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Las claves de una aprobación prematura

Presidente de la República, Ollanta Humala, celebra el Día del Niño Peruano en distrito de San Juan de Lurigancho.

Ideele me pregunta cómo evalúo al Gobierno de Humala. En un momento les respondo. Antes me parece importante analizar cómo lo ven los peruanos. Y lo hago siguiendo a Ipsos-Apoyo, con las limitaciones propias de una encuesta urbana.

A estas alturas del Gobierno, la aprobación de Humala (56%) no solo es mayor que la de sus predecesores en similar periodo (García 49% y Toledo 26%). Más interesante es que se haya reducido una polarización en la aprobación presidencial que marcó los dos gobiernos anteriores. Una polarización que se puede representar en los contrastes Lima/sierra sur y sectores A/E.

Mientras avanzaban los anteriores gobiernos, la aprobación presidencial se mantenía (o caía menos) en la costa y entre personas con mayores ingresos, y se reducía en la sierra sur y entre los más pobres. Para abril del 2007, por ejemplo, García tenía una aprobación de 54% en Lima y 35% en la sierra sur. Su desaprobación en ambas regiones era la imagen inversa: 32% en Lima y 54% en la sierra sur. Sus números entre los más pobres nunca fueron altos.

Si bien Humala se ha convertido en el nuevo favorito de Lima (59%) y el sector A (65%), mantiene buenos niveles de aprobación en zonas y sectores sociales que lo apoyaron en primera vuelta y que eran kriptonita para la aprobación presidencial. Este mes, 49% del sector E y 58% de la sierra sur, dos bastiones electorales de Humala, lo aprueban. Es preciso ser cuidadoso al sacar conclusiones de las muestras por regiones y clases sociales (más pequeñas y, por tanto, con mayor margen de error), pero las tendencias muestran a un Gobierno que ha logrado una aprobación más alta y homogénea que los inmediatamente anteriores.

El crecimiento entre quienes no votaron por Humala parece fácil de entender: continuidad económica, buenas cifras macro y despejar varios temores. Pero lo más interesante está en el otro lado. Lo que varios analistas vemos como un quiebre con la oferta electoral de Gana Perú y una clara continuidad con los anteriores gobiernos no sería percibido de la misma manera por muchos de los votantes de Humala en primera vuelta. Ello no descalifica el análisis, por supuesto, pero pareciera que, a pesar de ese movimiento, Humala le está dando algo a buena parte de sus votantes de primera vuelta para que estén conformes con su desempeño.

¿Qué es lo que marca la diferencia entre Humala y Toledo y García? La respuesta demandaría un análisis más detallado, pero planteo tres alternativas. Primero, más y mejor dotados programas sociales (Cuna Más, Pensión 65, expansión de Juntos). Segundo, cumplir con varias de sus promesas electorales, algunas de alto valor simbólico, como el impuesto a las sobreganancias mineras y la renegociación de Camisea. Asimismo, hay una dimensión de empatía que creo muy relevante: el Presidente y la Primera Dama viajan y demuestran cercanía en su trato con la población. Ese contacto directo, que ayudaba a Fujimori a mantener su popularidad, y que Toledo y García descuidaron, contribuiría a la popularidad del Presidente.

Humala está en el periodo en que se acaba la luna de miel y los escándalos y conflictos sociales golpean más.

Es muy pronto para saber si esta aprobación a través de regiones y clases sociales se consolidará. Humala está en el periodo en que se acaba la luna de miel y los escándalos y conflictos sociales golpean más (García inicia su descenso hacia los 30 puntos a principios del 2007, Toledo ya estaba en caída libre a estas alturas). Además, la suya parece una aprobación condicional, desconfiada. Aun así, hasta el momento Humala mantiene números bastante buenos.

Para volver a la pregunta inicial de ideele: hay aspectos del Gobierno de Humala que me parecen muy positivos. Si en primera vuelta un candidato señalaba que iba a demandar más recursos a las empresas mineras sin afectar su competitividad; que pondría a cargo de los programas sociales a una técnica honesta y de primer nivel para evitar su uso clientelista; y que mantendría un manejo económico prudente, pues probablemente hubiese votado por él.

El problema es que yo no voté por Humala en primera vuelta, porque su programa estaba más a la izquierda de mis gustos políticos. Por eso entiendo que muchos de quienes lo hicieron (ya vimos que no todos) y le dieron el triunfo tengan razones para sentirse defraudados. Hay un sector importante de sus votantes de primera vuelta que esperaban otra relación con temas de medio ambiente y con la gran empresa, ésa que lo vapuleó en campaña y que ahora es su amiga. No digo la “gran transformación”, dejada de lado para ganar la segunda vuelta, pero sí un gobierno cercano a la “hoja de ruta”. Creo que este cambio es negativo, pues deslegitima la democracia frente a un grupo importante de ciudadanos.

Tampoco me gusta la presencia de ex militares con funciones poco claras (en ámbitos que van desde la seguridad hasta los conflictos sociales) cerca del Presidente, ni el tono marcial que cada cierto tiempo le gusta adoptar, uniforme incluido. Finalmente, otro aspecto negativo en mi opinión es que va quedando claro que no habrá reformas de fondo en diversos temas: administración pública, regulación o salud, por ejemplo. No se observa un Gobierno con un plan de reforma del Estado ambicioso y objetivos definidos. Si bien esta ausencia de propuestas de mediano y largo plazo no sorprende, dada nuestra precariedad política, no deja de ser lamentable. Uno tiene la sensación de que estamos desperdiciando un excelente momento económico, y que descubriremos el enorme costo del cortoplacismo solo cuando el dinero no sobre.

Entrevista