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¿Por qué usar menos plástico?

Foto: Green Area.

El plástico, material derivado del petróleo, es un invento del siglo XX. Actualmente existen más de 200 diversos tipos de plástico que difieren desde su grosor hasta su fórmula química, y por ende en su velocidad de descomposición. Todo plástico es contaminante y afecta la salud humana y el medio ambiente. Cuando se calienta, se emiten gases contaminantes que podemos aspirar con facilidad.

Actualmente utilizamos plástico para envolver la comida, para llevar y guardar la lonchera, para llevar los alimentos del mercado, para los pañales de los bebés. El plástico es parte de nuestra vida cotidiana; casi no podemos imaginarnos una vida sin plástico. Sin embargo, podríamos usar mucho menos plástico sin que ello cambie, de manera sustancial, nuestra vida.

El plástico demora muchos años en descomponerse, entre 100 y 200 según el tipo. De tanto plástico que utilizamos se ha formado una enorme isla flotante en medio del mar. Se trata de una isla compuesta, en gran medida, por pañales desechables, botellas plásticas y bolsas. Miles de animales marinos, entre tortugas, mamíferos marinos y peces mueren en el mar porque lo consumen. Cuando viajamos, sabemos que nos estamos acercando a un pueblo pues aparecen a recibirnos las bolsas plásticas colgadas de los árboles cercanos a la ciudad.

Los plásticos pueden ser fácilmente reemplazados si hacemos un pequeño esfuerzo. Podemos llevar bolsas de yute en la cartera que nos sirvan para las compras, dejar de utilizar cañitas de plástico o llevar un tomatodo o una taza al salir de casa. Son costumbres cotidianas que hacen la vida más bella al saber que no contaminamos el planeta y que no nos contaminamos.

Estamos acostumbrados a usar plástico sin pensar y sin pagar. La nueva ley que reduce el consumo de las bolsas plásticas por medio de un mecanismo sencillo -que nos hace pagar el costo del uso de la bolsa plástica- internaliza de esta manera las externalidades que produce el plástico y que normalmente no se incorporan en el precio. El contaminar el mundo y afectar la salud de los seres vivos conlleva un costo que alguien deberá pagar, sea la persona que se contamina, el Estado a través del seguro social o la empresa. Lo cierto es que no es el consumidor de plástico el que paga por el daño producido. Mediante esta ley que regula el uso del plástico, se introduce el principio de “el que contamina paga”. Si bien no podemos cambiar las costumbres de la noche a la mañana, iremos acostumbrándonos a que contaminar implica un precio que debemos pagar, pero también que el no usar plásticos permite una vida mejor para nosotros y para el planeta.

En este sentido, la ley contempla la suspensión del uso de plástico para las entidades del Estado, lo que permitiría una adaptación paulatina a los establecimientos comerciales e instituciones privadas. Ello va a implicar un viraje y el despliegue de mucha imaginación por parte de la industria, que tendrá que innovar y crear nuevas opciones para poder proponer a los consumidores nuevos productos que conlleven a la disminución del uso de plástico: productos como bolsas de yute, tela o papel, envases de cartón, entre muchas otras opciones.

Es indudable que tendrá que haber una adecuación. Por ejemplo, los establecimientos comerciales tendrán que invertir en un lavaplatos en vez de entregarnos todo en envases plásticos. Podremos volver a usar pañales de algodón si existe la posibilidad de enviarlos a lavar a un precio razonable.

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