Brasil y Bolsonaro: La onda neoconservadora mundial

Brasil y Bolsonaro: La onda neoconservadora mundial

Luis F. Popa Internacionalista. Profesor de la PUCP.
Ideele Revista Nº 283

En su libro “América en la encrucijada”, Francis Fukuyama – sociólogo norteamericano de origen japonés- nos lleva de la mano en el sinuoso laberinto de lo que es la política exterior norteamericana. En el texto identifica las cuatro corrientes políticas del pensamiento exógeno de la misma: Idealismo, Realismo, Neoconservadurismo y Nacionalismo Jacksoniano (doctrina del presidente Andrew Jackson). Hoy en día, después del neoconservadurismo de la administración W. Bush, nos encontramos en la actual Casa Blanca del presidente Donald Trump, envueltos en una mezcla de neoconservadurismo y nacionalismo jacksoniano, su consigna America First, América Primero, así lo denota. Trump retiró a EE.UU de los Acuerdos del Cambio Climático de Paris, su guerra comercial con China, su política en desacuerdo con la Unión Europea, su xenofobia anti latina, su agresividad hacia Rusia, Cuba y Venezuela, etc.

Curiosamente, el neoconservadurismo proviene de un grupo de intelectuales judíos troskistas que después de la Segunda Mundial y la posición adoptada por la extinta Unión Soviética a favor de los árabes; optaron por estrechar lazos con la extrema derecha norteamericana.

Hoy el neoconservadurismo se ha extendido desde Hungría, Filipinas, Estados Unidos hasta Sudamérica. En Brasil acaba de ganar el señor Jair Bolsonaro. Con un lenguaje xenófobo, homofóbico y racista amenaza con retirarse de los Acuerdos del Cambio Climático de París. Para algunos es un “Trump tropical”. Para otros es más parecido al controversial presidente de Filipinas, Rodrigo Duarte, quién también es homofóbico y ultraderechista.

El problema es que tanto Bolsonaro, como el filipino Duarte, no tienen el peso y contrapeso de los poderes del Estado democrático, como si está sujeto Donald Trump. Aunque los tres tienen ese lenguaje provocador, al estilo del cowboy holliwoodense tipo John Wayne. Ahí está el peligro, de una débil democracia brasileña, con un Congreso integrado por 30 partidos – son pequeñas islas congresales- compuesto por 513 diputados y 81 senadores. El Partido de los Trabajadores tiene 57 diputados, el que más tiene; el partido de Bolsonaro, 52.

¿Por qué perdió el PT de Lula? Es que a pesar de las buenas políticas del ex presidente Lula y su sucesora Dilma; la corrupción dentro del PT , la violencia y el crimen organizado así como el odio de la derecha brasileña, los aplastó. Recordemos que un amplio sector de la población, quería mano dura ante la ola de violencia que azota al gigante sudamericano. Increíblemente muchos ciudadanos añoraban a la feroz dictadura que gobernó el país entre 1964-1985. ¿Por qué?, es que para algunos creó puestos de trabajo con la creación de empresas públicas.

Sin embargo, ahí en este tema, parece que vendrán contradicciones entre los exmilitares estatistas que integrarán el futuro gabinete Bolsonaro y el próximo ministro de economía Paulo Guedes, PHD, de la Universidad de Chicago, es decir, todo un ultra liberal y privatizador. Algo importante en Brasil es que gran parte de la población simpatiza con los militares; muchas familias se sienten orgullosas de tener un militar como familiar.

Finalmente, hay que tener presente que gran parte de la población es conservadora, que existe, de cierta manera, intolerancia racial, de género y religiosa de algunas sectas evangélicas contra la religión yoruba. En fin, una sociedad polarizada, de ahí los resultados de 55% Bolsonaro y 44% Hadda. Cuando una sociedad se polariza, la pertenencia social es más importante que la verdad. Es la identidad lo que nos une. Pues en esa discusión a priori, no se escuchan los argumentos. Vendrán momentos difíciles no sólo en Brasil, sino en América Latina, la derecha vuelve, Colombia, Chile, Argentina y Ecuador. Recordar que Bolsonaro dijo que el error de la dictadura fue torturar y no matar. ¡Hay que limpiar el país de los rojos!, ha sentenciado.

También tenemos que tener presente, haciendo un poco de historia, que Brasil es un país genuinamente geopolítico, quizás es la nación que más claro tiene este accionar dentro del contexto de países sudamericanos. Brasil de colonia pasó a ser imperio y de ahí a república. Pero su vocación estaba en ser un país poderoso. No es una crítica negativa lo que planteamos, sino más bien hay que tener claro, que incluso antes que los norteamericanos, existía en ellos un propósito geopolítico.

En un discurso, en la época de los militares, el Primer Secretario de la Embajada de Brasil en España el señor Antonio Mendes Dianna, planteaba de manera clara y objetiva cuál era la política exterior de Brasil. Su discurso titulado “El Barón de Río Branco en la diplomacia brasileña”; expresaba la contribución que el gran geopolítico brasileño había dado a la política exterior del Brasil.

Todos los gobernantes del Brasil, en el pasado siglo XX y el presente, han proyectado este propósito, no importa desde que visión ideológica lo lleven adelante. Desde Vargas hasta Lula. Bolsonaro no será la excepción, más ahora que hay una onda neoconservadora en Sudamérica. Como tampoco creo que Bolsonaro, como ha dicho el ex presidente Henrique Cardoso, ponga en riesgo la democracia en Brasil. Él expreso: “…dice (estar) convencido de que las instituciones y la sociedad frenarían una hipotética deriva antidemocrática.” Asi lo manifestó en Madrid al diario El País.

Es probable, sin embargo, que se den cambios, quizás menos populismo, más intransigencia y neoliberalismo económico en un país en donde el llamado (eufemísticamente) “modelo del siglo XXI” no ha entrado como el resto de sus vecinos. Brasil ha sido proteccionista y nacionalista en el rumbo económico, pero por lo pronto hay indicios de privatizar PETROBRAS. Esperemos, sin embargo, que se integre más con sus vecinos de la región.

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