Entre la crisis financiera y la crisis social: El nuevo dilema de América Latina

La crisis financiera internacional ya llegó a América Latina y dejará marcas. Es cierto que el importante crecimiento económico y la fuerte acumulación de reservas de los últimos años ponen a algunos países de la región en mejor posición que a otros. Pero al margen de la capacidad financiera para afrontar shocks devaluatorios y de iliquidez, el gran reto de América Latina será afrontar la transformación de la crisis financiera en una crisis social y política. Y así lo ha reconocido el país que para algunos tiene más derecho a ser optimista. En la XVIII Cumbre Iberoamericana, la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, ha pedido no quedarnos en el desplome bursátil, sino que evitemos el desplome social. Lo cierto es que la crisis mundial ya viene ampliando la brecha social desde hace muchos meses y que el impacto financiero de la crisis profundizará aun mas esta brecha.
Lo paradójico es que en el 2007, cuando Latinoamérica crecía por mas de 5% durante cinco años consecutivos y la capacidad de compra del latinoamericano promedio había subido en más de 25%, la región ya mostraba signos de desgaste social. Una mezcla de exuberancia de nuevo rico e insatisfacción de viejo pobre estaban generando conflictos internos en muchos países de la región. El lento chorreo económico, o la diferencia en la velocidad en que el rico se hacia más rico y el pobre menos pobre, estaba generando heridas sociales que el BID ha llamado “brechas de insatisfacción”. Brechas que permitieron la llegada al poder de gobiernos de izquierda y centro-izquierda en varios países de Centro y Sud América. Lo cierto es que Latinoamérica perdió estos valiosos años de crecimiento para implementar reformas estructurales y programas de protección social que ayuden a amortiguar la caída del ciclo económico. Aun en el escenario optimista -cada vez con menos adeptos- de que Latinoamérica no entre a una recesión, la crisis mundial ampliará aun más la brecha social no sólo por su actual impacto en remesas y precio de alimentos, sino por las consecuencias del manejo macroeconómico de la crisis financiera dentro de la región.
La crisis llegó a la región mucho antes de que llegue a las bolsas de valores. Y llegó aumentando la brecha social a través de dos canales: precio de alimentos y remesas. En su informe regional de octubre, el FMI informó que la inflación anualizada a agosto del 2008 llegó a 8.75%, mientras que el precio de los alimentos se incrementó en más de 15%. La inflación de alimentos afecta a los hogares en forma desigual, golpeando más a los más pobres, sobretodo a aquellos del ámbito rural en donde la escasez se agudiza por problemas distributivos. Por otro lado, la desaceleración de la economía de Estados Unidos ha golpeado fuertemente a sectores que emplean a un gran numero de inmigrantes latinoamericanos (el sector construcción y de servicios principalmente), lo que ha estancado el flujo de remesas a la región en el 2007. El BID ha proyectado que las remesas caerán, por primera vez, en cerca de 1.7% en términos reales en el 2008, lo que repercutirá inmediatamente en una caída del ingreso familiar que la clase media y pobre destina a gastos básicos y educación. De acuerdo a un estudio del Banco Mundial, una reducción en remesas tendría un impacto adverso sobre los niveles de pobreza y desigualdad en el ingreso. Hay que resaltar que en la mayoría de países Latinoamericanos, las remesas llegan a ser más importantes que los fondos públicos destinados a apoyo social. Sólo en Perú, las remesas fueron 2.3 veces más que el total de los fondos del gobierno destinados a apoyo social en el 2006.
Pero no sólo los precios de alimentos y la caída de remesas afectan los ingresos reales en forma desigual. La repercusión financiera de la crisis y las políticas macroeconómicas para afrontarla ampliaran más la distancia entre ricos y pobres en América Latina. En primer lugar, la repercusión financiera de la crisis generará una mayor presión devaluatoria por salida de capitales de la región y una restricción al crédito por la iliquidez mundial de dólares. Históricamente, las devaluaciones han alimentado la inflación en América Latina debido a los niveles significativos de dolarización y al patrón de importaciones que continúan siendo relevantes en muchos países de la región. Por otro lado, la mayor participación de la banca extranjera en los sistemas financieros hará que la restricción del crédito se acentúe más rápido, y, como es usual, los créditos de consumo y microempresas serán los primeros en ser racionados.
En segundo lugar, el manejo macroeconómico de la crisis ha empezado por una contracción del gasto público que, si bien es saludable en algunos rubros, corre el alto riesgo de reducir también el gasto en protección social. Con la caída en remesas y la reducción de la ayuda internacional para el desarrollo, una reducción del gasto para proteger nutrición, salud y educación podría profundizar los conflictos internos en la región, hacer más lenta la salida de la crisis, y dejar huellas de largo plazo en el desarrollo económico de América Latina. Este punto toma mayor relevancia cuando la cooperación intra-regional se vuelve mas importante pero llega cargada de un matiz político que busca un “nuevo” orden social en la región. De acuerdo a un estudio de la Secretaria General Iberoamericana, el número creciente de proyectos de cooperación Sur-Sur se ha concentrado en países como Cuba y Venezuela.
Si la insatisfacción popular y los conflictos internos en América Latina aumentaron cuando se rompían records de crecimiento y estabilidad macroeconómica, no es aventurado pensar que la crisis mundial no solo tendrá un impacto económico en la región, sino que traerá consecuencias aun más peligrosas en el lado social y político. La cada vez más fortalecida relación entre Venezuela, China y Rusia no es vista con buenos ojos en Estados Unidos. En un reciente editorial de un diario del Washington Times, se alerta sobre la amenaza que para Estados Unidos puede traer esta alianza dentro de la región. La crisis mundial parece estar reconstruyendo la cortina de hierro que pensábamos había sido destruida hace 18 años. Sólo que esta vez el comunismo chino ha reemplazado al comunismo ruso, y la crisis mundial ha puesto en jaque al capitalismo americano que, cada vez más gente coincide, requiere su propia perestroika. Mientras tanto las fichas ya empezaron a moverse en América Latina. Las líneas de crédito swap de 30 mil millones de dólares a México y Brasil por parte de la Reserva Federal, y las ofertas de ayuda financiera a los mismos países por parte del FMI, son importantes señales de que Estados Unidos esta moviendo sus fichas en la región. La pregunta que queda es quién moverá la siguiente ficha por Argentina.