En Libia tampoco el almuerzo será gratis

En Libia tampoco el almuerzo será gratis

Gerardo Saravia Editor de la Revista Ideele
Ideele Revista Nº 212

Los servicios secretos británicos le enviaban prisioneros para que los interrogue, las compañías petroleras occidentales pujaban por que cada vez quería más impuestos, el asesor de Tony Blair dijo que su país iba a ser una nueva Noruega, los países de la OTAN lo armaron hasta los dientes y lo desarmaron de un porrazo (era la nueva estrella de Oriente brillando en Occidente), ex miembros de Al Qaeda (patrocinados por la OTAN) participaron en su derrocamiento. La historia de Muamar Gadafi que nunca te contaron.

A fines de septiembre, luego de más de dos meses de asedio a Trípoli y cuando ya nadie en el norte de África ponía en duda el triunfo de los rebeldes frente al ejército gadafista, se descubrían ante cientos de rostros consternados las fosas con más de 1.200 cadáveres cerca de la prisión Abu Salim, el lugar favorito del dictador Gadafi para albergar a sus opositores políticos. Por primera vez en Libia y en el mundo se exponía en vivo y en directo el horror del régimen. En 1996 hubo en esa cárcel una masacre de presos que según los activistas de derechos humanos terminó con más de 2.000 muertos.

El suceso de Abu Salim es uno más en toda la era Gadafi y simboliza su forma de gobernar: para el pueblo pan y circo, para sus enemigos la ley y el garrote. Error. En Libia no existe ley, solo garrote, y un libro que nunca llegó a madurar. Cuando Gadafi se hizo del poder en 1969 abolió la antigua Constitución y hasta ahorita están esperando la nueva. Desde ese entonces Libia se ha gobernado por el Libro Verde, una mezcla del Corán con el Libro Rojo.

Como gobernante Gadafi ha sido excéntrico, cruel e impecable, pero no original. Él hay muchos como en el cercano, lejano y mediano Oriente. Sin dejarnos de indignar ante un régimen que utilizó la barbarie como forma de negociación política, los flancos polémicos de la intervención en Libia son evidentes.

El Nobel de Economía Milton Friedman popularizó una frase que viene a cuento: “No hay almuerzo gratis” (“No free lunch”). Pensar solamente que la coalición ha sido motivada por los buenos propósitos a la hora de intervenir en Libia, podría parecer ingenuo.

Dudas vienen, dudas van
Sin embargo, la suspicacia per se no es un argumento. ¿Qué razones hay para dudar de que las potencias han actuado solo de buena fe? Aunque el Chavo no lo recomiende, a veces es rendidor contestar una pregunta con varias otras:

– Si el ataque contra Libia se produjo para evitar que continúe el trágico derramamiento de sangre de civiles absolutamente inocentes, ¿por qué se permitió que los rebeldes a quienes apoyó la coalición masacraran también a civiles partidarios de Gadafi?

– ¿Por qué la coalición que hace unos años tanto combatió al Al Qaeda apoya ahora a sus miembros en la guerra contra Gadafi?

– Si Gadafi era tan impresentable, ¿por qué hace solo unos meses los principales líderes de Europa se abrazaban, se tomaban fotos y cerraban grandes negocios con él?

– ¿De dónde provienen las armas de Gadafi? ¿Acaso de los mismos países que hoy lo bombardean?

– ¿Es cierto que lo primero que hizo Sarkozy una vez que Gadafi se reconcilió con Occidente fue venderle armas a Libia?

– ¿Por qué hubo tanta premura en la coalición en repartirse la obras de la reconstrucción cuando aún no habían terminado de controlar Trípoli?

– ¿El nuevo régimen que se establezca en Libia garantizará los niveles de desarrollo humano que se alcanzaron en ese país en los últimos años?

Las penurias del pueblo libio son evidentes y demuestran que la lucha en los países musulmanes no solo tiene que ver con la pobreza y la desigualdad sino también con la búsqueda de una mayor participación y transparencia. Democracia fue el grito que se gestó a inicios de año desde los más lejanos rincones del desierto hasta instalarse en la médula de Trípoli. Luego de muchos años los libios terminaron de hartarse de aquel excéntrico personaje que hizo de sus ánimos personales un régimen político.

Si por su excentricidad, su desacuerdo con leyes internacionales y su impenitente actitud represora se debía intervenir Libia hasta derrocar a su gobernante, entonces ahorita mismo deberían estar lloviendo bombas en, por lo menos, dos continentes enteros.

Los bombardeos en Libia no son broma. Como tampoco lo fue la irracional represión del dictador contra su pueblo. Las bombas no discriminan y las víctimas son en buena cuenta las mismas. Lo curioso es que gran parte de las armas de ambos mandos eran de la misma fábrica.

Los principales proveedores de armas a Libia son algunos de sus actuales agresores: Italia, Francia, Reino Unido y Alemania. También (y en buena medida) Rusia, aunque este país, a diferencia de los anteriores, se abstuvo de aprobar el bombardeo. Entre el 2005 y el 2009 Italia le vendió armas a Libia por un valor de 276 millones de euros.

Tiras, aflojas, rompes
Gadafi no nació ayer. Desde el año 1969, cuando derrocó al rey Idris (uno de los pocos golpes de Estado en los que la sangre no llegó el río), no se ha movido de su trono presidencial (aunque en los últimos años no ejerciera oficialmente ningún cargo público, lo que resultaba un eufemismo). Palabra exacta: un cargo presidencial con las características de trono.

Desde ese entonces su relación con las potencias europeas y con los Estados Unidos pasó por distintos (y hasta antagónicos) niveles. Desde la confrontación más agria y polvorosa hasta el apapacho más tierno. Muamar el Gadafi (en realidad hay más de 150 formas de escribir su nombre, elegimos la más convencional) empezó su gobierno inspirándose en las políticas del gobernante y líder egipcio Abdel Nasser, quien propugnaba la política del panarabismo —es decir, la unidad y soberanía de los países árabes—, y la lucha contra sus enemigos comunes.

Este Nasser tenía una mentalidad progresista para sus tiempos. Sería injusto no reconocer que Gadafi en un primer momento supo asimilar lo positivo del egipcio. Pero el mentor murió un año después de que su pupilo tomó el poder. El egipcio dejó una caricatura como sucesor.

Los setenta en Libia fueron el eco de la política diseñada por Nasser mezclada con el exotismo de Gadafi. Fueron los tiempos de las nacionalizaciones, no solo de las empresas petroleras sino de toda gran propiedad, lo que dejó fuera de la esfera del Estado solamente los pequeños negocios familiares. También, de la creación del Libro Verde y la guardia amazónica: un ejército de cientos de mujeres entrenadas y dedicadas exclusivamente a la seguridad de Gadafi.

En la década de 1980, cuando ya el panarabismo había entrado en receso y muchos de los países que propugnaron el movimiento de países No Alineados decidieron alinearse más bien con la Unión Soviética, Gadafi se volvió promotor de lo que se conoce como terrorismo internacional. Se le vincula con el atentado de la organización palestina Abu Nidal en el aeropuerto de Roma y de Viena, así como de la voladura del avión de Pan Am en el que murieron más de 270 personas.

Durante el tiempo en que Gadafi fue como una especie de mecenas de la subversión internacional, tampoco la pasó piola. Por el contrario: su país y él mismo fueron víctimas de diversos atentados. En agosto de 1981 dos aviones estadounidenses atacaron a dos aviones libios dentro de su territorio. Eso ocurrió días antes de que fuese revelado un plan del jefe de operaciones de la CIA Max Hogel para el asesinato de Gadafi. En 1986 Estados Unidos atacó Libia con misiles, y ese ataque provocó la muerte de su hija. Todo ello acompañado de un tenaz bloqueo económico.

Primero le dieron de alta y luego le dan de baja
El atentado de Pan Am tuvo consecuencias paradójicas. El hecho significó el desprestigio del régimen gadafista, pero las negociaciones posteriores marcaron el punto de inflexión del líder Libio. Gadafi, contra todo pronóstico, viró. El temible Muamar el Gadafi fue cambiando de equipo de manera paulatina. Empezó con ciertas negociaciones con los países perjudicados en el atentado aquel. Poco a poco fue haciendo méritos hasta que un día de hace pocos años se convirtió en el super star de Occidente. Se retrató con Sarkozy, Berlusconi y Obama. Su proceso de “rehabilitación” patrocinado por Occidente había sido tan exitoso, que tuvo que ser dado de alta.

La pregunta actual es: ¿Por qué justo cuando vivían una luna de miel a Europa y los Estados Unidos les entraron apremios éticos con el dictador libio, a quien conocían perfectamente? Responde Zavalita Cruzado: ¿En qué momento se jodió Gadafi?

Uno de los argumentos de quienes sostienen que el aspecto económico nada tiene que ver en la intervención bélica hace referencia al giro de Gadafi. Si el dictador libio ya era socio de Occidente y le resultaba tan rendidor, ¿por qué separarse ahora?

La respuesta la podemos encontrar en los famosos wikileaks. El buen viento que parecía signar las relaciones entre Libia y Occidente era apenas una apariencia, pues mientras Gadafi se abrazaba y sonreía a diestra y siniestra con los principales líderes de la OTAN, adentro se comprimía mucha disconformidad. Las empresas petroleras no se sentían seguras en la Libia de Gadafi, se quejaban de un líder que nominalmente no tenía ningún cargo pero que en la práctica controlaba todo. Especialmente los grandes negocios. “En Libia el negocio es la política, y Gadafi controla ambos”, escribían preocupados los funcionarios estadounidenses en Libia. Y esa situación quedó reflejada en los cables que envió la Embajada estadounidense en Trípoli y que fueron filtrados por wikileaks.

Los otros pecados de Gadafi
Para el año 2003 Gadafi había renunciado ya a fabricar armas de destrucción masiva. Sí, las mismas que producen Estados Unidos y otros países de Occidente; pero algo debían de tener en especial éstas: o eran más armas o eran más destructivas, porque sus colegas de producción letal le ponían a Libia como condición que, si quería dejar de ser paria, debía dejar de fabricarlas. O tal vez simplemente no les gustaba la competencia.

Libia lo hizo, y a continuación una caravana de empresas petroleras se instaló en su territorio. Todos felices y contentos, hasta que al gobierno libio le pareció que estaban ganando mucho y dejando poco. Por eso los empezó a molestar con una suerte de impuesto a las sobreganancias. No hay necesidad de explicar mucho, porque aquí ya estamos bastante familiarizados con ese concepto.

Lo que le sacaba pica a la Embajada estadounidense no era solo la actitud del gobierno libio de hacer exigencias antes de culminar los contratos, sino el allanamiento de las empresas petroleras a las condiciones que les imponían. Es que los empresarios son todos parecidos: hacen cuentas y actúan según la relación costo-beneficio. Cuando la empresa italiana ENI firmó el contrato, a la Embajada le preocupó que las condiciones se hicieran cada vez más complicadas.

“Libia es un lugar excepcionalmente difícil para las petroleras internacionales, que tienen que afrontar numerosos y bizantinos problemas y cuyos márgenes de beneficios son comparativamente menores. La situación empeorará en los próximos años”, señala uno de los cables redactaos a finales del 2007 según www.publico.es.

Dicho y hecho: el asunto se agravó dos años más tarde, cuando el gobierno libio reunió a las principales petroleras para exigirles —perdón, para solicitares— un apoyo económico voluntario, parte del cual se iba a destinar a reparar a las víctimas de los atentados. Los petroleros, por supuesto, emitieron un unánime “no, esta vez no”. Pero trascendió que algunas empresas, como Gazprom de Rusia, se habían chantado hace ya tiempo.

El plan de privatizaciones que anunció pocos años atrás Gadafi generó mucho entusiasmo, pero en los pasillos los funcionarios de los Estados Unidos no ocultaban su escepticismo debido a que en Libia se pedía que los nuevos dueños mantuvieran a las mismas personas en el trabajo: “Esto a menudo hace que sea poco atractivo para un inversor extranjero, en la medida en que la productividad de las empresas públicas libias es infame y tienen exceso de personal como consecuencia de las generosas leyes laborales” (wikileak difundido por www.publico.es).

Es cierto que nada de eso nos puede llevar a afirmar que los desaguisados económicos han sido el motivo principal del apoyo a los rebeldes y la intervención militar; sin embargo, sí prueba que tal luna de miel no existía del todo y que, aun cuando la diplomacia tenía un buen rostro, existía una latente y creciente disconformidad.

Lo que también está clarísimo es que las empresas de los países de la OTAN van a estar en mucho mejores condiciones y con mucho más trabajo (y dinero) con el Consejo Nacional de Transición (CNT) que en la era Gadafi. Es decir, había un Gadafi bueno y un Gadafi malo, pero lo mejor era no tener a Gadafi.

De momento, y desde antes de que termine la insurgencia, ya se frotaban las manos. El presidente del CNT, Mustafa Abdel Jalil, declaró de manera explícita que en la reconstrucción van a favorecer a los interventores: “Lo gestionaremos de acuerdo con el apoyo que nos han brindado”. En otras palabras: que estén tranquilos, que el almuerzo de ninguna manera va a ser gratis.

Sin embargo, al interior del nuevo Gobierno también existen contradicciones. Uno de sus miembros aboga por que la ONU gestione el país en todo el proceso de reconstrucción, lo que favorecería a los países de la OTAN. La mayoría prefiere que sean los propios libios quienes se encarguen de ello. Pero igual, como hemos visto, los contactos están ya bien avanzados.

Pero no todos los intereses pecuniarios en el conflicto libio se reducen al crudo. Uno de los proyectos de Gadafi consistía en unificar países africanos y árabes con una moneda común: el dinar de oro. Esta idea, que se venía incubando desde hace tiempo, produjo reacciones contrarias en los países occidentales. El presidente Sarkozy dijo que con esa medida Libia estaba amenazando el sistema financiero mundial. En un contexto de crisis económica global que tiende a agravarse, la moderación (a la fuerza) del norte del África podía ser fácilmente una necesidad perentoria. Sin duda, la caída del régimen de Gadafi ofrece mejores oportunidades.

Agregar comentario