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El malquerido

Foto: Publimetro

De la adoración al cargamontón. Disparos coordinados para tirarse abajo la gestión de Saavedra, el ministro que fue ovacionado de pie en el cónclave empresarial CADE 2014, el único que sobrevivió un cambio de gobierno y fue ratificado en su cargo por un Ejecutivo que lo que quería era marcar distancias del humalismo. ¿Se le acabó la muñeca a Saavedra?

El flanco débil se abrió por el lado de las adquisiciones irregulares de computadoras por un monto superior a los 146 millones de soles. La Unidad de Inteligencia Financiera está investigando esta operación  que corresponde al delito de lavado de activos, ya que parte de los pagos que hizo el Minedu terminaron en las cuentas de personas que habrían actuado como testaferros. De esto, y del atraso en la organización de los Juegos Panamericanos, se agarró la mayoría del Congreso para pedir la interpelación de Saavedra y censurarlo.

En el Congreso la alianza sólida del fujimorismo y el APRA fue la promotora de esta interpelación, aunque la jugada no les ha salido del todo bien a los apristas, cuyo objetivo oculto era debilitar al ministro de Educación y lograr que se apruebe un proyecto de ley para modificar la ley universitaria, sobre todo los artículos que establecen las atribuciones de la Sunedu y su dependencia del Ministerio de Educación. Para ellos es importante eliminar las vallas que la ley impone y que pondrían en grave aprieto a universidades como la Garcilaso de la Vega o la Federico Villarreal.

Pero unas son de cal y otras de arena, ya que en esta oportunidad sus aliados fujimoristas – cuya campaña fue financiada en gran medida por la Universidad Alas Peruanas, de dudoso origen - les dieron la espalda y  declararon que no apoyarán el proyecto presentado por el congresista Velásquez Quesquén. Jorge del Castillo declaró que han decidido postergar el debate de esa norma “para no se confunda la interpelación con el tema universitario.” (¿Será ese el motivo real por el cual del Castillo se abstuvo en la votación de censura a Saavedra?)

Otro flanco al que apuntó el ataque fue al nuevo currículo de Educación Básica. Se armó un psicosocial que tuvo como voceros a la red de jóvenes Provida, el Movimiento Nacional Profamilia y otros grupos evangélicos que en el momento preciso y a coro empezaron a machacar que los contenidos del currículo promueven la “ideología de género” y que incentivan la homosexualidad y el aborto. (¿No habrán querido decir “enfoque de género”?)Una campaña en Facebook promovida por un novísimo colectivo Con mis hijos no te metas provocó la respuesta de su novísimo contendor Con la igualdad no te metas.

Esta infiltración del temor en  un sector de padres de familia con poca información funcionó tan bien que tuvo un rebote impresionante. El ministerio trató de frenar el apabulle con poco éxito. Sus funcionarios  respondieron que lo que se busca es la igualdad de género, un derecho de la mitad de la población mundial. La directora de Educación Básica Regular del Minedu, Cecilia Ramírez, manifestó: “Lo que estamos promoviendo dentro de la escuela es que los chicos tengan las mismas posibilidades de desarrollarse y no diferenciarse por ser hombres y mujeres”.

Pero el motivo de fondo – realmente de fondo - que ha transformado el amor apasionado en odio visceral no es coyuntural ni responde solo a un juego de poderes políticos: apunta a la yugular del modelo liberal. Es una discusión que lleva varios años. Tiene que ver con el papel que debe jugar el Estado en la educación. ¿Debe reglamentar o no, intervenir o no? En otras palabras, un choque entre liberales radicales versus liberales moderados.

Cronología de una bajada de dedo

El CADE 2014, la reunión de empresarios más importante y concurrida del país, fue la apoteosis: el auditorio, de pie,  ovacionó al ministro al que todas las encuestas señalaban como el de más alta aprobación. Su exposición se tituló “Hagamos del Perú un país del primer mundo”. Mensajes positivos, eslogan triunfador: “La educación rumbo a la nota más alta”. Aplausos.

Empezó así: “He visitado 60 escuelas y me falta visitar 59 mil. Soy economista, pero mi abuela, mi madre y mi tía fueron docentes. La profesión docente ha estado muy cerca de mí”. Aplausos.
Luego explicó las decisiones que había tomado. Sostuvo que la forma de mejorar la educación básica inicial era trabajando simultáneamente en la mejora de la infraestructura, los docentes y la gestión. Añadió: “Una computadora por chico no mejora el problema. Debe haber una política integral. No se puede priorizar un aspecto sobre otro”. Aplausos.

Luego informó sobre la decisión de aumentar el presupuesto del sector en 4 mil millones para el 2015. Mencionó la mejora meritocrática en la carrera docente e informó que ese año 129 mil maestros habían participado en la prueba de ascenso: 24 mil la pasaron y recibieron un aumento del 40%. También resaltó que se habían abierto 13 colegios de alto rendimiento y se había expandido la enseñanza del inglés. Aplausos.

Entonces, en el momento preciso, lanzó la perita en dulce: el paquete de inversiones que bordeaba los 1880 millones de soles sería compartido por una alianza público- privada para mejorar la infraestructura. Se convocaría a los empresarios a través del mecanismo de obras por impuestos y de las asociaciones público-privadas. La empresa privada sería el aliado estratégico que ayudaría a disminuir la enorme brecha existente. En concreto, les ofreció la construcción de colegios, equiparlos y brindar mantenimiento a la infraestructura. Mencionó que, más adelante, también podrían brindar el servicio educativo. Ovación.

Al final del evento dio algunas entrevistas. En ellas se mostró cauto en relación al último ofrecimiento. Cuando le preguntaron por qué se establecía la alianza público-privada en infraestructura pero no en la gestión educativa, Saavedra respondió que primero había que analizar proyectos como el de Fe y Alegría, que es el mejor ejemplo de una alianza público-privada que gestiona el trabajo de profesores públicos en instituciones públicas. Enfatizó que todavía lo veía como algo muy riesgoso porque había que aprender cómo medir la productividad, los cuadros del éxito, la calidad del servicio. “Los indicadores en términos de aprendizaje no son tan claros. Medimos indicadores y pruebas de rendimiento, pero la educación es mucho más integral y es más complicado mediarla”, agregó.

A mediados de 2014 comenzó la desazón cuando se aprobó la ley universitaria que regula las universidades. Según Saavedra, “para algunos es más importante defender el principio de que el mercado es el único regulador eficiente de los recursos, lo cual se sostiene en muchos casos, pero no en éste”.

Siendo un liberal, el ministro sostuvo que el mercado de las universidades era imperfecto, y que, a diferencia de un mal restaurante al cual uno ya no regresa, en el caso universitario las inversiones que se esperan son de largo plazo, y no se quieren centros superiores que abran y cierren como pollerías o chifas. Saavedra fue más allá y criticó a sus hermanos de pensamiento: sostuvo que no les importaba que el rol social de la universidad fuera la de formar ciudadanos, y que por eso se oponían al establecimiento de un organismo regulador que verifique el cumplimiento de estándares básicos. Sostuvo: “Este desacuerdo refleja diferentes prioridades: los intereses de la universidad-empresa por sobre los intereses de los jóvenes, quienes se merecen una universidad que sea un mecanismo de inclusión y de progreso”.

A partir de ese desencuentro comenzaron los ataques a la gestión de Saavedra, sobre todo del sector de los liberales radicales de la derecha. Uno de sus voceros, Víctor Andrés Ponce, sostuvo en su portal El Montonero que  crear una superintendencia que dependa del gobierno y otorgue a la burocracia un poder discrecional ilimitado, solo ha funcionado en países como la Unión Soviética y durante la experiencia velasquista del siglo pasado. “Los mejores sistemas universitarios de Estados Unidos y Europa se basan en sistemas de acreditación y gestión absolutamente independientes del Estado”, manifestó.

Los ataques de los liberales de derecha fueron más allá y no solo apuntaron a un aspecto específico de la reforma educativa (la relacionada a las universidades), sino al paquete de medidas que fueron parte de una política educativa iniciada por la exministra Patricia Salas y que Saavedra continuó.

Un sector de liberales de derecha tildó al ministro - un liberal moderado - de estatista y hasta de velasquista, congelado en el tiempo, premoderno.  Víctor Andrés Ponce argumentó que el gran problema de la gestión está en el trasfondo ideológico de la reforma educativa que pretende implementar, que parte del empoderamiento del Estado y de la burocracia para elevar la calidad educativa. “El regreso del sueño estatista se produce cuando las innovaciones privadas – de Facebook, Google, Microsoft, por ejemplo – convierten a los planes de estudios tradicionales en obsoletos. Cuando nada está quieto y ningún conocimiento puede reclamar autoridad, el Perú se embarca en el proyecto de Estado alfabetizador napoleónico del siglo XIX”, enfatizó.

Los liberales de derecha parten de la premisa de que el Estado utiliza métodos atrasados de enseñanza, que no cuenta con los instrumentos tecnológicos que les permitan a los alumnos ser generadores de sus propios conocimientos, que coactan su libertad y que los docentes tampoco están preparados para impartir una educación del siglo XXI. Mariana Rodríguez es la presidenta del Comité CADE por la Educación 2016 y su propuesta abona a este enfoque educativo. Sostiene: “Se debe conectar la educación con la innovación mediante procesos creativos. La reforma para mejorar la calidad de la educación está bien, pero hay que tener en cuenta que la educación se está transformando debido a que estamos en la era digital: estamos en la cuarta revolución industrial que trae los espacios de innovación en los modelos”.

Los liberales de derecha postulan que la innovación proviene de la sociedad y del sector privado. Los indicadores de calidad que se usan para la medición de la educación suponen procesos y una estandarización que se opone a la innovación. De acuerdo a esta posición, la innovación lleva implícita una mayor creatividad y riesgo en las propuestas educativas. “No basta la calidad. Ésta puede producir un mejor modelo, pero obsoleto. El alumno encuentra información en su Smartphone. El profesor ya no es el trasmisor de información, sino que debe ser el gestor del aprendizaje, un guía”, agrega Rodríguez.

Esta visión urbana y aplicable a las clases medias y altas del país es interesante, y tal vez podría ser adoptada en algunos colegios públicos de la capital, tal como ya se ha implementado en algunos colegios privados de élite. Pero, ¿se le puede pedir al Ministerio de Educación que la extienda a todo el país cuando los requisitos tecnológicos y metodológicos todavía no están disponibles para la mayoría de estudiantes y docentes peruanos? Ni siquiera en Finlandia, que es el modelo de Saavedra.

Luego de eso, no sabemos si el exministro quiso provocarlos y responderles, pero su artículo Empezar a desmitificar al elefante, publicado a principios de este año en El Comercio, se refirió justamente a las posiciones de los liberales de derecha. En él afirmó que si el Perú quiere ser un país desarrollado, inevitablemente el tamaño del Estado debe ser mayor que el 18% actual, y que todavía hay millones de peruanos que no reciben los servicios a los que tienen derecho, o que los reciben sin la calidad apropiada. Les respondió que era imposible lograr una cobertura de alta calidad en los servicios con el mismo presupuesto, siendo más eficientes.  

“Siempre se puede ser más eficiente, pero no podemos lograr lo que queremos simplemente con más eficiencia. Un colegio no puede mantenerse si el Estado destinó  cero soles a su mantenimiento durante los últimos 30 años. Hasta el más liberal y antiestado entendería que un psicólogo por cada 5.000 alumnos no es suficiente. Desde donde partimos, más gasto es inevitable”, argumentó en su artículo.

Saavedra no se dedicó solamente a poner el parche en algunos problemas concretos sino que los ha abordado de una manera integral, al poner énfasis en el aspecto pedagógico y en el de recursos humanos.

No te metas con mi kiosco

El neoliberalismo en el país se ha aplicado de manera de manera prepotente y sus defensores no aceptan matices. Tanto así que verbos que deberían ser de manejo ordinario en una democracia como ‘fiscalizar’ y ‘regular’ son anatemas para ellos y actúan en concordancia con este pensamiento.

Hace algunos meses un borrador de borrador del reglamento de colegios privados generó pavor entre los defensores del estatus quo educativo. Éste se puso a discusión entre todos los sectores involucrados por el Área de Gestión de Calidad del ministerio, y el objetivo era que el Estado actualice algunas normas  que fijaban estándares mínimos en las entidades privadas. Esta pretensión suscitó un revuelo tan grande que el documento ha sido retirado de circulación.

A partir de la década de los 90, con la ley de fomento a la educación privada, se empezó a generar una oferta en el sector educativo privado que sobrepasó el control estatal. Hace 20 años la escuela privada representaba entre el 13% y 14 % de la matrícula total del país;  hoy  representa el 26% a nivel nacional y el 50 %en Lima.

Si bien existen muchos colegios privados de muy buena calidad, no son la mayoría. Hay educación privada mediocre, mala y pésima en un país que se juega los últimos puestos del  mundo en calidad educativa.  Muchos de los colegios privados son informales. Solo en Lima se han detectado 170 y están en proceso de cierre.

El famoso y temido reglamento – que nunca vio la luz – concentraba  las normas que tienen que ver con el funcionamiento de los colegios privados. Hay algunos puntos que han sido especialmente sensibles para la comunidad educativa. Uno de ellos es el de las planillas. “El planteamiento del ministerio es que todos los profesores estén formalizados, lo cual también está dentro de la norma laboral vigente”, explica Javier Palacios, director general de Calidad de Gestión Escolar.

Las críticas también se referían a una norma emitida hace varios años, por la cual los colegios privados deben esperar hasta el final del año escolar para separar a los alumnos cuyos padres no pagan la pensión. Paralelamente, el ministerio ha liberado la matrícula de los alumnos para que éstos puedan ser cambiados a colegios más baratos en cualquier momento del año, hecho que estaba prohibido. Palacios señala: “Nos han dicho que hemos colaborado a que la deuda aumente, pero nosotros no somos los secuestradores de los niños y no podemos limitarlos. Eso también ha generado molestia”.

Otro punto que motivó las protestas fueron los 80 motivos de sanción y, específicamente, las multas draconianas que se encuentran vigentes en la norma de edificaciones para colegios que rige actualmente. Según Palacios, es cierto que las sanciones son irreales y que es desproporcionado penalizar con 50 UIT - que equivale aproximadamente a 40,0000 dólares -  a los colegios que no tienen focos con lúmenes suficientes. “Lo que quiere el Ministerio  es, precisamente, racionalizar esas multas”, afirma.

La batería de ataques proveniente del poderoso sector de propietarios de colegios privados no se hizo esperar. Los siguientes titulares sintetizan el malestar: “Los burócratas quieren barrer al sector privado”. “La reforma de la educación excluye a los privados”.

Gestión en la balanza

¿Cuáles han sido las virtudes del ahora controvertido exministro de Educación? Quizás el principal acierto de Saavedra al frente de su sector fue no creerse un Moisés. Aunque ahora muchos de quienes lo respaldan lo consideran un parteaguas, lo que hizo en un primer momento fue continuar la gestión de su antecesora Patricia Salas.

La ministra de Humala se concentró en recoger las propuestas de la sociedad civil, en concreto, las planteadas por el  Consejo Nacional de Educación y la Defensoría del Pueblo. El aporte de Saavedra fue darle mejores criterios de gestión, como por ejemplo un mayor impulso al presupuesto por resultados y a  la rendición de cuentas en el gasto público. No en vano se hizo de un equipo con gente de los ministerios de Economía y de Inclusión Social,  que tienen experiencia en esa forma de trabajo.

“Entre Salas y Saavedra hubo continuidad, solo que él le da esta lógica de gestión clara y más institucionalizada. Entra a empujar procesos que ya  se habían implementado y sigue con los consensos sobre las prioridades en el sector Educación“, señala la especialista de Grade, María Balarín.

Saavedra no se dedicó solamente a poner el parche en algunos problemas concretos sino que los ha abordado de una manera integral, al poner énfasis en el aspecto pedagógico y en el de recursos humanos. De esa manera, consiguió de la administración de Humala un mayor presupuesto que permitió  mejorar la infraestructura de los colegios y alcanzar la jornada escolar completa, un anhelo que se mantuvo solo en el discurso por muchos años. Balarín señala: “De igual manera, le ha dado soporte pedagógico a la educación intercultural en las escuelas rurales. Todos estos avances  no se van a expresar en resultados concretos de la noche a la mañana, pero van a ayudar a acortar brechas a mediano plazo”.

El tratamiento del recurso humano ha sido singular en la gestión del ministro. Los profesores siempre han sido la última rueda del coche en el país. A los magros sueldos se le ha sumado un discurso peyorativo en el que primaba el enfrentamiento sobre  el diálogo.  En la gestión del ministro aprista Antonio Chang se dio una ley de carrera pública magisterial muy limitada. No fue obligatoria y por ello  solo algunos docentes se trasladaron a dicho régimen; la mayoría se quedó en el antiguo. No se hizo el esfuerzo por convencer a los docentes de las bondades de un  proceso que era más normativo que seductor. Al final, hubo mucha disconformidad. Además de las múltiples denuncias de corrupción por la compra y venta de las claves de los exámenes, los maestros no sentían que la ley los beneficiase, sino que más bien les ponía trabas en su desempeño. La percibían más como un castigo que como un reconocimiento, a pesar que implementaba una mejora escalonada en el salario a quienes ingresas en a la carrera pública.

Por el contrario, la ley de docentes de Salas  vino  acompañada de un paquete de financiamiento muy completo y que no penaliza al docente. Por primera vez se realizó un acompañamiento a los maestros,  sobre todo a los de escuelas rurales. Pero claro, la ley era obligatoria y el Sutep se encabritó. Salas tuvo que pagar el costo político que significó la pérdida de liderazgo en el sector y un debilitamiento de su gestión. Se fue a finales del 2011 junto a todo el golpeado gabinete Lerner.  Dejó la huelga resuelta y un gremio magisterial dividido y cansado. El terreno para Saavedra estuvo mucho más llano.

El especialista en temas educativos del IEP,  Ricardo Cuenca,  considera que otro de los méritos de Saavedra es que ha sabido vender mucho mejor sus productos,  a diferencia de su antecesora. Esta especie de marketing  generó un  impacto positivo en la opinión pública, que no es lo mismo que hacer productos sin mayor relevancia, sólo para impactar, como en la gestión de Chang.

Si bien Saavedra desarrolló los pilares puestos por Salas, presentó los incipientes resultados de manera distinta. Mientras el lema de la ministra era “que nadie se quede atrás”, el de Saavedra era “hacia la nota más alta”. La vieja paradoja del vaso medio lleno y medio vacío, pero el mismo vaso al fin y al cabo.

Cuenca precisa también cuáles han sido sus objeciones a la gestión de Saavedra: su preocupación de fondo es que los logros en el sector educación son desiguales. “En el Perú existen desigualdades educativas que no son consecuencia del orden natural de las cosas, sino decisiones particulares del Estado o de la ausencia de éste en contextos específicos”, precisa. Uno de los ejemplos que resalta es que los colegios secundarios en zonas urbanas cuentan con una cobertura de servicios significativamente más elevada que aquellos en zonas rurales (75% y 12% respectivamente), y mientras que 8 de cada 10 colegios privados cuentan con servicios de agua, luz y desagüe, en el ámbito estatal son solo 3 de cada 10.

En el terreno del rendimiento de los alumnos en secundaria, sostiene que se observan grandes brechas entre los espacios urbanos y rurales, entre los colegios públicos y privados. En la población rural sólo el 2% se encuentra en el nivel satisfactorio en comprensión lectora, cifra que se aleja 15% en colegios públicos urbanos. Igualmente, 2 de cada 5 estudiantes de colegios públicos no cumplen con las competencias básicas, mientras el 24% de los alumnos de la escuela privada tienen un rendimiento satisfactorio en comprensión lectora.

Su preocupación se extendió a los colegios de alto rendimiento que fueron prioritarios para Saavedra. Para el especialista, en cambio, ese proyecto agranda aún más las brechas en la educación. Actualmente hay 19 colegios de este tipo y la apuesta es que sean 26, uno por región. A estos colegios van los más acomodados, no los más pobres. Los profesores ganan dos veces y medio más que los de la carrera. Según Cuenca, por cada colegio de alto rendimiento que se remodela se pueden construir 30 escuelas rurales.

Sostiene: “No es calidad educativa que un grupo de estudiantes con mejores habilidades obtengan mejores resultados, mientras que estudiantes sin habilidades excepcionales obtengan pequeños resultados. Es cierto cuando Saavedra dice que los colegios de alto rendimiento permiten que un niño brillante de Condorcanqui, con padres de muy pocos recursos, logre una  educación que le permita acceder al bachillerato internacional. Sin embargo, la pregunta es: ¿cuánto tiene que esperar un niño no brillante que nació en Condorcanqui para tener una escuela en su comunidad? La calidad de algunos no es mejor educación”.

Sobre la gestión propiamente dicha, Cuenca precisa que la ideas fundacionales de la reforma educativa vienen de la ministra Salas, lo que pasa es que ésta no tenía los recursos comunicacionales de Saavedra y, además, le falló el concurso virtual para los docentes, con lo cual el Sutep la catapultó. Lo que hizo el exministro fue retomar la idea de los concurso y promocionarla. Añade: “Vendió un discurso muy exitoso de la educación, el sí se puede y, como es muy preparado, sabe qué cifra colocar y cómo colocarla. Salas mostró cómo el estudiante de la zona rural que estaba en el foso había salido al subsuelo; en cambio, Saavedra mostró al estudiante de la zona urbana que estaba logrando los estándares requeridos. Mostrar éxito donde te va mejor siempre es más vendedor. Eso se llama trabajar para las cifras. La finalidad de la educación ha devenido en una confusa noción de calidad que sea medible”.

Para el investigador sólo han habido dos verdaderas reformas de la educación: la de Velasco, que cambió el imaginario de la población; y la de Fujimori, que cambió el sentido de las cosas, introdujo el individualismo, el discurso utilitarista de calidad, la medición con indicadores. Y también reconoce dos intentos de hacer una verdadera reforma: la de Lynch y la de Salas. Saavedra no aparece en la lista.

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Noviembre del  2016.  Saavedra volvió a ser ovacionado en Cade, pero eso ya no significa nada. Política manda.

Entrevista