De mal en peor

De mal en peor

David Rivera Director de la revista Poder
Ideele Revista Nº 235

Sergio Tejada, presidente de la Megacomisión, durante sesión en el Congreso. (Foto: Andina)

Es difícil cerrar el año con un tono optimista en lo que respecta a la política peruana, considerando particularmente los hechos de los últimos dos meses. Uno podría pensar que siempre fue así, que como nos hace recordar Steve Levitsky, el 2013 el Perú volvió a la normalidad. Estábamos en una especie de ilusión.

Es verdad, con un posible agravante: que lo que hemos presenciado el 2013 no sea solo el retorno a la “normalidad”, sino una señal de que la política peruana ha entrado en una nueva fase de precariedad, inmoralidad, corrupción, etcétera, y que lo que hemos presenciado son solo sus manifestaciones. Que lo poco que hemos podido ver —y, en mucho menor medida, lo que hemos podido entender— sea el reflejo de que siempre se puede estar peor. Que en el mejor escenario, el 2014 será igual que el 2013, si no peor.

¿Cómo dimensionar el problema? En el mejor escenario, el Gobierno cometió el grave error de  enfrentarse al APRA y al fujimorismo (megacomisión y “no al indulto”) sin liderazgo político, sin un partido político fuerte, sin alianzas políticas sólidas, sin representantes ni asesores lo suficientemente experimentados como para prever las implicancias y cómo había que actuar. Pensó que todo se podía solucionar en el entorno más cercano. Una ingenuidad.

En el peor escenario, en este régimen habría miembros vinculados directamente a los “rezagos” del montesinismo, que a estas alturas ya sabemos que no son rezagos, que habría una red construida de forma premeditada para mantenerse infiltrados en cualquier gobierno (con su conocimiento o sin él), y así sostener su poder e influencia. ¿En busca de qué? ¿Solo de dinero?

Dependiendo de en qué escenario estemos, lo que pasó durante 2013 cobra diferentes dimensiones. La estabilidad política que mantuvo el Gobierno hasta inicios de este año se fundamentaba no en su excelente manejo, sino en el cálculo con el que las contrapartes interesadas se manejaron hasta que llegó el punto de quiebre. Para el fujimorismo, el “no al indulto”; para el aprismo, o para Alan García, las citaciones a la megacomisión. En realidad, lo relevante políticamente fue este segundo hecho. Hasta unas pocas semanas antes de su presencia en el Congreso, García halagaba la gestión del presidente Humala, defendía el despliegue de Nadine Heredia, y hasta afirmó que no veía mal su posible postulación. Unas semanas después, comenzaron a moverse los conceptos “reelección conyugal”, el “retorno del PRONAA”, la inacción frente a la seguridad ciudadana. Más allá de la veracidad total o parcial de las afirmaciones, todo comenzó a cambiar.

Si el destape del caso López Meneses sorprendió realmente al gobierno, la confrontación política promete ponerse más dura el 2014. Si no lo sorprendió, el escenario de inestabilidad puede escaparse de control. En cualquiera de ellos, el nuevo año se presenta inestable

No tendríamos por qué esperar que alguno de los factores anteriores cambie. Los intereses de la oposición se mantendrán, y las capacidades políticas del Gobierno no tendrían por qué mejorar en la siguiente mitad de su período. Es cierto que el primer ministro César Villanueva le va a dar más que un respiro. Tiene las capacidades y el reconocimiento suficiente como para promover cambios importantes en el Gobierno y mantener una relación adecuada con la oposición. Es decir: lo necesitan.

El problema es lo que motiva a los dos principales partidos de oposición, la liberación de Alberto Fujimori y las investigaciones al expresidente García en el Congreso. Eso no va a cambiar. ¿Qué podrá hacer Villanueva para evitar esta confrontación? ¿Hasta dónde llega su pragmatismo?

Volvamos a los dos escenarios. Si el destape del caso López Meneses sorprendió realmente al Gobierno, la confrontación política promete ponerse más dura el 2014. Si no lo sorprendió, el escenario de inestabilidad puede escaparse de control. En cualquiera de ellos, el nuevo año se presenta inestable.

Mientras la política anda enrarecida, la economía no termina de aclararse. La encuesta realizada por Ipsos durante la última CADE reflejó una caída en la aprobación a la gestión del presidente Humala desde 72% el 2012 a 47% el 2013. ¿Qué ha afectado tanto a los empresarios? ¿Que terminado el tercer trimestre la economía no hubiese retomado el rumbo que se esperaba? ¿O la incertidumbre política también los ha tocado? La historia no tan reciente nos llevaría a afirmar que la razón es la primera, y que si la economía mundial sigue mejorando, las expectativas económicas también deberían comenzar a hacerlo, y reflejarse en el crecimiento del próximo año. Pero también es cierto que el candidato que antes provocaba pánico aún sigue despertando resistencias (y seguirá generándolas) en el ala más dura del empresariado. Pase lo que pase, eso no va a cambiar.

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