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Reflexiones sobre la relación bilateral a propósito de la reciente visita presidencial a Santiago de Chile

Un 20 de octubre de 1883, en el balneario de Ancón, se firmó el Tratado de Paz que dio por terminada la cruenta guerra entre el Perú y Chile. Atrás quedaron irreparables pérdidas humanas, territorios desolados por la barbarie enemiga, terrenos arrebatados por la codicia extranjera, pero, sobre todo, la ignominia de la derrota.

No solo nos venció la superioridad bélica del enemigo propiciada por la miopía política de años anteriores a la guerra y por el apoyo de grandes empresas extranjeras, la mayoría inglesas, sino que perdimos la guerra por incapacidad, indiferencia y, fundamentalmente, por los graves errores y egoísmos de nuestra clase política, que antes y durante las hostilidades prefirió sus intereses a los de la nación. En resumen, enla Guerradel Pacífico “exhibimos la lepra”, como bien dijo Manuel González Prada. Para adelante quedó el sentimiento de revancha, por un lado, y, por el otro, la ilusión y la esperanza de reconstrucción y de desarrollo como nación y como sociedad.

Hoy, a 128 años de concluida la guerra, aún no podemos cerrar el conflicto, debido a que ni peruanos ni chilenos hemos sabido ganar la ansiada paz que nos permita vivir con la tranquilidad y la seguridad de buscar nuestro desarrollo sin tener que preocuparnos por nuestro nuevo vecino.

En efecto, la historia nos muestra que luego de la guerra vivimos siempre en permanente tensión, en un continuo vaivén, en un cíclico sube y baja: algunos momentos de ansiada armonía mezclados con periodos de zozobra e intranquilidad, que han llevado a que los peruanos experimentemos sentimientos de revancha y los chilenos de soberbia, internalizados en el colectivo ciudadano de cada país, aprovechados y catalizados por intereses de grupos de presión, políticos y medios de comunicación que buscan mantener el statu quo de una lógica de suma cero en vez de privilegiar una de cooperación y complementariedad entre nuestros pueblos.

Muchos caminos se han intentado, muchas herramientas y estrategias se han privilegiado, pero todas fracasan por falta de dos ingredientes esenciales y connaturales a todo proceso político tendiente a curar heridas luego de un conflicto cruento en exceso: por un lado, la voluntad política de ambas partes para que, dejando de lado sentimientos y corazón, se prioricen razones y racionalidades para hacer frente a temas comunes a nuestro desarrollo; por el otro, el conocimiento mutuo de nuestros ciudadanos de a pie que permita el entendimiento, la comprensión y la percepción de que podemos tener confianza en nuestro vecino para avanzar juntos por el camino del desarrollo para nuestros pueblos.

No podemos desperdiciar la oportunidad que nos brinda este siglo XXI, que nos abre la puerta del océano Pacífico como el llamado a ser el “mare nostrum” donde se verifican las relaciones de poder del nuevo siglo y donde el denominado Arco del Pacífico (México, Colombia, Perú y Chile) se pueda convertir en un actor privilegiado en el contexto internacional.

Ambos elementos, voluntad política y entendimiento de nuestros pueblos, deben ir de la mano, nunca disociados. Si bien es cierto que debemos buscar la institucionalización de las relaciones bilaterales en función de la creación y ejecución de herramientas políticas para tal efecto, relaciones lideradas por el Estado, el Gobierno y la clase política; también lo es que no podemos dejar de observar que en países como los nuestros, muy poco institucionalizados, donde la herramientas de gestión son flor de un solo día y donde en la actualidad los empresarios están marcando la pauta del acercamiento y mejoramiento de las relaciones bilaterales por sobre la clase política, la diplomacia individual de los jefes de Gobierno (llamémosla diplomacia presidencial) puede rendir sus frutos en función del grado de empatía de los mandatarios entre sí.

Prueba de ello es que ante el enfriamiento de las relaciones bilaterales a casi un gélido nivel, con el consiguiente estancamiento del mecanismo denominado 2 x 2 y en un contexto de contencioso jurídico internacional de la delimitación marítima en el Tribunal Internacional deLa Haya, los presidentes Sebastián Piñera y Alan García, tomando el toro por las astas y enfrentando críticas muy severas de ciertos sectores interesados, decidieron realizar sendas visitas a Lima y Santiago, respectivamente, precedidas por las visitas de los ministros de Defensa y las más altas autoridades castrenses. Una nueva forma de mejorar las relaciones, una nueva herramienta de gestión (el 1 x 1 o la diplomacia presidencial en pleno auge).

La reciente visita de Alan García a Santiago trajo como consecuencia directa el fortalecimiento de las relaciones bilaterales en el campo político, económico y comercial. Fue su objetivo trabajar constantemente en el fortalecimiento de un proceso de “integración profunda” en el Pacífico Sur. Tenemos como posibilidad de futuro común, pero también como amenaza a él, nuestra relación común frente a los países del gran mercado asiático; se nos plantea como lucha común la reducción de la pobreza y de la desigualdad, por lo que debemos visualizar como un reto común el logro del bienestar de nuestros pueblos expresado en alcanzar el nivel de desarrollo.

La reunión en Santiago tuvo como logro lanzar una hoja de ruta que permita alcanzar la iniciativa de integración bilateral. Hoja de ruta que se sustenta en acuerdos de integración económica, comercial, de consolidación de inversiones y de fortalecimiento de lo acordado en las reuniones previas de los ministros de Defensa, que buscan un mayor fortalecimiento de las relaciones castrenses.

No podemos más “caminar de espaldas”, pues eso nos alejaría de nuestro común destino; tampoco podemos caminar juntos mirando permanentemente hacia atrás, porque si lo hacemos tarde o temprano terminaremos tropezando, por falta de visión conjunta de futuro o, peor aun, porque nos pusimos zancadillas. En ambos casos estaremos desaprovechando las oportunidades del corto, mediano y largo plazo.

La guerra y el desorden son enemigos de la inversión para el desarrollo; solo dejan sufrimiento y abusos y rinden ganancias exclusivamente a los mercaderes de armas. La cooperación en proyectos de intereses afines y beneficios comunes es el reto que debemos asumir.

 

Entrevista