su obra Le Suicide, Durkheim define a este fenómeno como: “todo caso de muerte que resulte directa o indirectamente de un acto positivo o negativo, realizado por la víctima misma, siendo que esta sabía que debía producir ese resultado”. Si bien esta definición aparenta estar alejada de cualquier sesgo idelógico y ser una decisión puramente individual, en el libro II de Le Suicide, el autor presenta una tipología social de los suicidas, donde destacan los suicidios egoístas, alutristas, anómicos y epicuros.

El suicidio egoísta se caracteriza principalmente por la descomposición del entorno social, religioso o afectivo en el que estas personas se desenvuelven. Para este investigador francés, la fortaleza de los lazos de integración y densidad social, familiar o religiosa alejan a los individios del suicidio. En palabras de Durkheim: “el suicidio varía en razón inversa del grado de intregración de la sociedad religiosa, doméstica, política”. La taxonomía de esta clasificación se afirma con una preferencia del yo individual sobre el yo social.

El segundo caso, el suicida altruista es la cara opuesta al suicida egoísta. De acuerdo con Durkheim, si bien el exceso de individualismo (o individuación) lleva al suicidio, la insuficiencia o la falta de individualismo también conducen al mismo desenlace trágico. El suicidio altruista, de acuerdo con este sociólogo, se da de manera muy frecuente en los pueblos primitivos, citando por ejemplo el suicidio de mujeres debido a la muerte del esposo, o también cuando los sirvientes se quitan la vida por la muerte de los jefes o amos.

La tercera tipología del suicida es la anómica. Este tipo de suicidios se produce en sociedades que se encuentran sacudidas y alteradas, generalmente por motivos dolorosos. Para Durkheim, en contextos excepcionales se da un alza brusca de suicidios pues la sociedad no puede ejercer acción moral para controlar las pasiones del individuo. Por ejemplo, durante la recesión económica del 2008, la tasa de suicidios aumentó once veces (VIII Congreso Internacional de Bioética en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Barcelona del año 2017).

Finalmente está el suicidio epicúreo donde el individuo busca solamente satisfacer sus necesidades y si esto no le es posible, su existencia pierde todo sentido. En esta categoría la melancolía se reemplaza por sangre fría especialmente en el último momento. Para Durkheim: “tiene por origen un sentimiento violento y no se desarrolla sin cierto despliegue de energía [...] Este carácter se encuentra incluso en los suicidios más simples del primitivo o del soldado que se mata ya sea porque una ligera ofensa ha empañado su honor, ya sea para probar su valentía” (Durkheim 1897:320).”

Sin embargo, es necesario subrayar que para Durkheim el suicida no se mata necesariamente porque sufra algún mal o padecimiento, o esté en una posición anómala respecto a su comunidad. Resulta clave entender que esa situación trágica no se da en un vacío, sino que hay un contexto social que es determinante, una correlación social. El extraordinario aporte de Durkheim a través del estudio del sucidio a las ciencias sociales, es que efectivamente existen correlaciones describibles e identificables entre un fenómeno aparentemente individual, es decir el suicidio, y la situación social.

Entonces, ante esta tipología clásica de Durkheim, ¿qué tipo de suicida es Alan García? Antes de responder a esta interrogante resulta fundamental desarrollar con mayor profundidad cuál es la correlación o contexto social en el cual se desenvolvía el expresidente.

Alberto Vergara, en un reciente análisis publicado en El Comercio (06/05/2019), señala que el entorno social en el que se desenvolvía García Pérez era el del orden del privilegio. Es decir, que la política era un fuero que le otorgaba un halo de intocable, de estar más allá del bien y del mal, ubicándose en una especie de olimpo donde las leyes no lo alcanzaban. Existe amplia evidencia de que García efectivamente era intocable. Escándalos como la matanza de los penales del Frontón, Lurigancho y Santa Bárbara de 1986, los sobornos del BBCI, la compraventa de los aviones Mirage, el tren eléctrico de Lima, la matanza de los campesinos de Cayara  en Ayacucho, los petroaudios, el Baguazo, los narcoindultos y un largo etcétera,  siempre eran archivados o prescribían.

El suicidio egoísta se caracteriza principalmente por la descomposición del entorno social, religioso o afectivo en el que estas personas se desenvuelven. 

Si bien es cierto que después de su desastroso primer gobierno volvió a ser electo en el 2006, ante el temor generalizado que representaba el chavismo venezolano, los casos de corrupción y violación de derechos humanos volvieron durante su segundo gobierno. Sin embargo, a diferencia de su primer mandato, el país había cambiado debido, principalmente, al crecimiento, aunque frágil, de las clases medias, mayores niveles de urbanización, estabilidad macroeconómica, mayor presencia de nuevas tecnologías por mencionar algunos factores. Las encuestas mostraban un repudio generalizado por él y por su privilegio. Las redes sociales fueron implacablables recordándole cada uno de sus presuntos actos de corrupción. Los resultados de la elección del 2016 fueron lapidarios, apenas 5 % del electorado votó por él. Al parecer los efectos hipnóticos de su oratoria ya no surtían efecto alguno. El orden político del privilegio que lo rodeaba se comenzaba a resquebrajar.

Es decir, volviendo a Vergara, que el avance en el proceso de construcción de una república donde la ley sea para todos, donde todos los ciudadanos puedan disfrutar de la libertad, bajo el principio de igualdad y no discriminación, era efectivamente la antípoda o némesis del entorno social y político en que se deselvolvía el expresidente Alan García. Y eso al parecer comenzaba a ser intolerable.

Otro elemento determinante fue que a diferencia de todos los casos previamente citados por los cuales fue investigado el expresidente, en el caso de Lava Jato, la información no podía ser controlada pues provenía de Brasil. Las declaraciones de Jorge Barata, primero, y la confesión de su presunto testaferro Miguel Atala, después, fueron el último eslabón de la desintegración del entorno del expresidente.

Por consiguiente, desde el punto de vista durkheimiano, el suicidio de Alan García puede clasificarse bajo la categoría de egoísta. Es decir, el expresidente no pudo soportar el derrumbe o descomposición del entorno social y político en el que se desenvolvía, es decir, el del privilegio. Al verse acorralado y ante una implosión inexorable, optó por quitarse la vida.

A manera de conclusión, las categorías analíticas presentadas por Émile Durkheim hace más de 122 años son una herramienta sumamente valiosa para poder interpretar, aún hoy, situaciones sociales y políticas de alta complejidad. De igual forma nos ayudan a entender por qué suceden las cosas que suceden y, especialmente, darle un sentido de rigurosidad metodológica y conceptual al estudio de un fenómeno político.

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