Fermín, Santiago, Humberto,
Enviado por Xavier Albó (no verificado) el
Este es un juicio en el que abundan los individuos oscuros, las leguleyadas y la falta de visión política y de país. La solidaridad la pone la Iglesia católica, que se encarga del traslado y de la alimentación de los procesados, pero el “ampay me salvo” ha descompuesto el espíritu de cuerpo. Haciendo un paralelo bíblico, Lot no encontró a nadie rescatable en Sodoma; en cambio nosotros hemos encontrado a dos personajes que redimen al resto: El padre Fermín, que vive en carne propia cada una de las audiencias, y a Santiago Manuin, que está tratando de vivir para contarlo.
Fermín Rodríguez Campoamor es “los ojos y oídos del juicio”. Registra cada detalle en un cuaderno de hojas cuadriculadas del que no se separa.
Algo de él podemos encontrar en la filmografía de Chaplin o de Buñuel. Se trata de un sacerdote jesuita, español para más señas, que llegó a estas tierras casi de casualidad. En ese entonces, él estaba completamente sumergido en unas movidas religiosas, que implicaban una serie de traslados de sacerdotes a Roma o a otras parroquias de España. Quizás, como lo hace hasta ahora, apuntaba todo en algún otro cuadernito.
Fue así como Fermín pasa de Vigo a Salamanca. Sin embargo, al poco tiempo, el Vaticano ordena detener el proceso. A Fermín, recién instalado, le dijeron que se quedara en esa ciudad junto a otro religioso. En esas estaba, cuando llegó una carta de Santa María de Nieva, una remota provincia de la Amazonía peruana a la que solo se llega en bote. Allí, los jesuitas han cruzado caudalosos ríos para construir misiones y colegios. La noticia era triste: les comunicaban la muerte de un sacerdote que había dejado inconclusa la preparación de muchos jóvenes. Inmediatamente, Fermín sintió que algo lo llamaba. Interpretó el hecho como una cuestión providencial. “Esto es para mí”, se dijo. Hacía tiempo que quería salir de España y poner su vocación al servicio de otras comunidades, pero el deber que tenía con sus padres ancianos se lo había impedido. “Nunca había visto una cosa tan clara sobre mí. Yo quería ir a Perú desde hacía tiempo”. Esa vez, hace ya más de 20 años, se juntaron una serie de circunstancias que bien podrían ser interpretadas como una señal. La iglesia de Chiriaco, a tres horas de Bagua, sería su nuevo hogar.
A pesar de provenir de una familia franquista - un régimen que estuvo muy vinculado a la Iglesia, aunque también contaba con prisiones reservadas para los curas rebeldes - Fermín nunca fue partidario de la dictadura. Por el contrario, sus liturgias fueron espiadas muchas veces por agentes del régimen, aunque ni entonces ni ahora se considera de izquierda, aunque hubo gente conservadora que alguna vez lo catalogó así: “Los que no son de izquierda me dicen que soy de izquierda. Depende de la postura que adopten”.
Fermín nació en Asturias, en el pueblo de Navia junto al mar Cantábrico, hace 81 años. Después de la intensa experiencia en España, el sacerdote creyó que lo había visto todo. Allí vivió los rezagos de la Guerra Civil, conoció los estragos de la dictadura de Francisco Franco y la Segunda Guerra Mundial. Pero, en el 2009, lo esperaba la que quizás sea la experiencia más importante de su vida: el Baguazo.
Él considera que el país vivió dos Baguazos, y lo señala en las hojas dominicales que reparte en sus homilías. El primero nació en la Amazonía: “Fue un movimiento popular pacífico de protesta contra unos decretos legislativos inconsultos e inconstitucionales, que atentaban contra los derechos reconocidos internacionalmente de los pueblos indígenas sobre sus territorios”. El segundo Baguazo, de acuerdo a la tesis dominical de Fermín, vino desde Lima, y tuvo el lenguaje de las balas: “Llegó armado a la misma Curva del Diablo con armas de guerra y ordenes muy precisas. El primero no produjo ninguna víctima. El segundo nació sobre el cuerpo baleado y desangrado de Santiago Manuin. El cerro reventó como un cráter explosivo y las balas terminaron por enloquecer a todos y cada uno de los que improvisaban su propia defensa, y que trataban de sobrevivir como sea”, escribió.
La visión que tiene Fermín sobre el desenlace del juicio es desalentadora. No confía para nada en la imparcialidad del tribunal. “El juez quiere aparecer como independiente, pero al final solo remata lo que dice el fiscal, pero a grados más humillantes. El fiscal es un señor que esta puesto ahí, pero que no conoce a nadie, no tiene sensibilidad para nada, y muchas veces se le ve despistado. El dictamen será una gran contradicción, es “impepinable”. Dicen que Leo Timias es instigador de todos los crímenes y delitos en la Curva del Diablo. Y dicen exactamente lo mismo de Santiago Manuin, como que lo hubieran clonado”.
(Siguiendo con la tesis dominical de Fermín, ojalá que este juicio no se termine convirtiendo en el tercer Baguazo.)
Fermín reparte sus hojitas todos los domingos en la misa. Diserta sobre estos temas ante una audiencia que no necesariamente opina igual que él. El pueblo de Chiriaco está compuesto básicamente por mestizos que tuvieron nula o poca participación en el Paro Amazónico. Sus aliados están al otro lado del río, en la comunidad awajun de Wachapea. Cada hoja empieza con una cita bíblica que liga a la información, análisis y opinión del juicio, que por supuesto saca de su cuaderno. No falta quienes cuestionan este afán, y el padre no duda en cuadrar a quien se le ponga en frente.
“¿Que qué tiene que ver esto con el reino de Dios?, exclama. “ A una persona que me lo preguntó yo le dije unas palabras muy fuertes que no las repito para no perturbar algunos oídos castos. ¿Dónde está el reino de Dios y su justicia? La justicia y la libertad son de Dios y acá la están pisoteando. El dictamen fiscal es vergonzoso y aborrecible, es todo un montaje”, dice Fermín, echando fuego por la boca.
Se acuerda de las frases textuales de los interrogatorios. Refiere que en una de las audiencias, uno de los indígenas mencionó la palabra “a quemarropa” y el juez lo interrumpió para que detalle a qué se refería, e hizo toda una fundamentación de la particularidad de esa palabra en un contexto de tiroteo. “Muchas veces les hacen preguntas capciosas”, afirma.
Cuando defiende de manera apasionada la inocencia de los indígenas, lo hace con conocimiento de causa. Él es amigo personal de muchos de ellos, y los ve regularmente en su iglesia. Recuerda especialmente a Santiago Manuin y a Ronald Requejo.
Durante la conversación que tuvimos con él, el padre se refirió repetidas veces a sus hojitas. Le interesa mucho su difusión. Y tiene razón. Es lo más minucioso que puede encontrarse acerca de este olvidado proceso. Fermín es metódico y detallista. Apunta cada pormenor en su cuaderno y luego escribe su crónica dominical. No se pierde ninguna audiencia. Es de los primeros en llegar y de los últimos en abandonar la sala.
Aunque a él no le interese hablar de este tema, se trata de un empeño personal. Ir y venir de Chiriaco a Bagua para cada audiencia le cuesta 50 soles, además del trajín de las tres horas de viaje que a su edad no es un paseíto. Algunos amigos y familiares lo apoyan; también su comunidad eclesial con el alojamiento y la comida.
El drama del Baguazo no solo ha dejado indignación, sino la triste constatación de que en el país de la economía blindada -tal como le gustaba decir al ex presidente - todo parece cambiar menos nuestra relación y deuda con las poblaciones indígenas. Bagua y su tragedia también nos ha permitido conocer historias hermosas, de tesón y entrega como las del padre Fermín. Gracias a él y su titánica labor, los ecos de este juicio no se perderán.
El camino de Santiago
En medio del aire enrarecido que se respira en esta sala de la ciudad de Bagua, hay un acusado que le da tintes de dignidad a un proceso en el que todos tratan de “salvar su pellejo” a como dé lugar. Es Santiago Manuin Valera, del que tanto se ha hablado. Aquel que subió el cerro corriendo, con las manos en alto, gritando “paz, paz”, y que, a sus 50 años, perdió 50 centímetros de intestino delgado.
Es católico practicante. Tiene 14 hijos. (Por si acaso, no es del OPUS DEI. El número de hijos tiene que ver con las costumbres matrimoniales de los awajun.) Va a la misa, pero también asiste a las sesiones de toé para recibir la visión de Ajotab. Para los comuneros es como un Lázaro, ya que fue declarado muerto durante 24 horas, y después resucitó en un triste hospital de Chiclayo.
Su salud es precaria, el pronóstico es reservado. Sin embargo, su fuerza y su dignidad natural le permiten soportar el calor de la sala y las largas sesiones. A veces cabecea y hace enormes esfuerzos por no dormirse; otras se inclina y agacha la cabeza.
A Santiago, presidente del Consejo Aguaruna-Huambisa y actual consejero regional de Santa María de Nieva, se le acusa de ser el instigador de gravísimos delitos. Él fue interrogado el 10 de octubre, día en el que habló en su idioma con voz imponente, como si una energía ancestral hubiera tomado posesión de su cuerpo contraído. En ese momento quienes lo conocen reconocieron a su líder, que parece otro cuando se le mira en las fotografías anteriores al Baguazo, rebosante de salud y entrado en carnes con treinta y tantos kilos más.
El día de su interrogatorio, los magistrados y el fiscal no tenían la menor idea de a quién tenían frente a ellos. El perfil de ninguno de ellos aparece en la web, en cambio el de Santiago aparece en varios sitios. En Wikipedia, por ejemplo, dicen que es “un reconocido dirigente indígena de la selva del Perú, que dedica su vida a la protección de la naturaleza y a la promoción del desarrollo de las comunidades indígenas”. Tampoco sabían que el señor que cabecea en las audiencias, es un experto en derechos humanos, y que cuenta con una maestría otorgada por la Universidad de Deusto, en Navarra. En los años de la violencia política, su organización indígena impidió que el MRTA ingrese a sus territorios, y erradicó los cultivos de amapola y coca de la zona. Hoy, todo maltrecho, Santiago sigue recorriendo los ríos de las cinco cuencas de Santa María de Nieva.
El interrogatorio tuvo momentos contundentes, en los que el líder histórico apareció en toda su grandeza; y otros en los que se notaba claramente que seguía las indicaciones de su abogado. (Como hemos señalado en el artículo Con jean y sin tawa, la estrategia de la defensa en este juicio es desvincular a los indígenas de la protesta en Amazonas.) Con firmeza, Santiago declaró que la Organización Regional de Pueblos Indígenas de la Amazonía Norte (ORPIAN) les informó sobre los decretos legislativos. Posteriormente, el equipo técnico de su organización los analizó, y fue la población la que decidió participar. Dijo que él no obligó a nadie, y que “los padres de familia que querían defender su territorio fueron de buena fe”.
Hay un lapso de tiempo -entre la convocatoria y el Baguazo- en el que no explicó cuál fue su función. Santiago sólo ha dicho que estuvo en Nieva, y que llegó a la Curva del Diablo el día 4 de junio (un día antes) a recoger a su gente, porque habían decidido desalojar la carretera. Su testimonio no aclara cuáles fueron las tareas que su organización le encomendó durante los dos meses que duró la movilización, como si la sola participación fuera un delito. Esa “nebulosa” descontextualiza un paro que fue necesario y justificado.
Pero luego hay un segundo momento en el que saca fuerzas de flaqueza, y con énfasis sostiene que se enteró de lo que había sucedido mucho después, cuando estaba grave, inmovilizado en una cama. “En el hospital los doctores no querían que me contaran. Cuando me comunicaron que los 23 policías habían muerto por cumplir órdenes, me dio pena y lloré”, declaró.
Con un vozarrón potente y enérgico, contestó en awajun las preguntas del fiscal, relacionadas con su llegada a la Curva y su actuación en la madrugada del 5 de junio del 2009. Con absoluta firmeza sostuvo que llegó para organizar el retiro que su pueblo había ordenado. Dijo: “Justamente porque yo no practico la violencia, la gente me había comisionado para recogerlos”.
Recordó que a eso de las cinco de la mañana escuchó disparos en el cerro y subió. Sostuvo: “Quería buscar al jefe de los policías para decirle que no habíamos ido para enfrentarnos. Pero el humo de las bombas no me dejaba ver. Alcé mis manos para invocar y decirles que no estábamos armados. Después me eché al piso y ahí me alcanzaron las balas. No me acuerdo más”.
Si, a pesar de las evidencias, Santiago es declarado culpable, su debilitado cuerpo no resistirá la prisión.
Posdata: Más detalles del juicio, en las hojas de misa dominicales de la Parroquia de Chiriaco. Pregunten por Fermín.
Enviado por Xavier Albó (no verificado) el
Fermín, Santiago, Humberto, Paco, todos y cada uno
¡Qué gusto seguir escuchando que vdes siguen al pie del cañon! Aunque sea este estúpido cañón de ese irracional juiicio, Sigan firmes y que Dios les siga dando coraje. Xavier Albó desde el altiplano boliviano.