Gobernar, más allá de los cien días

El arte de gobernar es una actividad extremadamente contingente, señala Guy Peters, politólogo de Pittsburgh. Me reafirmo en la idea de que gobernar no es un asunto de buenas intenciones, hay que prepararse y preparar a sus equipos. Gobernar es un proceso político, ético y técnico, que requiere de pensamiento estratégico e innovación, con la capacidad de resolver problemas, en particular, en contextos complejos.
El gobierno de Ollanta Humala tuvo muchas dificultades para moverse en todos estos componentes. Siete gabinetes ministeriales y 61 ministros en cinco años de gobierno son muestra de la inestabilidad generada por la falta de institucionalidad y la poca continuidad en la gestión. La imagen de no tener las riendas del gobierno, una primera dama en algún momento con mayor legitimidad que el propio Presidente, cuestionada constantemente por participar en decisiones públicas, e involucrada en presuntos actos de lavado de activos, le costaron desaprobación y bajo respaldo. Lo político fue álgido por la deslegitimación de la autoridad, lo técnico funcionó allí donde hubo continuidad, y lo ético se vio nublado por el caso de las agendas y otros, como el de Odebrecht y el de Orellana.
El gobierno de PPK ha asumido algunos pasivos de la gestión anterior y hoy se enfrenta al reto de recuperar la confianza y aprobación en la institucionalidad pública. También ha heredado los avances del gobierno anterioren política social, el impulso de la diversificación productiva, la reforma en educación, el fortalecimiento del capital humano y la integración del Perú a un mundo globalizado, rumbo a la OCDE.
Pedro Pablo Kuczynski ha empezado a sentar las bases para transformar al país en los cinco años de su gobierno. Esto lo ha conducido a tomar decisiones estratégicas sobre la base de prioridades y reformas en curso. En su primer discurso planteó lograr un Estado moderno, una República con una democracia consolidada. Nos refiere así a un Estado que, desligado de la corrupción y circunscrito en las virtudes éticas de la gestión pública, asegure la igualdad, la no discriminación, y se base en criterios de eficiencia en el cumplimiento de los objetivos trazados. Todo esto a través de seis prioridades establecidas como ejes centrales que giran alrededor de la modernización.
Después de los 100 primeros días de su gobierno, el reto sigue siendo encontrar el balance entre las prioridades propias del crecimiento económico y la gobernabilidad. En primer lugar, los desafíos de gobernabilidad los impone, principalmente, una mayoría fujimorista, que juega a poner frenos haciendo sentir todo su poder; una minoría desarticulada, inclusive la de su propio partido; y un gabinete conciliador con basta experiencia técnica pero sin suficiente trayectoria político-partidaria. En este contexto, todo indica que su mejor recurso podría ser buscar aliados en las regiones.
En segundo lugar están los desafíos en materia económica. Las limitaciones financieras a la política social han obligado a PPK y a su equipo a priorizar más aún el gasto. Su estrategia deberá centrarse en optimizar el gasto y promover la ejecución del presupuesto de los gobiernos regionales y seguir apostando por la diversificación productiva, como una alternativa al mediano plazo para hacer frente al contexto internacional de desaceleración económica e incertidumbre en el cual nos encontramos. Sobre los proyectos de inversión pública y déficit fiscal, PPK ha sido claro en sus últimas declaraciones: “Chau SNIP”. Según parece, hay una decisión de reducir el número de servidores públicos a raja tabla, sin particularizaciones. Peligroso juego, técnica y políticamente hablando.
Hay un tercer desafío, esta vez frente al ciudadano, que tiene que ver con el cumplimiento de las promesas que se hicieron en campaña y con el eje propuesto en el discurso programático de Zavala sobre el acercamiento al ciudadano. Políticas públicas para la diversidad sexual, lucha contra el feminicidio, políticas para la interculturalidad son algunos de los temas que aparecieron en el debate pero que no han tenido una medida clara hasta el momento. La anticorrupción es, qué duda cabe, un tema pendiente que ha tenido como acierto y respuesta inmediata a los problemas iniciales con el entorno próximo: la creación de la Comisión de Integridad y la reestructuración de las instituciones involucradas. En seguridad ciudadana se espera la efectividad de las facultades que han sido delegadas; en educación, la continuidad de la reforma; así como también la modernización en el servicio de atención al ciudadano.
Finalmente, y sobre todo, el gobierno de PPK tiene un gran desafío en lo referente a la reforma del Estado y de la gestión pública. Las medidas que se tomen para superar estos problemas están llenos de dilemas. Nuevamente, no podrá quedarse en la mirada tecnocrática. La campaña de la segunda vuelta presidencial nos dejó la imagen de estar ante dos candidatos con un mismo modelo económico, tan es así que no era muy evidente diferenciar los planes de gobierno de ambos candidatos. En campaña parecía ser que el discurso se iba construyendo en el camino, de acuerdo a las necesidades políticas y la urgencia de conseguir votos, lo cual evidenciaba la falta de organización política y de partido, reflejada en la convocatoria de técnicos con experiencia que podrían asegurar resultados inmediatos.
Cien días después, a pesar de los perfiles, aún es evidente la falta de una tecnocracia fuerte, sólida y coherente, que corresponda a un conjunto de ideales y pensamientos estables; en general, al plan de gobierno de PPK. Esta tecnocracia que hoy nos gobierna debe embeberse del saber político, ser capaz de responder a un conjunto de valores y percepciones de las organizaciones públicas y de la sociedad, para dar un carácter de unidad y de coherencia mayor. La lucha ideológica de este gobierno está en armonizar su encuadramiento neoliberal, con la necesidad de superar la brecha de desigualdad que nos agobia a pesar del crecimiento. Esta tecnocracia necesita con urgencia de la política y un compromiso hecho realidad sobre la base de equilibrios sin dogmas de mercado.