El “cine puño” de Parásitos

El “cine puño” de Parásitos

Ernesto de la Jara Abogado. Fundador y exdirector del Instituto de Defensa Legal. Actualmente se desenvuelve como abogado independiente, profesor en la PUCP y especialista en temas sobre el sistema de justicia
Ideele Revista Nº 290

La película es “un circo sin payasos y una tragedia sin villanos”  (Bong Joon-ho)


Advertencia: este artículo contiene spoiler.

 

Fui a ver “Parásitos” siguiendo el consejo de no saber nada de ella (lo que también sugiero), salvo que había recibido todos lo premios  del mundo, y  criticada por Trump. Algo comprensible debido a que – como bien le contestó la distribuidora de la película – “él no puede leer”.

 Si bien me encanta y he visto mucho “cine-puño”, expresión de Eisenstein (“no creo en el cine-ojo, creo en el cine-puño. Resquebrajar los cráneos con un cine-puño”), la película casi me noquea.

Me quedé rumiando durante varios días  la infiltración, treta a treta, de la familia Kim -con su excepcional padre Ki-taek-, económicamente caída hasta el subsuelo de la indignidad, en los espacios de la familia Park, rica, radiante y  cada vez más arriba. También se me quedaron los infiltrados primigenios, la primera ama de llaves y su esposo, que tan secundarios no son, porque son los que  permiten los giros más inesperados de la trama.

 Mientras la veía, me preguntaba, como muchos, quiénes eran en realidad los “parásitos”, llegando a la conclusión  que ha primado y que ha sido reconocida por  su propio director. Todos son parásitos. “Los sin nada” por tratar de sobrevivir engullendo lo ajeno, pero, también,  “los dueños de todo”, por no poder sobrevivir sin gente que les de de comer en la boca.  

 Quienes despotrican de la película  (no son muchos, pero los hay) suelen señalar que lo único nuevo que tiene es que se inscribe en el novedoso y engañoso  “buen cine comercial”, caracterizado por juntar los recursos de los diferentes géneros que siempre funcionan. Pero, ¿qué tiene de malo lograr una excelente película juntando recursos más o menos clásicos que funcionan? Me parece más bien una (re)invención que expresa talento, lucidez  y diálogo con el potencial público.

 No es así, replican algunos anti-Parásitos, porque si se compara cada género incorporado en  dicha película con precedentes que, de  esos mismos géneros, se nos han quedado en la retina, el film coreano llora; el suspenso de Hitchcock en psicosis es – suele ser uno de los ejemplos expuestos en esta línea - infinitamente superior al que pretende  Bong Joon-ho.

 Pero es que Parásitos  no se puede mirar fragmentadamente porque es, justamente, el ensamble magistral o la convivencia de muchos géneros uno de sus principales logros: entretenimiento, crítica, denuncia, esteticismo, comedia, drama, suspenso, humor negro o del absurdo  y hasta “coboyada” porque salen indios, flechas y pistolas.

 Y no se puede fragmentar porque los diversos géneros no se dan una manera comparmentalizada o sucesivamente, sino que se codean  en todas y cada una de las escenas, desde al comienzo y hasta el final.  Solo por poner dos ejemplos: cuando la familia Kim se ha apoderado de la casa de los Park, aprovechando que estos se han ido de campamento, el espectador se ríe, se sorprende, sufre y  sabe que puede pasar cualquier cosa. O, precisamente,  la escena final de la “coboyada”, donde lo más ridículo y hasta gracioso de la familia rica gatilla las iras más profundas de los del subsuelo.

 Como dice su propio director:  “Soy un sádico, lo siento, me gusta hacer que el público sufra mientras se divierte, que se rían a pesar de que saben que está mal hacerlo. Además, la vida real no es solo tragedia o solo comedia, sino una combinación”.

 Indudablemente acá está la razón por la que la película ha calado en diversos tipos de públicos, cultural, social o generacionalmente, lo que es otra de sus virtudes. Como ingeniosamente se dice en una crítica de NYT, es una película “que borra las distinciones cansadas entre las películas de arte y las películas de palomitas de maíz”.

 La “casa-sótano”  Kim y la “casa-cima” Parker no son solo espacios donde se mueven los protagonistas, sino que son, al mismo tiempo, dos personajes más (idea recurrente en varias críticas),  llenos de vericuetos propios de su identidad (mini espacios hacinados y coronados por un water versus   grandes espacios llenos de luz, pero inexplorados hasta por sus propios dueños).

 Al igual que los los cinco Kim y los cinco Park ( en cada caso padre, madre, hija e hijo), las casas donde habitan suben y bajan escaleras, esconden secretos, son cómplices, buenos y crueles y nos van revelando sus partes más íntimas y vulnerables. Esto es lo que hace que al comienzo te sofoque al  tomar conciencia que te moverás solo en dos recintos, pero que después sientas que es suficiente,  para qué más.

 Frecuentemente se habla de los giros inesperados de las películas, pero en esta no solo lo son, sino que el director los va sacando de un sobrero cual acto de magia. Sin ninguna racionalidad las dos familias que no tienen ninguna razón para siquiera cruzarse en algún espacio, terminan conviviendo en total dependencia.  Que el objeto olvidado por el ama de llaves- que  ya había salido de escena- fuera su propio esposo, quien vivía  escondido en el subsuelo desde hacia años para huir de las deudas, resultaba insospechable incluso en un ambiente en el que ya se sabía que cualquier cosa podía ocurrir.

 Los Kim durmiendo prácticamente debajo de la cama de los Park, escuchándolos tener sexo, hablar de ellos y hasta conversar de la adicción a la droga de la perfecta ama de casa, es una escena tan lograda como sacada de la manga. El desenlace a punto de ataques mortales desencadenados  y perpetrados no por los engañados sino por los intrusos como parte de un cumpleaños infantil improvisado resultó  absolutamente sorpresivo.

Pero más que “la lucha de clases” de pobres contra ricos y viceversa, es la lucha de todos contra todos. Los Kim  son pobres pese a ser trabajadores, empeñosos, educados  hábiles, etc., mientras que los Parker son ricos porque nacieron así, para bien o para mal de ellos, y por eso por momentos se percibe que ellos también se sienten  encerrados (insatisfechos) por su destino.

Estamos, sin duda, ante una película subversiva, dada la manera feroz en que muestra las abismales diferencias en cuanto a condiciones de vida entre los que viven en la cúspide  y los que subsisten en el subsuelo. Una desigualdad aplicable- como muchos han dicho- no solo a Corea del Sur  sino a casi todos los países, incluido el nuestro. Nada de lo que vemos es ajeno a nuestra realidad, y más bien podríamos haber inspirado escenas de injusticia muy parecidas y hasta mucho peores.

 El “recurseo” que es usado por los Kim para hacerse de los empleos en la casa de los Parker  ¡es tan de de nosotros! La pulcritud con la que lograron en la película la falsificación de documentos oficiales la sentí como un reconocimiento a todos los Azángaros del mundo, que silenciosamente contribuyen con la sobrevivencia  de los NN.

 Ahora, sería reducir las pretensiones de la  película si la vemos solo como un film  de denuncia social. “Parásitos es como la sangre amarga de la ira de la clase ", leí en una crítica. No me parece. Está claro que una de las pretensiones es demostrar que es falso que  “cuando llueve todos se mojan”, ya que para algunos, como el caso de los Kim, la lluvia  originará que su casa se llene de caca, mientras que para los Park, gracias a la lluvia tendrán un cielo despejado  que les permitirá una linda fiesta en el jardín .

 Pero más que “la lucha de clases” de pobres contra ricos y viceversa, es la lucha de todos contra todos, --incluida  la de uno mismo contra uno mismo-  por “sobrevivir” de la mejor manera en el papel asignado por la vida de manera unilateral. Los Kim  son pobres pese a ser trabajadores, empeñosos, educados  hábiles, etc., mientras que los Parker son ricos porque nacieron así, para bien o para mal de ellos, y por eso por momentos se percibe que ellos también se sienten  encerrados (insatisfechos) por su destino. La perturbación que siente de papá-Park cada vez que papá-Kim le pregunta si  ama a su esposa es una de las tantas señales en esa dirección.

 La solidaridad entre pobres también deja mucho que desear en la película. La guerra entre los Kim y sus predecesores termina en un despedazamiento mutuo.

 Leí en una crítica que “la película se desarrolla sin condenar a sus protagonistas, pero tampoco justificarlos”. Yo me quedé con una sensación al revés: condena y justifica a todos sus personajes. Pésimo que la dueña de la casa bote de un día para otro a su ama de llaves, cuando cree que tiene tuberculosis, pese a su estatus de “afamiliada”, pero como que no le quedaba otra, si no quería arriesgar a los suyos. Como igualmente  estuvo muy mal que la hija de la familia Kim inventara esa tuberculosis para que el despido favoreciera la contratación de su madre, pero lo cierto es que estaba en una situación de “sálvese quien pueda”.  

Una de las más fuertes críticas contra la película, la acusa de ser inverosímil en todo: los ricos nos contratan a sus empleados por recomendaciones  de  otros empleados, sino por las de otros ricos; los Kim son pobres y venidos a menos pero en un dos por tres pueden convertirse en empleados modelos con habilidades adquiridas nadie sabe cómo .

 Es cierto. Sin embargo, todo lo que es inverosímil se convierte en verosímil, si se ve a los personajes como seres humanos obligados, precisamente, a actuar  de la mejor manera el papel  que les ha tocado,  con el temor de perder lo que tienen,  o  lo que no tienen, y ahí sí quedarse en un vacío total, sin un objetivo en la vida.  

 Me parece que a eso se refiere el director cuando caracterizó a su película como “un circo sin payasos y una tragedia sin villanos”.

 No se puede dejar de destacar el uso de detalles como hitos fundamentales en la trama de la película. Lo virtual, por ejemplo: tener wi fi es tan importante como comer; un solo mensaje viral y la familia Kim ahora si descendía hasta el infierno ( aunque en tono nostálgico convive con el luminoso código morse) O la piedra de erudito (Gongshi), que sí les trae mejoras pero, finalmente,  más desgracias.

 Pero el principal detalle-hito  es “el olor a pobre”. Es lo único que los Kim no pueden hacer desparecer, y por lo  único que casi son descubiertos, primero por el hijo y después por el padre de los Park. Un olor que perturba hasta a la buena y acogedora familia Park , al punto de no poder esconder su desagrado ni siquiera con muertes de por medio, lo que hace que el padre se tape la nariz en el momento más inapropiado.

 Y ese solo gesto es lo que hace que el padre Kim, obligado a disfrazarse ridículamente de indio (justo al día siguiente de haber pasado la noche, él y su familia, en un coliseo, con muchos otros damnificados por la lluvia),  se de cuenta que han sido  los ricos Park los que se “pasaron de la raya”,  mientras ellos  la respetaron, comiéndose todo tipo de sapos e indignidades.

 ¿Y el final sobre la compra futura de la mansión por el “hijo sobreviviente y herido” de los Kim ? He leído opiniones que dicen que tanta ternura y fantasía le  arrebata el broche de oro a la película, pero también otras que simplemente se preguntan por qué no, si Bong Joon-ho ya se había ganado el derecho de terminar como le diera la gana por haber abierto infinitas posibilidades. O, como me dijo un señor que en Lima se dedica a vender buenas películas: optó por un final para todos los gustos, ya que cada uno le puede dar su propia interpretación, fungiendo de director: la última travesura de  Bong Joon-ho para que no seamos parásitos.

 

 

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