La educación

La educación

Ideele Revista Nº 279

Foto: Pólemos.

Hace algún tiempo con un grupo de personas tratábamos de responder a la pregunta: ¿La educación debe enfocarse en satisfacer la demanda empresarial o en la realización de la persona? Muchos opinarán que la segunda opción es utópica, no nos lleva a ninguna parte y las personas necesitan conseguir trabajo y deben estudiar y formarse para conseguirlo. Es la visión pragmática que mira todo desde la perspectiva económica y olvida las otras dimensiones de la persona humana. Para ellos estudiar filosofía, literatura o antropología es una muestra de estupidez, entre otras razones porque su concepto de éxito en la vida está vinculado a hacer fortuna.

Sin embargo, podemos decir que el camino de estudiar una carrera solo porque las empresas requieren de ese tipo de profesionales o técnicos es la causa de muchas frustraciones y de una vida paupérrima, aunque se logren ciertos objetivos económicos. No hay nada peor que trabajar en lo que no nos gusta. Por el contrario, la mayor garantía de verdadero éxito (realización personal) es dedicar la vida a aquella actividad que nos agrada y nos hace felices. He conocido arqueólogos muy satisfechos de su camino a pesar de su pobre remuneración, por demás injusta y también a administradores de empresas o economistas profundamente frustrados y lamentando no haber seguido sus inclinaciones porque esperaban conseguir trabajo y ganar estudiando esas carreras.

El verdadero objetivo de la educación es ayudar a las personas a su realización como seres humanos. Se trata de darles las herramientas para que puedan dejar aflorar sus habilidades personales y aportar así al mundo lo mejor de ellas. Por eso es que es tan importante la formación en humanidades en los primeros años, dejando la especialización para los últimos. Así se consigue que cuando las personas escojan su camino tengan la mayor información posible que les reduzca el margen de error que siempre existe.

Lamentablemente, esto no es posible para la gran mayoría de la población que no tiene opción de estudiar y se ve obligada a trabajar desde muy temprano para sobrevivir. Esas personas están condenadas en la mayoría de los casos a una vida frustrada y sin alicientes que muchas veces mitigan trabajando para que sus hijos tengan las oportunidades que ellos no tuvieron. Esas son vidas que la humanidad desperdicia y no pueden recuperarse. Se hace entonces indispensable que nuestra sociedad ofrezca a todos una educación de calidad que tiene que estar sostenida por un sistema de salud que permita que hasta los más pobres accedan sin desventajas a su propia formación.

Con frecuencia nuestra juventud olvida que la carrera universitaria es solo un instrumento más en la formación de la persona y que son necesarios otros ingredientes para logros mayores. Pascal decía: “más vale saber un poco acerca de todo que mucho acerca de una cosa”, frase que no es otra cosa que la crítica de la especialización. Nuestro mundo va por el camino contrario y nuestra juventud tiende a ser un excelente profesional, olvidando que hay otros frutos de qué beber en la vida. Alguna vez me contaron de un excelente abogado que solo sabía de Derecho y solo había leído sobre su profesión. Me lo resumieron diciendo que había estudiado tanto que no conocía Barranco. Es necesario recordarles a estas personas que nunca se llegará a ser un excelente profesional sin un nivel cultural que lo apoye. Las personas que solo saben de su profesión suelen ser bastante aburridas y solo se las busca para consultarles sobre su tema.

Educar es formar, ayudar a cada persona a ser un mejor ser humano, lo que significa más evolucionado, que ha dejado atrás al animal que alguna vez fuimos. Erich Fromm decía que el día que el hombre fue expulsado del Paraíso fue cuando se convirtió en humano, dejando atrás la vida solo instintiva de los animales para asumir la libertad con todas sus consecuencias.

La historia nos muestra que los mejores seres humanos son aquellos que más han aportado a los demás, los que no han vivido solo para sí mismos y como proponía Mandela: han dejado este mundo un poquito mejor de cuando llegaron.

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