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Cuba - EE.UU: Un largo camino por recorrer

Al listado de las fechas más relevantes de la historia reciente de Cuba – incluyendo el asalto de Fidel Castro al cuartel Moncada el 26 de Julio de 1953 y el triunfo final de la Revolución el 1 de enero de 1959 – se debe sumar otra: 17 de diciembre de 2014. Ese día, el presidente de los Estados Unidos Barack Obama y el cubano Raúl Castro anunciaron simultáneamente que comenzarían un proceso de normalización de las relaciones bilaterales. Más de medio siglo de hostilidad y aislamiento mutuos terminarían.

Casualmente, yo estaba de visita en La Habana ese día y pude presenciar personalmente las reacciones en Cuba acerca de este cambio fundamental en la política de los Estados Unidos, y en la naturaleza de la relación bilateral. El ánimo era en general optimista. Algunos sectores (como los académicos y los diplomáticos, por ejemplo) estaban eufóricos, mientras que los Cubanos de a pie – que han visto sus esperanzas frustradas en el pasado – eran notablemente más cautos. Los cubanos celebraron el anuncio de la apertura, pero una frase de Obama, “No es fácil”, resonó particularmente en ellos.

Lo más llamativo en los meses que han pasado desde el histórico anuncio es la voluntad que han demostrado La Habana y Washington de avanzar en el demorado reacercamiento. Desde luego, establecer relaciones diplomáticas es el paso más sencillo. Esto implica abrir embajadas en ambas capitales – EEUU ya tiene una “sección de intereses” en el Malecón ¡Con más de 50 empleados estadounidenses! – y designar embajadores. En ese sentido, la decisión de Obama de remover a Cuba de la lista de estados promotores del terrorismo – una inclusión sin fundamentos y aún más absurda que el propio embargo – facilitó enormemente el camino.

Lo más complejo dentro de la nueva etapa entre Cuba y Estados Unidos será llegar a una normalización completa de las relaciones. Para ello, el Congreso de EEUU deberá poner fin al ya excesivamente prolongado embargo, que impone fuertes restricciones al comercio con la isla. Obama apoya el levantamiento del embargo, así como varios miembros del Congreso, pero muchos miembros de la mayoría Republicana defienden el mantenimiento de esta política punitiva hasta que se produzca un “cambio democrático” en Cuba. Un mayor avance hacia la reconciliación requeriría además otros cambios significativos, incluyendo la situación de la base naval de Guantánamo, que EEUU controla desde hace 116 años. Hasta ahora, sin embargo, este no es un tema de la agenda para el gobierno estadounidense.
                                                                                                                                                                                                                                                                      
Aún cuando las posibilidades de terminar con el embargo en el corto plazo son pocas, no hay dudas de que el compromiso de Obama de acercarse a Cuba – abandonando una política de presión económica y aislamiento diplomático – cuenta con amplio apoyo popular en los Estados Unidos. Los sondeos demuestran que aún la mayoría de los Republicanos y los habitantes del estado de Florida, donde vive la mayor parte de los miembros más contrarios al castrismo de la comunidad Cubano-Americana, apoyan la política de mayor apertura con la isla.

Sin embargo, ciertos líderes políticos cubano-americanos, incluyendo a los senadores y precandidatos Republicanos a la presidencia Ted Cruz de Texas y Marco Rubio de Florida, han criticado duramente el nuevo enfoque de la administración Obama hacia Cuba por ser un premio a una dictadura sin obtener concesiones a cambio. Rubio, un candidato fuerte y de convicciones sólidas, ha asumido una postura particularmente firme en relación a Cuba. El senador no abandonará ni suavizará su posición sobre Cuba, pero es un político inteligente y no hará de este asunto el centro de su campaña. De hecho, apenas mencionó a Cuba en un discurso reciente sobre política exterior. La realidad es que, especialmente dado el creciente comercio de EEUU con China, Vietnam y otros gobiernos no democráticos, pocos estadounidenses se preocupan por la apertura hacia Cuba.

El verdadero interrogante, por supuesto, es cómo van a responder los cubanos a este nuevo contexto. El turismo, un sector clave que contribuye a sostener la economía cubana, ya se ha incrementado sustancialmente desde el anuncio del cambio en las relaciones. Además, numerosas misiones de los EEUU han llegado a Cuba – incluyendo una liderada por el gobernador del estado de Nueva York Andrew Cuomo, que exploró espacios para incrementar la cooperación y el comercio. De acuerdo a diversas fuentes, en la isla se habla constantemente de nuevas perspectivas y posibilidades de vinculación.

Aún cuando las posibilidades de terminar con el embargo en el corto plazo son pocas, no hay dudas de que el compromiso de Obama de acercarse a Cuba cuenta con amplio apoyo popular

Aún así, el presidente Raúl Castro se encuentra en una posición difícil. Claramente ha aceptado que el impulso por “reformar” que llevó a cabo en los últimos años no dio resultado – el crecimiento económico sigue siendo decepcionante e ingresan pocos capitales extranjeros. Si bien enfrenta el fuerte interés de las empresas y organizaciones de los EEUU, qué tanto y qué tan rápido el gobierno cubano avanzará en las modificaciones legales necesarias es todavía una incógnita. Si la vinculación económica con los EEUU tiene éxito, eso podría contribuir a un “aterrizaje suave” de Cuba en 2018, cuando Castro se comprometió a dejar el poder. Por otra parte, para el gobierno cubano, la apertura hacia Washington y la “actualización” de la economía no implica transformaciones profundas en el sistema económico, y mucho menos en el político.

Será fascinante además constatar si se producen cambios en el ámbito de la sociedad civil y la política en Cuba. En la reciente Cumbre de las Américas en Panamá, la reconciliación entre Obama y Castro contrastó fuertemente con los enfrentamientos violentos entre grupos de cubanos alineados con el gobierno y disidentes. El futuro político de Cuba dependerá de cómo se resuelve la tensión entre los “duros” que se aferran al viejo sistema, y los reformistas moderados, incluyendo a nuevos grupos centristas de la sociedad civil. En ese sentido, será muy importante la inminente visita del Papa Francisco a la isla.

Como resultado del anuncio del 17 de diciembre, hay también más espacio para una relación productiva entre los EEUU y América Latina. Durante décadas, ningún tema ha sido tan irritante para este vínculo como el desacuerdo sobre la política de Washington hacia Cuba. No sorprende entonces que los gobiernos de la región hayan aplaudido la decisión de Obama y Castro. Esta reacción se demostró plenamente en la cumbre de Panamá, en la que la intención fue celebrar este cambio, no permitiendo que el discurso anti-estadounidense – liderado por el presidente de Venezuela Nicolás Maduro a raíz de la infortunada decisión de Washington de sancionar a siete funcionarios de ese país – opacara ese momento histórico.

De un solo golpe, Obama aseguró su legado en América Latina. En los libros de historia, otros asuntos que han ocurrido durante su mandato, como el golpe de 2009 en Honduras, e incluso su manejo de la crisis Venezolana, estarán en un segundo plano. Cuba destacará por sobre cualquier otro asunto. Repasando lo conseguido en la región por los últimos presidentes estadounidenses Obama ahora destaca, por sobre Clinton con el Plan Colombia y el NAFTA, Bush padre con el alivio de deuda y los acuerdos de paz en Centroamérica, e incluso Carter y su defensa de los derechos humanos contra las dictaduras y la negociación del tratado del canal de Panamá.

El presidente Obama merece un reconocimiento por su decisión, pero Cuba no es América Latina. Las sospechas y resentimientos hacia Washington persisten, y los EEUU tendrán un nuevo presidente en 2017. Hay aún un largo camino por delante hacia la construcción de mejores relaciones en una agenda amplia entre los EEUU y la región. Esa agenda apenas fue discutida en la cumbre de Panamá. Será crucial entonces evaluar el estado de las relaciones entre EEUU y América Latina, además del progreso con Cuba, en la próxima cumbre que tendrá lugar en tres años en el Perú.

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