Añadir nuevo comentario

¡Cuídate España de tu propia España!

Lo sucedido en España con la suspensión del juez Garzón por el Consejo General del Poder Judicial nos toca a muchos de nosotros cercanamente. Crecimos con nuestros padres hablando de la Guerra Civil Española, conociendo a sus exiliados. Mi primera maestra —exiliada catalana de la guerra que acababa de llegar a América—, Dolores de la Piera se llamaba, comprobó que yo a los 3 años sabía leer y aprendí en 30 días a escribir con sus indicaciones.

Esos recuerdos son el telón de fondo para sentir que los franquistas y falangistas “eran los malos de la película” por lo menos en mi entorno.

Leyendo años después a Javier Marías, Los soldados de Salamina, de Cercas, amén de otras lecturas, nos dimos cuenta de que el mundo no es maniqueo, de que los llamados “rojos” también habían cometido barbaridades, y que finalmente tenemos que hablar de seres humanos imperfectos, pecadores y perversos.

Como bien dice Juan de la Puente en un excelente artículo sobre el tema: “[…] la impunidad está de fiesta. Dictadores, terroristas y corruptos tienen, por lo menos, un minuto más de aliento. Que la Antimemoria se ha impuesto nuevamente”. Por eso este dolor que tengo, esos recuerdos, ahora tan antiguos… de que los justos tienen un lugar en nuestro mundo y en nuestros corazones y creencias. Garzón, el juez justo, y por cierto mediático, porque además es joven y buenmozo.

Pero sobre todo valiente y justo. El que se atrevió a causas que creíamos imposibles.

Que quiso, en esta ocasión, devolver a sus tumbas a 130.000 personas y a sus familiares una paz de misión cumplida. Recordemos el mito de Antígona, quien luchó hasta su muerte para que su hermano tuviese sepultura.

Entonces, ¿por qué estas familias de tantos desaparecidos no tendrían el derecho a encontrar un sitio donde ir y poner flores a sus muertos?

Sabemos, quienes somos huérfanos, que el cementerio tiene una acogida en nuestro dolor y congoja. Que vamos “a conversar con ellos”, a “contarles” lo que nos va pasando, bueno y malo. Entonces me pregunto: ¿Por qué este ensañamiento del Consejo en cuestión con Garzón, quien “solo pretende dejar la memoria limpia”? ¿Por qué es tan temido y tan horrible lo que pretende Garzón que hacen lo injusto e imposible para impedirlo?

Quizá recordé a un periodista español decir muy suelto de huesos: “Lo que es yo, sé que mis abuelos murieron en manos de la Falange, pero ahora quiero cerrar ese capítulo y no quiero indagar más”. ¿Indagar más? ¿Acaso eso es posible? ¿Se puede dormir con los cadáveres insepultos?

No señores, no es posible; es cien veces mejor y más sana la verdad dura y cruda que el ocultamiento y el engaño. Eso ya lo sabemos. Entonces ¿por qué tratar de tapar el sol con un dedo? Y creíamos que España se “había civilizado”, que sus gentes eran más sanas, y han reaparecido los monstruos oscuros y reaccionarios, crueles y malos. Como dice César Vallejo (citado por De la Puente):

“Cuídate España de tu propia España… cuídate del que come tus cadáveres…”.

Sabemos que no será siempre oscuro el día, que la noche también se acaba, y así sucesivamente. Esperemos que, entonces, llegue la luz a España y a nosotros los herederos de una creencia de que el mundo y la humanidad pueden ser justos y bondadosos aunque sea por horas… y que la injusticia y el dolor no es lo único que existe entre nosotros. Y que debemos esperar. Los que saben rezar deben hacerlo, y los otros, los que no, esperar pacientemente a que el mundo se vuelva más justo y valiente.