Marcel Gonnet: En Argentina hay un millón 200 mil votos trotskistas

Marcel Gonnet: En Argentina hay un millón 200 mil votos trotskistas

Patricia Wiesse Directora de la Revista Ideele
Gerardo Saravia Editor de la Revista Ideele
Ideele Revista Nº 255

El que hiciera una película sobre el trotskismo tenía que ser argentino porque ese es el único país en el que sobreviven esas especies en extinción. Sí y no: Marcel Gonnet nació en el año 1975 en Lima, pero al poco tiempo sus padres regresaron a Buenos Aires.

¿Por qué el trotskismo es tan popular en Argentina?
Tiene que ver con algunas figuras; particularmente Mateo Fossa que fue un obrero del sindicato de los zapatos que fue enviado a un congreso comunista a México pero ahí se hizo trotskista y fue a visitar a Trotsky. Cuando volvió a Argentina generó un grupo en torno a él. El hijo del presidente en los años 30 era trotskista, Liborio Justo que tenía el seudónimo de quebracho y fue el que le dio el nombre de guerra a Nahuel Moreno que es el que yo biografío. Entonces hubo un nacimiento paulatino a partir de los años 20 y 30. Y hubo algunos pensadores importantes que eran marxistas de un modo más general y veían los trotskistas con alguna simpatía.

En el Perú fueron siempre un pequeño grupo.
Aquí Mariátegui, por ejemplo, no vio en toda su magnitud el crimen estalinista y tenía dudas en relación a la Unión Soviética. El trotskismo murió en Colombia porque no se diferenció de la propuesta guevarista más violenta.

¿Cuál era su diferencia con el Ché Guevara?
Me parece que el Ché no conocía mucho de trotskismo y tenía relaciones con Rusia y China, por lo que no quería ningún acercamiento. Pero no seamos ingenuos, el Ché Guevara tenía relaciones con Hugo Blanco y con de la Puente y el grupo de Heraud. A mediados de los 60, Moreno se diferenció más claramente para armar movimientos de base urbanos, obreristas. Creó el PST argentino que fue un pequeño fenómeno de masas de la izquierda.

¿Y después viaja a otros países para seguir impulsando movimientos?
Nahuel Moreno y Posadas crearon corrientes internacionales nacidas en Argentina. Eso es delirante. Hay tres corrientes internacionales nacidas en Argentina. Una es ésta que yo estoy retratando.

¿Cuáles son?
El posadismo. Posadas es un dirigente de los años 30 y 40. La otra es la de Altamira que son tres hermanos. Uno de ellos es Luis Favre, el asesor de Humala, una persona extraña. Su hermano es uno de los más importantes dirigentes trotskistas argentinos.

Y él también era trotskista.
Era, ahora es militante del dinero. Se casó con la alcaldesa de Sao Paulo que era millonaria. Me hubiera encantado entrevistarlo: es como una eminencia gris de trotskismo.

¿Y siguen habiendo partidos trotskistas que se asumen como tales? Porque acá a los trotskistas solo les queda la nostalgia.
Acaba de haber una elección primaria en Argentina y entre todas las tres facciones trotskistas han sumado 1 millón 200 mil votos, lo cual no es nada despreciable.

¿Cómo te interesas por retratar aspectos de la vida política de Moreno?
Yo milité en un partido morenista a comienzos de los 90, cuando era muy joven. La aplicación del modelo neoliberal en Argentina trajo muchas huelgas,  movilizaciones y represión. Milité durante ocho años, al mismo tiempo que terminaba la secundaria y hacía mi carrera de periodismo en la universidad. Me formé militando al mismo tiempo.

¿Y ahora dónde te ubicas?
Hoy no sé. Tengo muchísimas críticas. La idea de partido que tenía Moreno es muy antigua que no creo que sirva para construir algo ahora. La película fue una forma de zanjar las cuentas con un pasado que reivindico. Hay muchas cosas que reivindicó que están en la película. La audacia de Moreno para formar grupos en todos lados, por ejemplo.

¿Tú eras morenista?
No puedo dejar de sentir simpatía por el morenismo. En términos clásicos, no porque no milito. Considero acertada su audacia, su relación con el peronismo que fue un movimiento popular del cual él no quería estar apartado. Hizo el “entrismo”: trató de formar dirigentes trotskistas dentro del peronismo.

Se contactó con Hugo Blanco.
Sí, fue una aventura indigenista. Nunca había sucedido en el mundo que un grupo campesino, y mucho menos indígena, tuviera influencia trotskista. Eso es absolutamente inédito.

Me parece que el Ché no conocía mucho de trotskismo, y tenía relaciones con Rusia y China por lo cual no quería ningún acercamiento. Pero no seamos ingenuos, el Ché Guevara tenía relaciones con Hugo Blanco y con de la Puente y al grupo de Heraud.

¿Cómo influyó Moreno en Blanco?
Fue uno de sus maestros. Cuando Hugo Blanco fue a estudiar en los años 50 a La Plata, él vio la caída de Perón, participó en la resistencia dentro del peronismo en los primeros años, y luego viene aquí y comienza a trabajar en sindicatos. En los años 60, vino de visita el entonces presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, y él estuvo en la manifestación en su contra, y para escapar de la represión se fue al Cusco. Ahí conoció a algunos dirigentes campesinos y se “campesinó”. Pero él había sido formado en las fábricas de La Plata, haciendo huelgas y repartiendo periódicos. Tuvo una formación clásica.

¿La rama de Blanco era el trotskismo bárbaro?
Sí, hasta los años 60.

Moreno tuvo que ver con las expropiaciones de bancos en Lima.
Eso se ve en la película. Él era un dirigente internacional que vino y no quería involucrarse directamente, pero sí estuvo en la preparación de los que participaron. El objetivo de las expropiaciones era tener dinero para apoyar a Hugo Blanco en el Cusco. Fue detenido pero logró a escapar. He utilizado algunas imágenes de la película Abisa a los compañeros de la que me hablaron algunos compañeros peruanos que viven en Argentina. Entonces viene a Lima y conseguí un DVD de mala calidad.

Quizás su aporte fue la audacia; no ese dogmatismo ligado al obrerismo. Estaba abierto a diversas corrientes.
Nunca dejó de ser obrerista, pero después cuando el guevarismo empieza a fracasar el cambia, porque hasta ese momento había coqueteado con la guerrilla y los movimientos armados. A partir de 1968 hace un giro democrático y comienza a formar partidos que peleen en las elecciones, lo cual era abyecto para cualquier partido trotskista en ese momento y lo acusaron de reformista. Hoy todos se presentan a las elecciones.

En 1980 Hugo Blanco rompe el ARI, el frente de izquierda con mayor arraigo que ha existido, por directiva de la Cuarta Internacional. Desde ahí quedó medio estigmatizado.
Fue una oportunidad perdida. Después de la Constituyente, Moreno ya estaba medio peleado con Blanco y llegó Favre por primera vez al Perú, en representación de las facciones francesas.

Tú muestras de manera irreverente a los trotskistas. Presentas un árbol genealógico imposible de decodificar. ¿Por qué se dividen tanto?
Me hubiera gustado profundizar en eso, pero solo pude jugar con la idea. Me parece que el trotskismo tal vez sea la vertiente marxista románticamente más racionalista que lleva las discusiones hasta el final y le cuesta hacer acuerdos y olvidarse de la diferencias. La pasión ideológica hace que se quiebren todo el tiempo. Entonces hay dos trotskistas y tres posiciones políticas.

Se cerraron mucho y no crearon consensos.
Me parece que el trotskismo funcionó como un corsé ideológico, con toda la riqueza que tiene porque yo mismo me formé a los 18 años haciendo talleres sobre la teoría del estado revolucionario, la revolución y a leer sobre la posmodernidad. Me enseñó a pensar.

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