Diego Quemada-Diez: “Si ponía todo lo que me contaron, hubiera acabado haciendo una película de terror”

Su película La jaula de oro, sobre la inmigración de Centroamérica a los Estados Unidos, ha ganado tres premios en el 17 Festival de cine de Lima: Mejor ópera prima, Mejor fotografía y el Premio del Jurado de la crítica Internacional. Conversamos con el director.
Tú eres español. ¿Desde cuándo filmas en México?
Desde hace más de 10 años, y ya decidí nacionalizarme mexicano y afincarme allí. Yo me fui de mi país hace 17 años, a raíz de la muerte de mi madre. Necesité cambiar de realidad. Parte de lo que traté de hacer en la película es plasmar un viaje interno propio, buscando una vida mejor,además del viaje externo de los migrantes.
¿Como los niños?
Sí, como los niños. Llegué a Estados Unidos y trabajé en cine. Mi sueño era hacer películas. Ese lugar idealizado también se desmoronó.
¿Se volvió una jaula de oro?
Sí. Parte del proceso de aprendizaje de hacer la película, y de lo que quería comunicar, es que este lugar idealizado al final quizás está dentro de uno, no está en un lugar específico.
¿Por qué te vas a vivir a México?
La verdad es que después de vivir varios años en Los Ángeles me sentía muy vacío, y después del desengaño del sueño americano me fui para el sur. No todo es lo material. Todo el mundo me decía que estaba loco. También había una cuestión de la que me dado cuenta hace poco: es que yo era muy cercano a mi madre y ella en los años 70 y 80 tenía muchos amigos de la Teología de la Liberación y se iba a visitar a los misioneros que trabajaban en comunidades indígenas en las montañas, sobre todo en Guatemala durante la guerra, y me contaba unas historias alucinantes. Se suponía que yo iba a viajar con ella, pero como tenía que estar con mi padre en ciertas épocas del año- porque ellos estaban separados- nunca hice esos viajes. Por eso acabé haciéndolos de adulto.
Ya no es la Guatemala de la época de la guerra interna.
Sí, pero sigue sintiendo esas heridas, y la presencia invisible de este vecino del norte. No hay que culparlo de todo, pero sí tiene responsabilidad, como también la tienen los líderes de estas comunidades.
La discriminación que existe contra los indígenas queda reflejada en el niño de la película.
Sí, hay racismo de los norteamericanos hacia los centroamericanos, pero también de éstos entre sí. Esto tiene que ver con el choque de dos culturas. En la película hay una transformación del protagonista que se da cuenta de que puede aprender mucho del otro.
¿Quién te ayudó en la investigación?
Mucha de ella la hice yo con los testimonios que recogí, pero después entrevisté a los especialistas en migración y otros periodistas. Lo que a mí me gusta es hacer mucha investigación porque te da detalles. Por ejemplo, la escena de la niña que se corta el pelo y se viste de hombre me la contó una entrevistada. Otra me contó que se tomaba la pastilla anticonceptiva porque sabía que la iban a violar. Yo hice más de 600 entrevistas y me fui empapando como una esponja. Las hice en Guatemala, Tijuana, en los albergues donde acababan de deportar a niños. El cruce por túneles para ingresar a Estados Unidos me lo contó un niño que acababan de deportar y me describió cómo cruzaban. Y otro me dijo que era como si escapara de un campo de concentración. A mí me gusta Stevenson, y él dice que una buena obra tiene que tener una dosis balanceada de idealismo y naturalismo; si te pasas de naturalismo no tienes nada que decir, si te pasas de idealismo pierdes los detalles de la realida.
Es una película con el realismo del documental: es docuficción que no aleja al espectador, sino que uno se conmueve e identifica.
Ésa era la idea: Provocar la identificación del espectador con los personajes, crear empatía a través de los niños, y que sientas que tú estás haciendo el viaje. Que un gringo en Kansas vea la película y cambie la idea que tiene del indocumentado, y ya no lo vea igual porque sabe que esa persona se ha jugado la vida para limpiar los trastes del restaurante donde va a comer.
¿Qué más descubriste con la investigación?
El Manifiesto Destino, que es muy fuerte. España justifica la colonización de América con la evangelización. Estados Unidos justifica la exterminación de los indios con este manifiesto. Era un movimiento filosófico que propugnaba el progreso y la civilización. Toda cultura previa debía erradicarse porque no era tan avanzada como la de ellos. El mayor genocidio de la historia se produjo en Norteamérica. Se dice que había entre 50 mil y 100 millones de indígenas. Detrás del problema migratorio hay uno de colonización y una pelea por los recursos. Y ahí se me ocurrió que en un nivel podía hacer una historia de indios y vaqueros.
Igualmente, una guerra dejó a México sin una buena parte de su territorio.
En el año 1848 la frontera cambia de lado, y de repente la mitad de México está del lado que no es. Durante la gran depresión de 1929 agarraban a los mexicanos en la calle y los metían en un tren que iba al sur .Deportaron a casi 2 millones solo en California.
Si Estados Unidos quisiera detener la inmigración podría utilizar sistemas más sofisticados. Hacen como un control para que no se desborde porque los necesitan económicamente.
Con Obama el número de deportaciones es el más alto de toda la historia. Y la cantidad de gente que está en cárceles por haber cruzado una frontera absurda es brutal. Hay represión dependiendo del momento: si hay crisis cierran la puerta, si necesitan mano de obra la abren.
¿Hay cárcel por cruzar la frontera?
Sí, una cosa que hacen con los niños y a los indocumentados adultos es la salida voluntaria. La primera vez que cruzas te toman las huellas, el iris y firmas una declaración que dice que si vuelves a intentarlo te pueden meter en la cárcel 5 años. A mí me han contado algunos niños que les pegaban para firmar este papel, y les ponían pistolas eléctricas que te pasan shocks eléctricos. Hay un montón de gente encarcelada cada año. Parte de la tortura que les hacen es poner el aire acondicionado a toda potencia y no se lo bajan. Es una hipocresía que nos hablen de derechos humanos y libertad cuando no hay respeto al ser humano. Y de esto no se dice nada.

–El tren que lleva a las personas en la parte de arriba es un protagonista de la película.
–Es un monstruo de casi tres pisos de altura. También una metáfora: es una pieza o una gran máquina que encaja en el sistema de producción estadounidense. Detrás de esta problemática está una sociedad industrial que necesita mano de obra. También estudié las películas El tren, de John Frankenheimer, y El emperador del Norte,de Robert Aldrich.
–Las tomas del tren son imponentes en la pantalla. Se nota que has sido camarógrafo.
–He hecho fotografía desde niño. Uno escribe con imágenes, y yo siempre tengo claro dónde quiero la cámara, con qué lente.
–Ninguno de los protagonistas dice explícitamente por qué se va de Guatemala.
–Con Chauk quería que no se supiera, que fuera como esos personajes de las películas del Oeste que no se sabe de dónde vienen pero que buscan algo. Pero con Juan si quería explicitarlo. De hecho, hay una escena que explicaba por qué se iba, pero en la edición decidí que era más fuerte que comenzara cuando estaban partiendo. Lo otro ya se sabe: basta con ver dónde viven.
La idea de la película era hacer una mezcla entre documental y ficción, tener una narrativa fuerte y una parte poética, pero, a la vez, estar muy abiertos a las improvisaciones, a los cambios de diálogos, y sentir que todo sea muy fresco. En ese proceso hay escenas que filmé y que luego he quitado.
–¿Las bandas de delincuentes que aparecen están ligadas al negocio del cruce de la frontera, tienen que ver con el narcotráfico, o ambos?
–Eso pasó. Me lo contó un migrante. Pararon el tren, bajaron a todos y solo se llevaron a las chicas de 25 años de edad para abajo. Seguramente acaban en Suecia o Dubai. Son estas mafias de trata de blancas. Pero ¿hasta qué punto esos ingresos de la trata acaban financiando el narcotráfico? Esto me contaba el padre Solalinde, que me ayudó con la investigación y que aparece en la película dándole de comer a la gente en un albergue. Él me dijo que muchas de las operaciones del narcotráfico se financian así.
–Lo que sucede es muy fuerte.
–Pero lo que ven en la película es light. Llegó un punto en el que si ponía lo que me contaban, terminaba haciendo una película de terror. Por ejemplo, cuando secuestran a los migrantes, algunas bandas les enseñan videos donde descuartizan en vivo a personas, o los meten vivos en tanques de ácido y se ve cómo se deshacen sus piernas. Entonces les dicen que si su familia en los Estados Unidos no paga, les harán eso. Llaman por teléfono y lo piden llorando.
–Hay mucho menos mujeres que se atreven a cruzar porque terminan violadas, muertas o prostituyéndose. ¿Así es en la realidad?
–Bueno, algunas llegan, sobreviven el viaje. También quería mostrar el drama de las mujeres. Tengo unos testimonios que dan para otra película solo siguiendo a una niña. Una me contó llorando que habían entrado 18 hombres armados en su casa de Los Ángeles durante una redada y que le quitaron a su bebé de tres meses. A los bebés los meten en una especie de orfanatos porque para ellos es estadounidense, y ellos tienen que defender sus derechos y no los de la madre, que no es gringa.
–Ha habido una reforma migratoria.
–Ahora les piden 200 dólares por tramo en el tren; antes cobraban 200 pesos. La militarización de la frontera ha provocado esa subida de los precios. Por eso muchos cuestionamos esta supuesta reforma migratoria. Van a cerrar totalmente la frontera, va a haber un muro enorme.