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Ciudades para la gente

Publimetro

¿Qué es un espacio público? ¿Cuál es el espacio público más grande de Lima? Muchos pensarán que se trata de algún parque zonal o el Parque de la Exposición pues son grandes espacios destinados para fomentar encuentros entre las personas, aunque a ciertas horas determinadas por las autoridades locales y a un precio pre-establecido. Sin embargo, algo que nos habla mucho sobre el tipo de ciudad en la que vivimos, es que nos olvidamos del espacio público por excelencia, no solo por el mayor número de área que ocupa sino, sobre todo, por ser el espacio que utilizamos diariamente: la calle.

Es en la calle donde ocurren las principales actividades que activan a los espacios públicos, entre las cuales destaca las posibilidades de encuentro con otras personas. He aquí el elemento principal de la reactivación de los espacios públicos: la gente. No basta solo con un buen diseño si no, sobre todo, el espacio debe ser capaz de despertar el deseo de los ciudadanos de acudir a él y utilizarlo. La calle cumple con esto pues es su propia razón de ser y sirve, además, como eje articulador entre otros tipos de espacios públicos, siendo la herramienta principal para su conexión con el resto de la ciudad y permitiendo otra de las características primordiales de todo espacio público activo: su accesibilidad.

Los espacios públicos no funcionan de manera independiente unos de otros ni de la ciudad que los rodea, éstos deben estar integrados y articulados con los otros componentes que resultan indispensables para el funcionamiento e identidad de una ciudad: su sistema de movilidad y los diversos equipamientos que ofrece (de carácter público y privado). Los espacios públicos deben ser lugares a los que se puede llegar con facilidad a través del uso de transporte público y, al tener equipamientos cerca como colegios, oficinas o comercio, se crea una sinergia entre espacio y edificaciones que propicia una mixtura de usos y espacios de recibimiento y descanso para los usuarios. Con esto, se incrementan las actividades y oportunidades de apropiación y uso tanto del espacio público como de las edificaciones que lo rodean.

A pesar de cumplir un rol tan importante, muchas veces vemos cómo el diseño de las calles de nuestras ciudades dificultan el libre tránsito peatonal. La lista de ejemplos de accesibilidad limitada en las calles de Lima son cuantiosos y van más allá del diseño físico de la vía en si. En cuestiones de diseño, por ejemplo, nombramos aquí algunos cuantos: el limitado ancho de las veredas, algunas de poco más de 0.70 metros (a pesar que el límite mínimo es de 1.20 metros), la falta de rampas de accesibilidad para personas con discapacidad o padres con coches de bebés, la colocación de postes de alumbrado público en el medio de la ya de por sí estrecha vereda, la poca continuidad de nivel de las veredas (las infinitas subidas y bajadas no solo por la necesidad de cruzar una vía vehicular sino también por los diferentes accesos peatonales y vehiculares a los edificios frente a ésta), entre otros. Estas dificultades propias del diseño de las vías son acompañadas por el incremento de muros ciegos y rejas como fachadas principales de las edificaciones alrededor, aumentando la percepción de inseguridad del caminante a pie. Este ya de por si ambiente agreste en cuanto a su diseño poco amigable se ve enfatizado por el poco respeto que existe al peatón por parte de los conductores, haciendo difícil el cruce de vías y convirtiendo la caminata en una actividad estresante a causa del bullicio del tráfico. Resulta lógico, entonces, que el ciudadano de a pie encuentre a Lima como una ciudad hostil hacia él.

El objetivo primordial de todo proyecto que busque repotenciar el uso del espacio público, comenzando por la calle, es el de asegurar su uso constante. Esto se logra a través del fomento de la apropiación del espacio público, es decir, el recuperar ese sentir del espacio público como algo nuestro y no como algo ajeno. ¿Cómo fomentar una actividad constante en el espacio público? Resolver esta pregunta requiere tener un conocimiento extenso de las necesidades y deseos de las personas que usan o potencialmente usarán el espacio público. Por ese motivo, resulta fundamental un diálogo constante con los ciudadanos de a pie, involucrándonos en los procesos de tomas de decisiones de los proyectos urbanos. ¿Quiénes mejor que ellos conocen sus deseos? Este involucramiento temprano no solo permite tener una mejor idea respecto a los objetivos que el proyecto deberá cumplir sino, también, permitirá que los usuarios estén más involucrados y que, por lo tanto, se apropien del proyecto desde su incepción. Otro beneficio de una participación activa de la ciudadanía en los procesos de transformación de la ciudad es que esta permite estrechar los vínculos entre las autoridades locales y los vecinos, brindando plataformas de diálogo y potenciando una mayor transparencia en la toma de decisiones.

La participación ciudadana activa es fomentada por el creciente movimiento urbano de escala global reconocido como el derecho a la ciudad. Este movimiento promueve el derecho ciudadano a participar en la toma de decisiones que afectan directamente su vida, reconocido como un derecho fundamental para la fomentación del desarrollo humano. Bajo esta visión, se reconoce a la ciudad como la plataforma en la que se manifiestan los derechos humanos fundamentales, promoviendo la inclusión y la equidad en cuanto a la accesibilidad a los servicios básicos, entre los cuales se incluyen los espacios públicos. La promoción de este movimiento viene acompañada por el hecho de que, por primera vez en la historia d la humanidad, más personas habitan en zonas urbanas que en zonas rurales, porcentaje que seguirá en aumento. Asimismo, América Latina es la región más urbanizada del planeta, con un 75% de su población viviendo en ciudades. Por lo tanto, propiciar el desarrollo de ciudades más equitativas e inclusivas se vuelve fundamental para un desarrollo sostenible social y ambientalmente.

La ciudad y, por lo tanto, sus espacios públicos, se encuentra en un estado de perpetua transición. Al igual que sus habitantes, quienes evolucionan en el transcurso de sus vidas y cuyas necesidades difieren de las de sus antecesores, la ciudad va transformándose y adaptándose a través del tiempo en un constante proceso que no culmina. Hablar de reactivación de espacios públicos debe, por lo tanto, entenderse también como un proceso. Los diseños deben ser flexibles y permitir cambios en el tiempo. Incluso se propicia el uso de pruebas de diseño previas a la implementación final de los espacios públicos, nuevamente involucrando a los usuarios y permitiéndoles hacer recomendaciones para mejorías. Esta flexibilidad debe darse no solo a través del tiempo sino, también, en la diversidad de usos que deben ofrecer los espacios abiertos. Las ciudades son habitadas por personas de diferentes edades, niveles socio-económicos, religiones e intereses y los buenos espacios públicos son aquellos que, de alguna u otra manera, ofrecen o propician actividades y encuentros para diversos grupos de personas, promoviendo la cordialidad y el diálogo.

Como sugieren expertos urbanos como Jan Gehl y Jane Jacobs , un buen espacio público es aquel que se encuentra ocupado a todas horas del día. Para esto, resulta necesario realizar un estudio de los diversos usos y comportamientos de los usuarios, evidenciando aquí la necesidad de un trabajo multidisciplinar para una correcta planificación de la ciudad y un apropiado diseño urbano. Asimismo, resulta interesante comentar como, en el plan urbano para Lima, el PLAM 2035, los espacios públicos son nombrados como “espacios abiertos.” Este nombre alternativo habla sobre la necesidad de contar con espacios públicos disponibles a toda hora del día, lo cual contradice la creciente tendencia de “parques cerrados” o “clubs municipales”, los cuales no solo perjudican el derecho pleno de todo ciudadano de hacer uso de los espacios públicos si no que, además, resultan excluyentes para aquellos usuarios que no son capaces de afrontar los costos de ingreso a estos parques.

Otro punto de vital importancia, sobre todo para una ciudad desértica como Lima, involucra pensar en la sostenibilidad del espacio público en cuestiones de mantenimiento y cambios en el tiempo. Constantemente, y a nivel nacional, vemos parques y plazas que no pueden ser mantenidos apropiadamente debido a los altos costos que generan debido a, por ejemplo, grandes expansiones de áreas verdes o el uso de fuentes que requieren mucha agua y energía que, con el paso del tiempo, resultan impagables para las autoridades locales. Debido a esto, resulta necesario recalcar que existen otros tipos de espacios públicos que van más allá de ofrecer áreas verdes ornamentales (las cuales muchas veces no podemos utilizar libremente como nos lo recuerdan los omnipresentes carteles de “Prohibido pisar el césped”) que además abren la posibilidad de repotenciar actividades propias del espacio público como áreas deportivas, espacios de encuentro, juegos para niños y para adultos mayores. Bajo esta misma línea de análisis económico, es importante mencionar que el concepto de espacio público tiene como referentes espacios abiertos de gran tamaño. Sin embargo, espacios pequeños, conocidos como micro-intervenciones, cumplen las mismas funciones que estos espacios de gran envergadura, pueden ser replicados en varias zonas de la ciudad y, de ser articulados entre ellos y con otros espacios a través de redes viales que prioricen al peatón y a las bicicletas, pueden llegar a cobrar la misma importancia en cuanto a espacios sociales como los grandes espacios públicos.

Finalmente, este breve artículo no pretende ahondar en las infinitas posibilidades de exploración acerca de los espacios públicos, más bien se busca presentar algunas de sus tantas matices y reflexionar sobre el significado del término en sí y abrir las posibilidades a otros espacios dentro de la ciudad que forman también parte de la red de espacios abiertos existentes y el rol y los derechos ciudadanos en cuanto a la transformación del espacio público por excelencia: la ciudad misma. Vemos como el interés por el desarrollo a futuro de nuestra ciudad crece constantemente, plasmado en movimientos como la Unión de Estudiantes de Arquitectura de Lima (UDEAL) y Habla Castañeda, en los cuales participan activamente estudiantes de la PUCP, quienes exigen una mayor participación y transparencia en la toma de decisiones, buscando generar una ciudad más amigable con los ciudadanos mismos. Recuperar los espacios públicos y, con ello, nuestra propia relación con la ciudad en la que habitamos, es tarea de todos.

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Justicia