Pablo Paz Verástegui: "Alemania aceptó refugiados sin tener idea de cómo gestionar la crisis"

Pablo Paz Verástegui: "Alemania aceptó refugiados sin tener idea de cómo gestionar la crisis"

Anthony Medina Politólogo UNMSM. Director de la Escuela de Ciencia Política UCSM-Arequipa.
Ideele Revista Nº 258

(Fuente: Zeit.de)

Pablo Paz Verástegui es un sociólogo y antropólogo peruano egresado de las universidades de Padua y Montpellier, vive en Alemania desde hace tres años, donde ha trabajado en proyectos vinculados a los inmigrantes, los indigentes y los refugiados. Actualmente se desempeña como pedagogo social en uno de los 15 centros de acogida para solicitantes de asilo que existen en Hamburgo. 

Primero, hablemos un poco de cifras y datos duros. ¿Cuáles son las fuentes más confiables que existen actualmente sobre la cantidad de refugiados que existen en Europa, así como datos sobre el status que poseen (sea como solicitantes de asilo, perseguidos políticos, etc.), el nivel de instrucción que tienen, si migraron de manera voluntaria o como parte de redes de tráfico de personas, etc.?
Una fuente fiable sobre la cantidad de refugiados es la de ACNUR, Agencia de la ONU para los refugiados. Más de un millón de personas llegaron por mar a Grecia o Italia en el año 2015; en lo que va del 2016 ya han llegado más de 76 mil personas a las costas griegas y unas 6 mil a las italianas. De este último grupo, el 41 % proviene de Siria, el 26 % de Afganistán, el 16% de Irak, el 4% de Irán y el 3% de Pakistán; el 10% restante proviene de países subsaharianos y de Marruecos. El 34% de los refugiados que llegan a Europa son niños, 20 % son mujeres adultas y 46% son hombres adultos. 

Estas cifras, aunque alarmantes, merecen ser relativizadas, sobre todo para el caso sirio. Hasta la fecha, ACNUR tiene registrados a unos 4,7 millones de refugiados sirios, de los cuales 2,1 millones se encuentran en Egipto, Irak, Jordania y el Líbano; 1,9 millones en Turquía y unos 26 mil en el norte de África. Un pequeño país como el Líbano, con menos de 6 millones de habitantes, acogía hasta fines del 2015 a más de un millón de refugiados sirios registrados por ACNUR, sin contar a decenas de miles no registrados. Según la misma fuente, entre abril del 2011 y diciembre del 2015, alrededor de 897 mil sirios han presentado una solicitud de asilo en alguno de los 37 países de la Unión Europea.

¿Y específicamente en Alemania?
Si nos enfocamos en el caso alemán, el Ministerio Federal para las Migraciones y los Refugiados (BAMF por sus siglas en alemán) publica informes mensuales y anuales acerca de la evolución de las cifras de asilo. Las 476,649 solicitudes de asilo presentadas en el 2015 en Alemania (135% más que en el año anterior) constituyen un récord en los últimos cincuenta años, sólo equiparable a las 438.191 solicitudes del año 1992. Entre los años 2002 y 2013, el número anual de solicitudes de asilo en Alemania se había mantenido muy por debajo de las cien mil solicitudes. Si a fines de los ochenta y principios de los noventa eran factores de expulsión la desintegración de Yugoslavia, la guerra del Golfo o el fin de la invasión soviética en Afganistán, hoy lo son sobre todo la guerra en Siria, el surgimiento de Daesh y la alarmante situación de dos países hasta hace poco invadidos por Estados Unidos: Irak y Afganistán. El 53,7% de las solicitudes del año 2015 fueron presentadas por sirios, seguidos por iraquíes (13%) y afganos (9,7%).

Del total de solicitudes de asilo presentadas en Alemania en el 2015, 49,8% obtuvo algún tipo de protección (asilo político, humanitario u otro). Por otro lado, quien ve su solicitud de asilo denegada, es decir más de la mitad de los solicitantes en el 2015, debe confrontarse tarde o temprano con la expulsión u optar por el retorno voluntario a su país de origen. La tasa de otorgamiento de asilo fue mayor entre los sirios (96%), iraquíes (88%) y eritreos (92%) e inferior al 1% para países de origen recientemente catalogados como “seguros”, es decir Albania, Kosovo, Serbia y Macedonia. Sólo un 47% de solicitudes presentadas por afganos obtuvo algún tipo de protección.

Sobre su nivel de instrucción, no cuento con cifras oficiales, sólo con percepciones a través de mi trabajo. Creo que el nivel de instrucción puede ser muy distinto según el país de proveniencia. A mediados del año pasado tenía la impresión de que la clase media siria se estaba desplazando a Alemania en bloque: teníamos ingenieros, médicos, abogados, periodistas, profesores, informáticos y estudiantes universitarios. Muchos de ellos hablaban muy bien el inglés; otros no, pero hablaban impecablemente el árabe estándar, algo que en sus países denota un alto grado de instrucción. Ahora estamos recibiendo muchos jóvenes del medio rural, sobre todo de Irak y de Siria, con mucha experiencia laboral, por ejemplo como electricistas o mecánicos, pero sin secundaria completa.

¿Qué pasa después de la obtención del asilo? ¿En qué momento ya se dice que no estamos frente a un refugiado, sino a un extranjero “integrado”, por usar el término?
Toda persona que obtiene el reconocimiento de asilo en Alemania recibe un permiso de residencia por tres años. Al finalizar este periodo, si en su país de origen persisten las condiciones que justifican su condición de refugiado en Alemania, se le renueva el permiso indefinidamente. Un cambio positivo en la política de su país de origen en los años venideros puede implicar una revisión de su caso por parte del gobierno. Si la persona tiene un trabajo estable, ha aprendido el alemán, no recibe ayudas sociales y se le considera “integrada”, su estancia no peligra. De lo contrario, podría ser deportada. Es el caso de muchas familias del este de Europa que vinieron como refugiadas a principios de los noventa y que están siendo deportadas ahora.

¿Pero existe un adecuado manejo a nivel administrativo de estas solicitudes?
Quienes trabajamos en el sector de los refugiados en Alemania sabemos que el número de solicitudes de asilo registradas en el BAMF en el 2015 no corresponde al número efectivo de llegadas, sino que es bastante mayor. Los refugiados que llegan a Alemania son registrados y distribuidos en todos los estados federales dentro de un sistema de cuotas denominado EASY. La solicitud de asilo deberá presentarse sólo en la agencia del BAMF de la ciudad donde el solicitante ha sido asignado. Muchos de quienes llegaron en el verano a Hamburgo a través de este sistema recibieron citas para presentar su solicitud de asilo recién para febrero o marzo del 2016. Por otro lado, el sistema EASY contabilizó más de un millón de personas repartidas en el 2015. Las personas que llegaron a suelo alemán en julio del año pasado debieron esperar varios meses antes de ser registrados por el sistema EASY, lo cual significó, en muchos casos, ser trasladados de una ciudad a otra cada cierto tiempo. Hubo también dobles inscripciones en el sistema EASY, por lo que la segunda cifra tampoco es del todo exacta. 

ACNUR publica un informe anual con el número estimado de refugiados alrededor del mundo y pone a unos 80 mil refugiados cada año en lista de espera para su reasentamiento en otros países. Cada Estado receptor determina una cuota anual de refugiados que piensa acoger en su territorio a través del programa de reasentamiento de ACNUR. Alrededor del 80% de los refugiados inscritos en este programa son acogidos en Australia, Estados Unidos y Canadá; la cuota de reasentamiento en países de la UE es aún bastante baja. Mediante un sistema similar, el gobierno alemán trajo a Alemania a mediados del 2013 a 5000 refugiados sirios asentados provisoriamente en un campo de refugiados en el Líbano. Hoy esta cifra es irrisoria: en septiembre del 2015 llegaron en un solo fin de semana 20 mil refugiados a la estación central de Múnich. Un programa de cuotas realista habría permitido una repartición de refugiados más justa a nivel europeo y evitado las muertes que provoca la inmigración ilegal en las dos rutas del Mediterráneo. Si el sistema de cuotas es caro, se podía haber simplificado los requisitos para la obtención de visas y permitido que sirios o iraquíes presentaran su solicitud de asilo en el aeropuerto, un sistema que ya existe. Nada de esto ocurrió.

A falta de alternativas, los refugiados optaron por recurrir a mafias e ingresar ilegalmente a territorio europeo para solicitar asilo. Fue así que un país como Alemania, acostumbrado al orden y a la planificación, se vio sumergido repentinamente en el caos el verano pasado. No había un plan de contingencia.

En mi opinión, la canciller Merkel adoptó una política de puertas abiertas el verano pasado porque temía una ruptura al interior de la Unión Europea, provocada por tendencias separatistas y nacionalistas. Dejar a estos países solos en la gestión de la crisis de los refugiados habría sido demasiado.

Pasaron del horror de la guerra al horror de lidiar con una burocracia incapaz de entender el problema…
El verano pasado nos vimos completamente desbordados, ya sea por el inmenso número de personas dispuestas a enrolarse como voluntarias, como por la inoperancia y lentitud de las autoridades, a quienes la llegada masiva de refugiados les tomó por sorpresa. Todo solicitante de asilo en Alemania tiene derecho a cobertura sanitaria, a alimentación y alojamiento gratuitos en un centro de primera acogida y a un pequeño monto mensual para gastos como transporte, higiene personal, teléfono, etc. (máximo 143 € por cada adulto). Sin embargo, este derecho sólo se hace efectivo tras la inscripción oficial, la cual tardó meses.

Las mismas autoridades no sabían dónde se encontraba alojada tal o cuál persona, identificaban durante un primer control médico un caso crítico que requiere atención médica urgente, y luego lo perdían de vista sin poderlo tratar. La tarjeta del seguro sanitario llegaba meses después, ya vencida...o a la dirección equivocada. A falta de plazas en los centros de acogida de las grandes ciudades, los municipios alquilaron hangares en desuso inmensos, los llenaron de camarotes y alojaron bajo un mismo techo a hombres y mujeres solos, familias, minusválidos, menores no acompañados, de siete países distintos, todos sin registrar, todos sin seguro médico. La gente sufría mucho estrés. Asuntos administrativos que normalmente se resuelven en tres días tardaban ahora tres meses, o más, en solucionarse. Fue un caos.

Sentíamos la preocupación de hombres solos, padres de familia, que habían hecho el peligroso viaje a Alemania utilizando las redes de tráfico de personas y dejado a sus familias con parientes en Siria, en Irak o en países aledaños, con la esperanza de obtener el asilo en unos tres meses – como ocurre en condiciones normales- y luego traer a su familia en avión mediante reagrupación familiar. Ante la desesperación, los familiares terminaban viniendo también de manera ilegal. Fue tan grande el flujo de refugiados que se dirigía por tierra a Alemania el verano pasado que ya no hacía falta contratar “coyotes”. Hay familias que se han reunido aquí, meses después, sin que la solicitud de asilo del familiar que llegó primero haya sido aprobada aún. Según datos del BAMF, más de la mitad de los solicitantes de asilo registrados en enero del 2016 tienen entre 18 y 35 años; 30% son niños y aproximadamente dos tercios del total de solicitantes de asilo son hombres.

¿Qué ha impulsado a Alemania (específicamente a la Canciller Merkel) a asumir un liderazgo en el proceso de asimilación de refugiados, luego de haber dicho hace cinco años que el multiculturalismo como proyecto había fallado? ¿Cómo se explica ese cambio de posición? 
En mi opinión, la canciller Merkel adoptó una política de puertas abiertas el verano pasado porque temía una ruptura al interior de la Unión Europea, provocada por tendencias separatistas y nacionalistas. La popularidad de la Canciller en estos países estaba por los suelos por la imposición de las medidas de austeridad; así que dejar a estos países solos en la gestión de la crisis de los refugiados habría sido demasiado. Entonces vemos que dos factores clave que influyeron en este cambio fueron: la crisis económica en los países del sur de la Unión Europea y el consecuente fracaso del reglamento de Dublín, aplicado desde el 2003. Este último es una ley de la Unión Europea que determina qué país es responsable de examinar la solicitud de asilo de un refugiado que llega a territorio europeo. Si el solicitante ingresó de manera ilegal al suelo europeo, como en la mayoría de los casos, el examen de la solicitud compete al primer Estado miembro que la recibió o en el que se le tomaron las huellas dactilares.

¿No existía coordinación suficiente entre los países miembros de la Unión Europea como para implementar este reglamento?
Inicialmente el reglamento de Dublín había sido pensado con el objetivo de evitar que un refugiado, cuya solicitud fue denegada por un país miembro, intente obtener el asilo en otros países miembros. Eso significaba en la práctica que los países de frontera de la Unión Europea, como Grecia, España o Italia, constituirían un muro de contención de las oleadas de refugiados, para su detención y eventual deportación.

El refugiado que deseaba llegar a Suecia o Alemania tenía que hacerlo a escondidas atravesando al menos otros cinco países de la Unión Europea, utilizando los servicios de mafias y evitando ser arrestado por la policía de alguno de los países miembros. Al momento de ser registrado en Alemania, se le buscaba en la base de datos de EUROPOL. De verificarse que al refugiado se le habían tomado las huellas dactilares en otro país miembro de la UE, el gobierno alemán solicitaba su deportación al país europeo competente, proceso que requiere la aceptación del país en cuestión y que podía tardar muchos meses.

¿Tuviste la oportunidad de conocer casos de refugiados afectados por el procedimiento de Dublín?
Trabajo en el sector desde abril del 2014 y en ese entonces tuvimos muchos “casos de Dublín”. A algunos refugiados la policía húngara les había hecho firmar papeles sin explicarles de qué se trataba y luego se enteraban, recién en Alemania, de que Hungría les había concedido el asilo antes. Otros denunciaban maltratos de la policía italiana, por ejemplo, al haber estado recluidos en Lampedusa y contrataban a un abogado en Alemania para evitar ser deportados a Italia. Ya en el 2014 era práctica común que no hubiera deportaciones a Grecia, porque este país rechazaba constantemente las solicitudes de deportación por parte de Alemania. 

El número de llegadas de refugiados al centro de acogida de Múnich, donde trabajé ese año, aumentó exponencialmente a partir de junio del 2014, en parte por las condiciones climáticas, en parte porque las policías de Italia y Austria empezaron a hacerse de la vista gorda y a dejar pasar a quienes habían entrado ilegalmente a sus territorios, sin registrarlos. En el verano del 2015, otros Estados miembros de la Unión Europea como Eslovaquia, Hungría, Polonia y República Checa harían lo mismo, negándose a acogerlos. Lo de Austria se veía venir, no solo por su tamaño sino por ser paso obligado en la ruta hacia Alemania. El 25 de agosto del 2015, el BAMF suspende las deportaciones por “casos de Dublín” para los solicitantes de asilo sirios. Poco después, en una conferencia de prensa el 31 de agosto la canciller Merkel se refiere a la crisis de refugiados afirmando que “Alemania es un país fuerte” y “hemos logrado tanto: lo vamos a lograr”. En la misma conferencia anuncia: “si un sirio llega a Alemania y puede identificarse como tal, es bienvenido”.

Hasta el 2014 era Suecia el destino favorito de los sirios. Muchos de quienes eran arrestados en Alemania preferían seguir camino hacia Suecia. Las declaraciones de bienvenida a los refugiados sirios de la canciller Merkel cambiaron todo el panorama. Desde principios de este año Suecia y Dinamarca están colocando controles de identidad fronterizos a pesar del acuerdo Schengen de libre circulación con la intención de frenar la llegada de nuevos refugiados. Esto se debe en buena medida por el aumento de la popularidad de la extrema derecha pero también a un desborde en el sistema de acogida similar al que experimentó Alemania el verano pasado. No hay que olvidar que Suecia es el país europeo que tiene proporción más alta de refugiados respecto a su número de habitantes (1 refugiado cada 65 habitantes en el 2015, contra 1 cada 328 en Alemania según ACNUR).

¿Era posible prever que la crisis desbordaría las capacidades de los Estados Europeos? ¿Cuál hubiera sido una mejor alternativa? 
Es de alguna manera lógico que cada verano lleguen más refugiados por las dos rutas del Mediterráneo -y eso se puede verificar estadísticamente- como también es previsible que en un contexto de crisis económica, desempleo y aumento de popularidad de la extrema derecha, los países de frontera de la Unión Europea estén menos dispuestos a acoger refugiados. ACNUR había ya pronosticado una crisis de refugiados de proporciones aún mayores en Irak, Siria y Afganistán para el 2015. 

Mientras tanto Alemania, uno de los pocos países no afectados por la crisis económica, le exigía a los países de frontera de la Unión Europea cumplir con el reglamento de Dublín, para mantener la misma presión migratoria baja de la que gozó en la década del 2000.

Hoy se oyen algunas voces críticas que denuncian la falta de solidaridad de los demás países miembros de la UE que se oponen a un sistema de cuotas para repartir a los refugiados a nivel europeo. Un sistema similar existe en Alemania- el sistema EASY, que menciono líneas arriba- donde los solicitantes de asilo son repartidos por cuotas en los estados federales, en función del número de habitantes y de la recaudación de impuestos. Tras la crisis del verano pasado se está empezando a coordinar un programa de repartición por cuotas a nivel europeo, con centros de acogida y distribución de refugiados en Italia y Grecia, con resultados aún modestos y poco interés por parte de los demás países miembros.

Poner en práctica un sistema así a nivel europeo es sensato: el problema es que eso debió proponerse hace años, en vez del acuerdo de Dublín.

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