¿Dónde está la izquierda?

¿Dónde está la izquierda?

Davíd Roca Basadre Comunicador
Ideele Revista Nº 249

Lo habitual es asimilar a la izquierda con un conglomerado de siglas y personas que, además, deben unirse. Pero eso cosifica lo que en realidad es una postura frente a la sociedad que, con partidos o sin ellos, existe de manera diversa, y siempre para plantear alternativas integrales que ponen como eje la voluntad política de atención prioritaria, y directa, a las demandas de justicia social, cuestionando radicalmente al sistema conservador vigente.Pero esa brújula ya no está en manos de las siglas que solían representarla, y más bien brota de manera potente, y espontánea, con nuevos protagonistas. Los que, su vez, definen los nuevos escenarios de debate político. Y ello, en todos los terrenos.

El Perú, como sabemos, tiene la particularidad de haber padecido la experiencia del terrorismo de Sendero Luminoso y el MRTA que crearon en buena parte de la población una asociación inmediata entre izquierda y terrorismo. SL, además, empezó a diezmar con el terror la hasta entonces sólida organización popular que era característica de las poblaciones mayoritarias, urbanas y rurales. Paralelamente, la secuencia del gobierno aprista del 85-90 y la dictadura fujimorista, al clientealizar con asistencialismo los restos de las principales organizaciones sociales de entonces, terminaron por corromperlas. El golpe violento contra la sindicalización durante la dictadura fujimorista, desarticuló – siguiendo las consignas del neoliberalismo1 triunfante – otro de los bastiones fuertes de organización popular. Toda esa dinámica social era el sostén de los grupos conocidos como la izquierda que, es verdad también, manejaba – y maneja donde aún queda algo – burocráticamente esos espacios.

Sin base social de referencia y tras la derrota ideológica de las izquierdas existentes a nivel mundial, tras la caída del muro de Berlín, los disminuidos partidos denominados formalmente de izquierda basaron su accionar durante décadas, faltos de más, en la agenda de derechos y en ese marco plantearon además, aunque sin fuerza, propuestas redistributivas, como el incremento de salarios, la profundización del sistema democrático vigente, o la descentralización vista como distribución de funciones y recursos a las regiones, todo ello manejable dentro de la economía de mercado. La socialdemocratización de la izquierda hasta entonces revolucionaria, aunque se siguiera llamando comunista en algunos casos, fue entonces – al carecer de ideas de recambio ni base social – una fatalidad que, además, solo sirvió para sobrevivir.

Replegada ideológicamente y sin apoyo popular, el activismo de la izquierda tradicional se concentró minoritario en las ONG, las columnas de opinión, y algo en la universidad. Pero incluso una organización que está fuera de varios de esos espacios, con presencia nacional, cabezas visibles en el movimiento sindical, militancia y recursos como Patria Roja, no logra convocar más allá de si misma; la prueba es que no pueden repetir el triunfo electoral de Gregorio Santos en Cajamarca, y ello porque en realidad ese fue el éxito de convocatoria local de un dirigente rondero que, circunstancialmente, había sido captado para Patria Roja2. En ese marco, incluso se izó la bandera de lucha ambiental sin mucha convicción, solo para acumular. Es que Patria Roja, a su manera populachera y montonera e intelectualmente más pobre, no es muy diferente de las demás izquierdas.

Del vanguardismo al elitismo
La lejanía de las izquierdas tradicionales hacia las luchas contra los excesos de la depredación de los bosques, las actividades extractivas mineras, petroleras, su desinterés por la proliferación de monocultivos y pérdidas de agua, su nula presencia en los movimientos populares de respuesta a las intervenciones ajenas en territorios comunales campesinos e indígenas, su reclamo angustioso por no ser identificados como “antimineros”, su desconocimiento visible de los procesos de la vida cotidiana urbana son, entre otros tantos síntomas, consecuencia del paso inevitable – en aquella circunstancia de repliegue –del vanguardismo revolucionario al elitismo populista ilustrado. El ejemplo más extremo de esto ha sido, sin dudas, la gestión municipal limeña de Susana Villarán, poblada de buenas intenciones y de burócratas sensibles, pero que no entendían nada de la cotidianeidad popular. Fue el paso feliz y con tambores a la modernidad que, para tratar de entender el tramado social, dejó de compartir la vida de las mayorías y se puso a contratar focus groups, lo que fue fatal. La línea de separación entre derecha e izquierda se volvió difusa3.

El ejemplo más extremo de esto ha sido, sin dudas, la gestión municipal limeña de Susana Villarán, poblada de buenas intenciones y de burócratas sensibles, pero que no entendían nada de la cotidianeidad popular

La izquierda existe, sin embargo
Si la izquierda no son más las siglas de quienes la representaron, ¿dónde está la izquierda? La agenda social es la que determina a los actores, y estos actores se ubican a la derecha o a la izquierda. Así, la política económica neoliberal de los últimos treinta años – instrumentalizando con habilidad al terrorismo – no solo ha destruido a las viejas oposiciones izquierdistas, sino que como en todo proceso natural han generado a sus propias oposiciones.

El impulso extraordinario en el crecimiento de las grandes potencias y el surgimiento de países emergentes como China con mucha demanda de insumos, al incrementar los requerimientos de materias primas ha obligado a la intervención más apremiante de ajenos en los territorios de países proveedores como el Perú. La globalización, vigente desde los tiempos de la conquista occidental del planeta, se muestra mucho más osada, más demandante. Pero esa intervención de extraños en nuestro territorio – incluyendo a empresas de los vecinos Chile y Brasil – no podría darse sin resistencia. Eso lo sabían las grandes transnacionales que montaron un tinglado ideológico raptor de conceptos como libertad, democracia, para vaciarlos de contenido y establecer Estados controlistas en nombre del progreso y el desarrollo.

Conceptos como territorio – en el sentido de componentes diversos e interdependientes, que incluyen al ser humano, en los límites de las fronteras políticas – soberanía, como reivindicación de todo el territorio de la República pero además de la propia tierra inmediata; la afirmación de lo local sobre lo global; los derechos colectivos al mismo nivel de importancia que los derechos individuales; la justicia social ligada a la justicia ecológica en tanto que revalorización de las fuentes de vida; están profundamente enraizados en los procesos sociales que están refundando la izquierda. Una izquierda que, como queda claro, solo puede refundarse en los procesos sociales que le dan vida y le permitirán seguir siendo. No se refunda la izquierda4 en un Congreso, en la academia o en una biblioteca. Y tampoco con recambios generacionales5.

Es por los caminos de la informalidad política - como ocurre tanto en este país – que el proceso de refundación de la izquierda ha empezado a darse. Con propuestas claras que plantean alternativas a la dependencia y al control del territorio por ajenos. La izquierda que nace tiene más que nunca el pendón de la patria como símbolo legítimo.

La derecha lo ha comprendido tan claramente que genera toda suerte de candados legales para impedir la representación política de tamaña fuerza emergente en el debate político. Al tiempo que, siguiendo el estricto cronograma de las transnacionales, plantea agravar el camino de la globalización profundizando los acuerdos comerciales que nos someten a leyes extrañas.

¿Y Tierra y Libertad?
La reclamada “unidad de la izquierda” aparece, así, solo como un mito para siglas sin contenido. Para ser izquierda, hay que responder frontalmente al sistema global y desde lo local, y esa respuesta solo han sabido darla, hasta ahora, los movimientos opuestos al acaparamiento de tierras para latifundios, opuestos a las actividades extractivas destructoras del ambiente, opuestos al enriquecimiento de pocos a costa de la sostenibilidad de tierras y agua, opuestos a la entrega de recursos para abastecer a extraños, opuestos a la depredación del mar de Grau. En suma, los movimientos populares soberanistas, defensores de las fuentes de vida.

Junto a ello, últimamente aunque de manera tímida, ha habido movilización de movimientos urbanos de jóvenes, y cierta consciencia pública en torno a asuntos graves como el cambio climático, aunque sin la politización suficiente, y sobre lo cual aún penden interrogantes en torno a su proceso futuro.

Esos procesos están en búsqueda de la representación formal que les permita visibilizarse políticamente, establecer un vínculo entre sus variadas manifestaciones en todo el país. En un momento en que la derecha ha comenzado un proceso de desgaste por los tantos casos de corrupción, cercanía al narcotráfico, lobbyismo, inseguridad, desigualdad, todo lleva a interrogarse acerca de cómo es posible que no aparezca una alternativa al otro lado de la acera.

Queda Tierra y Libertad que tiene la ventaja, aún no perdida, de aparecer como un movimiento novedoso. Sin embargo, ha vacilado demasiado tiempo en acercamientos con la izquierda tradicional con la que no comparte ni los orígenes ni el discurso central, y ha caído en la trampa del mito unitario, lo que ha afectado en algo su imagen.

Los partidos o movimientos políticos no son la izquierda, solo la expresan cuando son capaces de canalizarla. Tierra y Libertad tampoco lo es, por lo tanto. Pero tiene la posibilidad de asumir ese rol si logra el efecto simbiótico necesario entre política y proceso social real. No hacerlo sería, nuevamente, dejar en manos del gran capital internacional y sus socios o agentes locales ya no solo los excedentes productivos, sino mucho más: la independencia, las libertades, la posibilidad de ser.


1Las concesiones pragmáticas a la ideología liberal se dieron paralelas a las luchas por los derechos humanos en general, y en lo particular por causas como el feminismo, los derechos de la comunidad lgtb, la lucha contra el racismo, etc., todos temas que, finalmente, terminan siendo recogidos por la derecha liberal y dejan afónicos a los precursores de esas nobles batallas.
2Hecho que, como veremos, les podría haber dado una pista de salida que no logran identificar. El MAS-PR, incluso,por poco mata a la gallina de los huevos de oro políticos, cuando vaciló y estuvo a punto de negociar con Yanacocha: la base social rondera empezó a hacer agua y Santos tuvo que volverse a montar en el caballo anti Conga.
3Los vaivenes de los embajadores humalistas que dejan pasar la ofensa grave contra Javier Diez Canseco por mantener el puesto, y luego regresan tranquilos a levantar el puño, es toda una señal de pérdida de sentido.
4Las varias reflexiones sobre colonialidad/decolonialidad, pensamiento indígena y ecologismo popular no son puramente académicas, sino que beben de estos procesos.
5Este es un tema con el que debiera zanjarse: ¿no existen acaso jóvenes conservadores? Siendo deseable el recambio generacional, por sí mismo no garantiza novedad política alguna.  

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