Trump y Corea del Norte: ¿Estrategias o rabietas letales?
Trump y Corea del Norte: ¿Estrategias o rabietas letales?
Aunque han pasado apenas dos años desde el discurso que el expresidente estadounidense Barack Obama diera en la Asamblea General de Naciones Unidas por su septuagésimo aniversario, ya lo manifestado entonces parece pertenecer a una época lejana. En esa ocasión, Obama destacó la participación de dicho organismo para prevenir una tercera guerra mundial, aplaudió la nueva agenda global de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, y rechazó las tendencias de aislacionismo y unilateralismo:
“Las naciones del mundo no pueden volver a las viejas costumbres de conflicto y coerción. No podemos mirar hacia atrás. Vivimos en un mundo integrado, en el que todos tenemos un interés en el éxito de los demás. No podemos hacer retroceder esas fuerzas de integración“.[i]
Obama también habló de Irán, Siria y otros países que consideraba grandes desafíos para la paz mundial, pero no mencionó a Corea del Norte ni una sola vez. No era, al parecer, una prioridad de política exterior, a pesar de que el país asiático ya había realizado por lo menos tres pruebas desde que admitiera tener un programa de armas nucleares en 2005.
Para la última Asamblea General, llevada a cabo en septiembre de 2017, las cosas sin embargo habían cambiado mucho. En ese foro, el nuevo presidente, Donald Trump, anunció una política exterior renovada y centrada en la soberanía, fortaleza e independencia de cada país. Corea del Norte, por su parte, había probado en julio un misil balístico intercontinental capaz de alcanzar territorio norteamericano, y amenazado con atacar específicamente el territorio de Guam. Además de eso, anunció en septiembre que contaba con una bomba de hidrógeno para colocar en dichos misiles. En respuesta, Trump sorprendió al mundo con una furiosa amenaza al líder coreano Kim Jong-Un: si seguía provocando a EEUU y sus aliados, advirtió, podría ser necesario atacar a Corea del Norte. No habló de la destrucción de su gobierno actual, sino del país entero:
“Estados Unidos tiene gran fuerza y paciencia, pero si se ve obligado a defenderse o a sus aliados, no tendremos más remedio que destruir totalmente a Corea del Norte.”[ii]
Nunca antes se había escuchado a un líder norteamericano usar este tipo de lenguaje en la ONU. Si bien unas semanas antes Trump había dicho que si Corea del Norte no detenía la expansión de su programa nuclear vería “fuego y furia como el mundo nunca ha visto", tras el discurso en Nueva York, el escalamiento de las tensiones no tiene precedentes. De hecho, en el mismo contexto de la Asamblea General, el ministro de relaciones exteriores norcoreano Ri afirmó que "el mundo entero debe recordar claramente que fueron los Estados Unidos quienes primero declararon la guerra a nuestro país". Desde entonces, Corea del Norte ha reafirmado (23 de septiembre) que se considera en estado de guerra y, por lo tanto, con derecho a derribar bombarderos estadounidenses incluso fuera de su espacio aéreo y marítimo.
A estas alturas, entonces, las negociaciones ya no parecen ser una opción viable, en gran parte debido al discurso polarizador de Trump. Esta es una situación de tensión nuclear que no se había visto en 55 años, desde los primeros días de la crisis de los misiles en Cuba en 1962, cuando Estados Unidos y la Unión Soviética estuvieron al borde del enfrentamiento nuclear a raíz del despliegue de misiles soviéticos a pocos kilómetros del territorio norteamericano. Dicha crisis finalmente pudo resolverse, en buena medida, en el marco de las Naciones Unidas, pero también gracias a que el entonces presidente estadounidense, John F. Kennedy, pudo ser firme y manejar bien las distintas facciones dentro de su gabinete y entre sus asesores militares, dentro de los cuales estaban los “halcones“ quienes eran conocidos por estar a favor de intervenciones militares inmediatas para castigar a la isla caribeña.
"Nunca antes se había escuchado a un líder norteamericano usar este tipo de lenguaje en la ONU".
Es difícil hacer un paralelo con la situación actual porque no se conoce a ciencia cierta cuánto de lo que hace y dice Trump es tuiteo descontrolado e impulsivo (lo cual podría indicar a los norcoreanos nerviosos que un ataque es inminente), y cuánto es reflejo de alguna estrategia coordinada de su gabinete para ponerlos a prueba. Aunque resulta difícil creer que un sistema de formulación de políticas, tan sofisticado como el de EEUU, pudiera ser de pronto desarticulado por un presidente impetuoso, tampoco puede descartarse esta peligrosa alternativa.
Es importante resaltar que mientras Trump seguía respondiéndole a Kim y aumentando la agresividad de sus desafíos -tildándolo incluso del “hombrecito de los cohetes“ y suicida-, no se oyó nada similar de sus voceros y asesores, como el secretario de defensa o el secretario de Estado. Estos parecían, más bien, tratar de mitigar esta tendencia y de mostrar una posición estadounidense más equilibrada y reflexiva. De hecho, el lunes 25 la Casa Blanca negó tajantemente declaración de guerra alguna, y consideró que esa interpretación era absurda: tanto ellos, como el departamento de Estado, declararon que el objetivo principal seguía siendo remover las armas nucleares de manera pacífica.
No obstante, casi al mismo tiempo, los voceros militares de Washington expresaban que se mantenían abiertas todas las opciones. Y junto a la guerra de palabras de alto nivel, siguieron los movimientos militares provocadores de ambos lados, como el vuelo de bombarderos pesados de EEUU cerca de la costa norcoreana.
Igual que en ocasiones previas, lo preocupante del comportamiento de Trump es la manera como utiliza los asuntos más delicados de la política exterior (Irán, Venezuela, entre otros) como pretextos para mostrarse fuerte y decidido frente a su núcleo duro de simpatizantes, que tienden a celebrar su lenguaje belicoso. Todo lo que dice para conseguir elevar su aprobación local, llega ciertamente a oídos de un liderazgo norcoreano acostumbrado a vivir en aislamiento, fuertemente armado, y en permanente actitud defensiva.
Técnicamente, Corea del Norte y Estados Unidos nunca dejaron de estar en guerra luego del conflicto de 1950-53, y las tensiones ya han llegado a puntos preocupantes en ocasiones anteriores. Esta crisis, sin embargo, no sólo podría ser la más grave, sino la primera de esta magnitud desde que Corea del Norte tiene un arsenal nuclear comprobado y capaz de alcanzar a Corea del Sur, Japón y, quizás, a Estados Unidos mismo. Y, sin duda, es la primera vez que dos líderes con armas nucleares convierten el asunto en un pleito personal, donde cada cual advierte a su enemigo que no estará en el poder mucho tiempo más, y bajo la acusación mutua de estar locos. Bajo estas condiciones, un desenlace pacífico no es algo seguro.
[i] “Remarks by President Obama to the United Nations General Assembly“. En línea: https://obamawhitehouse.archives.gov/the-press-office/2015/09/28/remarks-president-obama-united-nations-general-assembly
[ii] “Remarks by President Trump to the 72nd Session of the United Nations General Assembly“. En línea: https://www.whitehouse.gov/the-press-office/2017/09/19/remarks-president-trump-72nd-session-united-nations-general-assembly