Pablo Macera en la Revista Ideele

Ernesto de la Jara Basombrío recuerda – de manera libre- algunos episodios de las entrevistas que le hizo al historiador Pablo Macera, quien hace poco murió, para esta revista, entre los años 1993 y 1995.
I
El resentimiento de un oráculo.
El historiador Pablo Macera siempre se sintió muy resentido con el Perú. Varios han contado que explicaba su terrible error de haber candidateado con Fujimori diciendo que era la primera vez que un político lo convocaba. Pero, a la vez, lo cierto es que era un intelectual muy valorado desde hacía mucho tiempo, a diferencia de otros que, pese a tener méritos suficientes, se pasan la vida – y hasta la muerte - injustamente ignorados. Tuve oportunidad de preguntárselo en el tiempo que aceptaba con gusto entrevistas del IDL, a las que después se negó para siempre por las críticas que lógicamente le hicimos al verlo con Fujimori.
“Siempre que converso con usted, o que lo leo, noto como un resentimiento frente a alguien o algo que no logro identificar. A la vez pienso que usted, a pesar de todo lo que puede haber dicho irreverentemente, es muy valorado. Prueba de ello es que representantes de los más diversos sectores recurren a usted permanentemente”, le dije.
Frente a lo primero, jaló un tema histórico-subjetivo, que en esos tiempos, año 1995, era recurrente como causa de explicación de muchas cosas, relacionado con “el trauma de la conquista”: “Puedo reconocer que soy resentido, pero el 80 % o 90 % de los peruanos lo son, y tienen más razones que yo para serlo. Sheler dice que el resentimiento aparece cuando hay un agravio que no puede ser replicado. El Perú es un país en el que todas su clases son clases agraviadas, por un hecho colonial que no ha sido superado ni compensado. Por eso la aristocracia y la clase mandante son de segunda clase, al igual que la clase media, y el pueblo …” El agravio no replicado era efectivamente una frase a la que el historiador recurría lúcidamente de manera permanente para explicar proyectos personales y colectivos truncos.
En cuanto a lo valorado que era él pese a que siempre criticaba a todo el mundo, contestó irónicamente: “Sobre esa actitud, relativamente amistosa hacia mi, que agradezco mucho en lo casos de algunos amigos muy tolerantes, mi resentimiento es igual que que el de todos los demás científicos sociales peruanos. Cambiaría todo ese reconocimiento que se me otorga en el tercio final de mi vida, por una ayuda más efectiva a toda la gente de mi clase social y de mi oficio intelectual, con lo cual no solo mi resentimiento hubiese sido mucho menor, sino mi resentimiento social también habría sido mucho más alto. ¿De qué viene ese supuesto reconocimiento? Al igual que otros, necesité ayuda a los 20, 25, 35, 45 años, y no lo recibí”, sostuvo.
Ahora, tal vez pueda estar yo equivocado, pero a veces me parecía que Macera podía conseguir muchas mejores condiciones laborales, pero preferiría mantener su austeridad, porque era parte del perfil personal-profesional que quería proyectar. Le lancé la pregunta: “ Pero trabajar en condiciones tan austeras como las que la rodean en estos momentos (estábamos en su oficina que le había dado San Marcos detrás del Congreso, un lugar interesante pero bastante hacinado), obviamente admirables a un nivel, ¿no es también, en parte, una decisión propia por alguna razón?”. Macera respondió medio molesto: “Ah, caramba, ahora soy yo el culpable. Yo vine aquí como expulsado por mis colegas y mis alumnos a un sitio que no tenía piso, que estaba clausurado con paredes misteriosas que yo hice botar, y descubrí la universidad. Con la ayuda de amigos y familiares lo fui transformando. Yo nunca he pertenecido a ninguna clase privilegiada, no solo porque no me gustan los privilegios y me parecen injustos, sino porque me parecen peligrosos. Este sitio que usted califica de austero, muchos de mis colegas lo ven como un paraíso porque ellos tienen menos, y eso a veces hace que tengan reacciones contrarias a mí (…)”. Le insistí sobre el punto hablándole de becas o fondos a los que podría acceder, pero me cortó con un tajante “no hablemos más del tema “, no sin antes reafirmar que sus condiciones económicas habían sido profundamente limitantes para producir y hasta causar “algunas crisis personales muy graves”.
II
El historiador que deseaba vivir en el futuro
Sabía que era una pregunta tonta pero no podía dejar de hacerla cada vez que lograba entrevistar a Macera: ¿qué épocas o personajes de la historia del Perú son sus preferidos? “Parece una pregunta de los antiguos concursos de miss Perú”, podría haber sido perfectamente la respuesta del historiador tomando en cuenta su “mala” fama. Pero no. Siempre la recibió con tolerancia, y eso que se la hice varias veces, porque notaba que sus apreciaciones iban cambiando.
La primera vez me respondió de manera cortante y provocadora: “si tuviera que escoger una época, escogería el futuro”. Y, claro, como parte de sus sustentación agregó su experiencia personal hecha en el Perú: “desde el año 1929 en que nací, he vivido de crisis en crisis. No tengo casi recuerdos gratos de mi historia familiar o económica, solo en muy contados tiempos, que no son años, sino meses, y creo, además , que esta es una situación que corresponde a toda la clase media a la que pertenezco”. Concluyó con una de esas frases que Macera solía sacar de la manga y caían a pelo: “una clase media que ha venido pagando los platos [rotos] del chifa que no se comió”.
¿Debía asumir que el entrevistado me estaba marcando un fin de la historia? Por suerte conocía de algunas de sus debilidades a pesar de todo, por lo que insistí. Ya sé que usted dice que “en ningún caso admira totalmente al personaje y sus acciones”, pero a veces rescata a algunos, como suele ser el caso de Santa Cruz. El historiador cayó en la trampa y me explicó que lo que pasaba era que Santa Cruz había sido uno de los “pocos nombres aislados” que concibieron “proyectos a largo plazo”, aunque -precisó- “los grupos de su entorno no llegaron a constituir élites organizadas y funcionales”. Es decir, se refirió a su constante crítica – y de la historiografía nacional en general- de ser el Perú un país que solo ha tenido grupos dominantes pero no dirigentes, a diferencia de otros, como Chile. Sin embargo, según Macera, Santa Cruz casi logra romper esa regla en torno a su proyecto de la Confederación Perú-Bolivia, pero la clase dominante chilena lo impidió en alianza con algunos grupos peruanos. (La traiciones en la nuestra historia, otra de sus líneas de pensamiento).
¿Y quienes más están entre esos “pocos nombres aislados”? Y mencionó a Pardo y Prado, aclarando que – tal vez motivado por mi expresión de sorpresa – que “quizá asombre la mención de este binomio Pardo-Pardo pero ellos intentaron que todos pagaran impuestos, lo cual generó una revolución similar a las conspiraciones criollas de finales del siglo XVIII contra la presión fiscal del imperio español”.
Como se dice, “todo consiste en comenzar”. ¿Alguien más? Sí, y sumó a Gamarra, y sin que le importara su autoritarismo sino todo lo contrario: “no encuentro reprochable su autoritarismo, sino en la medida que no lo consiguió aplicar”. También mencionó a La Mar, por su sueño de una “semiconfederación peruano-ecuatoriano”, y a Castilla “no tanto por su gobierno sino por su intuición”.
De vez en cuando yo buscaba “jalar agua para mi molino” tratando de incluir a personajes próximos a mi historia familiar: ¿Y en su lista no cae de alguna manera Piérola, ya que en algún momento significó un cambio? No, contestó tajante, para meter, en cambio, a Leguía, “quien con todos sus defectos tenía claro qué hacer y qué no hacer con el país”. Recuerdo que le comenté que mi abuelo JM de la Jara había estado deportado casi todo el oncenio de Leguía, para ver si comentaba esa parte de la historia de su elegido y si algo me decía sobre mi abuelo; pero guardó un “ofensivo” silencio sepulcral .
Entonces me vengué diciéndole que notaba un cambio en su posición frente a F. Belaúnde, porque había leído que últimamente le reconocía algunas cosas positivas. Marcera: “En su un momento fui muy crítico, pero ahora pienso que se necesita una rectificación “¿Qué de él le parece ahora positivo? Su intuición en su primer gobierno, que se queda a mitad de camino al no entender el mensaje de los militares […] Belaunde no percibió que el Ejercito ya tenía en aquel momento, a niveles por lo menos de CAEM, un proyecto nacional más viable con él, que solo con los militares”.
Al confesarme de su sueño de recuperar Arica y Tarapacá, le hice la pregunta que correspondía: ¿Aún a costa de una guerra? Y él respondió ingeniosamente y con otra confesión, casi promesa, que después, lamentablemente, incumplió: “Estamos hablando de un sueño y, en todo caso, gracias a Dios, nunca he tenido ni voy a tener posición de gobierno”.
Espontáneamente, siguió con su lista mencionado a Mariátegui, Haya y Velasco, a quienes criticó en forma conjunta, combinando aspectos subjetivos y de contexto social: “en ninguno de los casos - por limitaciones originadas en la las personalidades correspondientes o en la correlación de fuerzas – se consiguió en forma aislada o como suma histórica, vencer y desarticular el poder instalado e inerte que como personas o grupos sociales se opusieron a una nueva configuración del país en cada caso” .
Le comenté que él había comenzado (re)negando de todo, pero que poco a poco había ido repartiendo “medallitas de, por lo menos, buena voluntad” (recuerdo que usé una expresión así de irónica), a lo que contestó, qué él no negaba que habían habido muchos intentos, pero siempre individuales y fracasados, lo que había llevado al Perú a ser una sociedad inviable.
Y de pronto de nuevo salió de Macera una de esas frases que nunca supe si se le ocurrían en el momento o si las tenía preparadas para si se presentaba la oportunidad, y esta vez se relacionaba a dos personajes altamente polémicos y criticables (por decir lo menos), y frente a los que el historiador – creo yo – cometió graves errores, en términos de análisis o de compromiso personal: “ninguna de las personas a las que voy a aludir aceptarían la frase, pero creo que es válida: Fujimori y Abimael Guzmán coincidieron en ver a la sociedad 1890-1990 como inviable”.
III
Sueños, locuras, equivocaciones e inhibiciones de Pablo Macera
Su visión de Fujimori-junio-1993. Dice abiertamente que no le preocupa el tema democrático: “Y, para mí no es una objeción el que haya o no respetado una formalidad democrática”. Lo que le preocupa es la parte económica, su relación con un sector que siempre ha sido objeto de las iras del historiador: “No estoy de acuerdo con el programa económico”, pues viene buscando “el apoyo de los empresarios”, lo que es “una salida tradicional”, y no entiende que “con el empresariado no cabe entendimiento porque, salvo excepciones muy contadas, siempre le va a sacar la vuelta al país; es como una mujer ninfómana, no puede dejar de sacar la vuelta”.
Frente a Chile: ¿Sueño o locura?. “Le confesaré un sueño personal que no es representativo del sueño peruano, sino una de mis tantas locuras de que soy responsable exclusivamente: yo quisiera que Arica y Tarapacá volvieran a ser peruanas”.
Cuando Macera pensaba que nunca caería en la tentación del poder. Al confesarme de su sueño de recuperar Arica y Tarapacá, le hice la pregunta que correspondía: ¿Aún a costa de una guerra? Y él respondió ingeniosamente y con otra confesión, casi promesa, que después, lamentablemente, incumplió: “Estamos hablando de un sueño y, en todo caso, gracias a Dios, nunca he tenido ni voy a tener posición de gobierno”.
Me sorprendió mucho los temas que escogió cuando le pregunté por los acontecimientos nacionales que le resultaban difícil de investigar o escribir : “Nunca, por ejemplo, he podido escribir una historia de la guerra con Chile; no he querido influenciar la mentalidad de los jóvenes. Ni he podido pensar del todo la historia del Apra por estar vinculada con acontecimientos familiares. Tampoco puedo pensar lo de Sendero, porque esas muertes ocurridas de un lado y otro me han desarticulado totalmente”.
No me pude contener y le repregunté sobre Sendero: ¿pero sobre SL sí habló al comienzo, asociándolo con el milenarismo y mesianismo andino? Macera replicó: “Me equivoqué, lo cual no significa que ese milenarismo y mesianismo no existan; solo que Sendero no buscó la relación con ellos”.
Malditas y benditas crisis personales. Cerremos la entrevista, con una pregunta personal, le dije. ¿Esas crisis personales de las que suele hablar no son también fuente de sus genialidad, creatividad? Obviamente negó tajantemente lo de la genialidad, pero frente a la creatividad dijo: “En parte. No del todo. Llegan a ser limitantes”. Y recurrió a una metáfora dramática pero que me encantó: “Cuando decimos que las cordilleras son creativas porque con las aguas que encierran llegan a formar una laguna; se oculta que esas mismas cordilleras están impidiendo que esa laguna se convierta en río”.
Fue el fin de la entrevista y de las conversaciones con Ideele. El historiador ya no nos quiso recibir a raíz de nuestras críticas por haberse “traicionado" (palabra que usamos) al subirse al fujimorismo, lo cual evidentemente no desmerecía sus logros historiográficos en una serie de ámbitos.
(La foto que aparece al comienzo es una antigua con el historiador, en su famosa oficina, tomada por el gran fotógrafo César Cox Beuzeville, quien me confesó que fue una de sus sesiones fotográficas más difíciles, por obvias razones).