ETA, al fin
ETA, al fin
El anunciado cese de las acciones armadas por parte de ETA ha despertado muchas expectativas ¿hay razones para ser optimistas?
El pasado 20 de octubre, el grupo terrorista ETA hizo público un comunicado en el que anuncia el “cese definitivo de la actividad armada.” Después de 43 años de terror, 829 víctimas mortales y varias treguas incumplidas, a priori resulta difícil creer que dejen las armas. Por ello, la sociedad española ha reaccionado con una mezcla de escepticismo e ilusión. Sin embargo, hay varios indicios que señalan que no se trata de una declaración más, sino que forma parte de un proceso que ya lleva mucho tiempo en marcha, y cuyo último paso sería el fin definitivo de ETA.
La Conferencia de Paz del lunes 17 de octubre en San Sebastián, supuso el prólogo del comunicado. Y aunque es verdad que ese documento hacía suyo un lenguaje y una semántica más propios de Batasuna, brazo político de ETA, ha sido tremendamente útil al servir como pista de aterrizaje para que ETA pudiese intentar justificar su abandono de la violencia sin concesiones políticas.
Debilidad de ETA
La actual debilidad de ETA se debe a varios factores: la creciente repulsa de la sociedad, su progresiva falta de apoyos y, fundamentalmente, el trabajo de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado y la cooperación policial de España y Francia, que han descabezado a ETA una y otra vez sin dejarles apenas tiempo para reorganizarse. Cada vez son menos, más jóvenes, peor preparados y acaban antes en la cárcel.
ETA lleva dos años sin matar, y hace meses renunció al chantaje a los empresarios, el llamado “impuesto revolucionario”, que era su principal fuente de financiación y que no se dejó de cobrar ni siquiera durante las anteriores treguas, y ha abandonado casi por completo la kale borroka, la lucha callejera de los ‘cachorros’ de ETA. Y, lo más importante: su sustrato social ha asumido que les irá mucho mejor por la política que por las armas. Desde la ruptura de la última tregua en el 2007, y buscando una salida a su ilegalidad, Batasuna ha planteado y ganado un gran debate interno. Dándole prioridad a la lucha exclusivamente política, ha logrado liderar el movimiento abertzale (independista radical), y por primera vez parecen no ser un mero instrumento de ETA.
“Nueva izquierda abertzale”
La creación de Bildu y Amaiur, alianzas políticas formadas por abertzales con sectores nacionalistas históricamente alejados de ETA, ha sido una maniobra que ha hecho más difícil su ilegalización por la justicia española, y les ha permitido volver a las instituciones. El sorprendente éxito de Bildu y de Amaiur en las elecciones locales y nacionales supone un gran espaldarazo interno a los que apuestan por las vías políticas. Por eso es tan improbable la vuelta atrás, ya que en la actual coyuntura de ausencia de violencia etarra la izquierda abertzale aumenta indiscutiblemente su número de votos y su poder.
Comunicado de ETA
Si analizamos más en profundidad el comunicado de ETA, observamos que se trata de un mensaje envenenado, incompleto, lleno de ambigüedades. No se habla ni por asomo de su disolución ni de la entrega de armas y localización y destrucción de sus arsenales. Tampoco hay lugar en su declaración para las víctimas. Se trata, pues, de un grupo terrorista que anuncia que deja de matar, renunciando así a su propia naturaleza, pero que no tiene valor de admitir todavía su derrota.
Podemos esperar que la disolución sea el paso final que caiga por su propio peso, la meta final de la negociación con ETA. La entrega de las armas puede sostenerse como un acto simbólico, pero no tiene ninguna utilidad práctica, porque los arsenales, si de verdad se quiere seguir matando, se renuevan comprando o robando explosivos y armas. Desde mi punto de vista, para que el proceso de paz pueda tener éxito es imprescindible que el Gobierno español y el Gobierno vasco, así como el conjunto de la sociedad, exijan algún tipo de acto simbólico en el que tanto ETA como Batasuna reconozcan su derrota y el dolor causado a las víctimas.
Nuevo Gobierno
El próximo presidente, Mariano Rajoy, del Partido Popular, tiene la histórica responsabilidad de gestionar el fin de ETA y convertirlo en un proceso irreversible. A pesar de haber mantenido una postura muy dura frente a la política antiterrorista del gobierno saliente de Zapatero, a quien llegó a acusar hace tan solo cinco años de traicionar a los muertos por negociar con ETA, hoy parece tener una posición mucho más moderada y ha manifestado su alegría por la derrota de ETA sin concesiones políticas, calificándola como una victoria del Estado de Derecho.
No será un camino fácil. El próximo gobierno quizá tenga que tomar decisiones complejas y duras que no cuenten con el apoyo mayoritario de la sociedad española. En una posible negociación con ETA se podrían tratar temas muy delicados, como el acercamiento de presos etarras a las cárceles del País Vasco; la revisión de la doctrina Parot (que hace posible que los terroristas más sanguinarios cumplan condenas de 30 o 40 años); el regreso de los huidos, muchos de ellos con causas judiciales pendientes; y algún tipo de amnistía a presos sin delitos de sangre encarcelados por formar parte de ETA o de su entramado, como el líder de Batasuna Arnaldo Otegui, etcétera.
La sociedad está dividida con respecto a qué medidas penitenciarias son aceptables y hasta dónde puede negociar el Gobierno. Y todas las encuestas muestran importantes diferencias entre el País Vasco y el resto de España, siendo más confiados y optimistas, a la vez que más dispuestos a conceder amnistías, acercamientos de presos y revisiones de condenas, los vascos que el resto de los españoles.
Y no podemos olvidar las implicaciones y consecuencias desde el punto de vista político. Hoy Bildu gobierna en 123 ayuntamientos, entre ellos el de San Sebastián, y Amaiur se ha convertido en la segunda fuerza más votada en el País Vasco al Parlamento nacional con 7 escaños. Hacía tiempo que la izquierda abertzale no ostentaba tanto poder. Queda demostrado que un escenario sin ETA las beneficia electoralmente. Pero ahora tendrán que pasar la dura prueba de gobernar y gestionar sus regiones en estos delicados tiempos de crisis económica, y es de suponer que paguen su inexperiencia. Pero no cabe duda de que presionarán en el proceso de paz con su fuerte capacidad de movilización.
En este sentido, la clase política española tendrá que asumir que en un futuro pudiese gobernar un lehendakari (presidente autonómico del País Vasco) abertzale y hasta que, a largo plazo, los nacionalistas vascos podrían conseguir la independencia por vías democráticas. Es difícil que esto ocurra: se trata de hipótesis vistas con pavor tanto en España como, sobre todo, en los sectores más perseguidos por la barbarie terrorista en el País Vasco, pero nadie podrá negarles el derecho a luchar por ello en un escenario sin terrorismo. Del mismo modo, la sociedad tendrá que exigir a la izquierda abertzale que abandone para siempre la tutela de ETA y que rompa de manera clara y contundente con su pasado.
Es difícil y complejo; será un proceso lleno de trampas y obstáculos, pero merece la pena ser optimista, porque nunca estuvimos tan cerca de derrotarlos. España tiene por delante una oportunidad histórica de acabar con el grupo terrorista más longevo de Europa y cerrar así el capítulo más negro de su corta historia democrática.