Macron, el reformista

Macron, el reformista

Joaquín Pinto Ferrand Politólogo.
Ideele Revista Nº 280

Foto: geopolitica.ru

La imagen de Donald Trump y Emmanuel Macron tomados de la mano en la anterior visita del jefe de Estado francés a los Estados Unidos el pasado mes de abril pudo haber sorprendido a más de uno. Sin embargo, quizás no exista una alianza más sólida en el tiempo que la de Francia con Estados Unidos, cuyas relaciones se remontan a los primeros exploradores franceses de Norte-América en el siglo XVII y que tuvieron momentos cumbre como el apoyo clave de Francia a los esfuerzos independentistas de Estados Unidos, el traspaso de Louisiana, la donación de la Estatua de la Libertad y, más recientemente, la alianza durante las dos guerras mundiales. No es raro pues ver hermanados a los jefes de Estado de estas dos grandes potencias mundiales, a pesar de que claramente emergen siempre algunos puntos de discrepancia. Hoy se trata del acuerdo nuclear iraní, la lucha contra el cambio climático o la relación con Rusia, por mencionar algunos ejemplos.

Si bien en el panorama internacional Emmanuel Macron pareciera haber ya sentado una marca personal de liderazgo y participación proactiva en los principales asuntos de interés global, reposicionando a Francia en el marco del liderazgo de las relaciones internacionales, el líder francés no tiene un escenario fácil en casa donde el siempre efervescente escenario social interno le está jugando un arduo partido para buscar impedir que lleve a cabo su agenda liberal reformista, en medio de férreas huelgas ferroviarias y sindicatos de diversa índole.

A un año de haber asumido su mandato nos preguntamos: ¿Ha cambiado algo desde que asumió su mandato? ¿Cómo va su popularidad? ¿Cómo responden las fuerzas políticas y sociales en Francia a su agenda reformista? Y, sobretodo: ¿Cuenta aún Macron con el impulso suficiente para concretar sus propuestas?

Macron frente a su pueblo y a la opinión internacional: un año turbulento con una ruta firme

Uno de los principales indicadores de gestión de todo político en una democracia representativa es el índice de popularidad. A pesar que muchos líderes indican gobernar de espaldas a las encuestas, está claro que el respaldo popular es crucial para la estabilidad en el poder. Y este respaldo por lo general tiende a erosionarse después de un primer momento, cuando la sociedad aún no percibe cambios sustanciales en sus problemas cotidianos. En ese sentido, y después de un año de mandato a Macron le ha ido mejor que a los dos homólogos que le precedieron: François Hollande y Nicolas Sarkozy. Hoy Macron goza de 44% de popularidad, versus un 25% al año de mandato para Hollande y 36% para Sarkozy.[1] Y esto debe ser entendido en un contexto de grandes huelgas nacionales y de movilización de numerosos sindicatos, episodios a los que me referiré más adelante, y que tienen una gran acogida mediática. Parece entonces que Macron no sale mal parado frente a su público interno.

Y esto también es en parte porque el presidente francés ha sabido partir hábilmente el tablero político interno. La emergencia de su partido centro-liberal En Marche! ha contribuido al declive de las fuerzas tradicionales como el partido socialista y, en menor medida, a la derecha conservadora, dejando en la cancha como principales rivales a la France Insoumise de Jean-Luc Mélenchon y al Front Nacional de Marine Le Pen (extrema izquierda y extrema derecha respectivamente). Contra ellos Macron juega la carta de la “sensatez” frente al extremismo y el de “opción única”, avalado, además por la mayoría parlamentaria que lo respalda. En el frente interno, no ha cambiado mucho pues, desde que fue electo con un 66% de los votos hace ya una año.

¿Y cómo le ha ido entonces en el frente externo? France is back! es la premisa que ya ha venido utilizando en reiteradas ocasiones. Así, en inglés y en tono exclamativo. Y claramente hemos visto a un Macron hiperactivo, participando en todos los temas de interés global y liderando la imagen de Europa, renovando la presencia de una Angela Merkel siempre cauta y pausada, casi parca. Pero ¿qué resultados concretos ha obtenido? Por ahora, más allá de un evidente retorno de Francia en el concierto de las naciones, no mucho: más allá de haber reiterado a Francia como el tradicional aliado de Estados Unidos, no pudo evitar que ese país quiebre el pacto nuclear iraní, ni tampoco pudo convencer a su amigo Donald Trump de reintegrarse a los acuerdos de París para el cambio climático. La revigorización de Europa tampoco ha sido posible: el Brexit sigue estando – y estará por bastante tiempo – en el centro de las preocupaciones británicas y Alemania empieza a ver hacia adentro para subsanar sus temas políticos internos. Tampoco ha podido detener la amenaza terrorista islamista que ha seguido atacando a la República Francesa sin respiro. Aquí se le plantean pues importantes retos que debe traducir en logros concretos para garantizar que ese retorno de Francia a la escena internacional sea sostenible y trascendente.

Así pues, parece claro que Macron está gozando de un importante momentum que ya ha ido más allá de los tiempos tradicionales y que aún tiene la oportunidad de demostrar que Francia ya no es más la potencia en decadencia que hasta el año pasado vivía enfrascada en sus problemas domésticos  y que casi no participaba en la escena internacional.

La complicada agenda reformista de E. Macron

Es este momentum el que Macron está buscando aprovechar para llevar a cabo su famoso eslogan de campaña “Liberar y proteger”: liberar se refiere al sector empresarial, al cual quiere llevar a un terreno más flexible para poder adaptarse a los tiempos económicos a la vez que, siempre según el eslogan, busca proteger al trabajador, dándole derechos laborales suplementarios. En ese sentido se han iniciado ya algunas reformas centrales para su administración: reescritura del código del trabajo dando más espacio a las empresas para prescindir de trabajadores; inversión de más de 15mil millones de euros en fortalecimiento de capacidades para una mejor reinserción laboral de jóvenes y desempleados; y mayores derechos para los desempleados. Aquí las fuerzas sociales y sindicales no han dado respiro al Ejecutivo: sostienen que estas reformas sólo traerán beneficios para las empresas y no para los trabajadores y se oponen sistemáticamente a los intentos de reforma. De concretarse, estas reformas buscan transformar el tradicional esquema laboral francés que no ha podido bajar el desempleo de un 10% durante varios años pero que a la vez ha traído estabilidad y protección a los trabajadores que sí están empleados.

"Si estas huelgas se prolongan hasta las vacaciones de verano en julio y agosto, los franceses sentirán de una manera aún más intensa los efectos de las mismas y probablemente esto impacte aún más directamente en la popularidad de Macron".

En el plano de la educación, Macron también está impulsando reformas disruptivas: la selección en la universidad (se están poniendo pre-requisitos de acceso, cuando antes los estudiantes ingresaban directamente a la universidad después de haber obtenido el título de educación secundaria), mayores eficiencias para un presupuesto más controlado, cambios en el sistema escolar y de currícula que están llevando a los docentes y al personal educativo en general a las calles a protestar por lo que ellos llaman la precarización de la educación.

Otros planos en los que la agenda reformista de Macron está incursionando son los de la inmigración, ámbito en el que se plantea una “mejor gestión de los flujos migratorios”, a través de la disminución de los tiempos de tratamiento de las solicitudes de asilo y disminuir el número de inmigrantes indocumentados, o los de las ayudas sociales, reduciendo algunas asistencias que provee el Estado francés a quienes ganan menos y congelando los beneficios ya otorgados, evidentemente buscando una mejor balanza fiscal para un país que recién el año pasado regresó al espectro de menos de 3% de déficit fiscal, estipulado por el tratado de Maastricht.

Sin embargo uno de los principales ámbitos en los que Macron está enfrentando importantes huelgas que tienen un efecto considerable sobre la economía del país es el sector ferroviario, el cual ya lleva más de dos meses con paralizaciones que han perturbado fuertemente el tráfico ferroviario de ese país con gran tradición ferroviaria y que moviliza, en promedio, a 4 millones de pasajeros diarios a través de su compañía pública de trenes, la SNCF. La reforma propuesta busca disminuir costos de operación y maximizar eficiencias en la gestión, lo cual ha sido señalado por los poderosos sindicatos ferroviarios como un “inicio de privatización” del sector ferroviario y una precarización del trabajo de los maquinistas, quienes gozan de importantes privilegios laborales obtenidos desde el siglo XIX. Esta paralización, para la cual aún no se avizora un final, se agrava aún más con la huelga llevada a cabo, también desde marzo de este año, por varios sindicatos de la compañía aérea privada, con participación estatal, Air France, la cual incluso llevó a su Gerente General, Jean-Marc JANAILLAC, a renunciar debido a que no logró un acuerdo con los sindicatos que pugnan por mayores alzas salariales que las propuestas por la empresa.

Si estas huelgas se prolongan hasta las vacaciones de verano en julio y agosto, los franceses sentirán de una manera aún más intensa los efectos de las mismas y probablemente esto impacte aún más directamente en la popularidad de Macron.

Es claro que Macron ha querido dejar una huella en su paso por la presidencia francesa y ha revolucionado varios aspectos de la política nacional e internacional de ese país. A un año de haber asumido su mandato es evidente que ha tomado muy en serio su agenda liberal-reformista y está impulsando cambios que, de ser implementados, marcarán de manera importante la vida de los franceses. Todo parece indicar que estas reformas sí se llevarán a cabo, a pesar de la resistencia de algunos sectores sociales, ya que Macron cuenta con la mayoría parlamentaria necesaria para ello y goza aún de un importante respaldo de la sociedad francesa. Más discutibles son sus logros a nivel internacional, donde todavía no ha logrado dejar un legado en temas concretos para la humanidad, a pesar de haber reinsertado a Francia en el primer nivel de las relaciones internacionales, lo cual es una gran proeza, sobre todo para su público interno. ¿Cómo abordará Macron este segundo año de mandato? Pues por ahora si hay algo que podemos afirmar es que France is back!

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