Chungui: La oreja olvidada
Chungui: La oreja olvidada
Felipe Degregori ha tenido la honestidad de confesar que no pudo llegar a la punta de esa imposible oreja. Los intrincados caminos de las alturas fueron demasiado para su gota, y tuvo que encomendarle el registro de las imágenes finales a su equipo.
Esta travesía intermitente empezó hace tres años y fue apoyada por el Servicio Alemán de Cooperación y el Instituto de Estudios Peruanos (IEP) que, en vez de publicar una de sus acostumbradas investigaciones, apostó por el medio audiovisual, cuya llegada rebasa el circuito académico. Culminó en la sala 10 de Larcomar, con más de doscientos invitados, muchos de ellos alemanes comprometidos con proyectos sobre la memoria en curso actualmente en el país, incluido el Lugar de la Memoria (el museo).
Edilberto
Como un ekeko fajardino, cargando rumas de papel, grabadora, casetes, cámara y pinceles, observamos a Edilberto Jiménez, el artista plástico, antropólogo y periodista radial trepado en una mula y recorriendo los caminos que lo conducen a las cuarenta y cuatro comunidades de la Oreja.
Llegar a Oreja de Perro desde Chungui, la capital del distrito, toma de dos a tres días. (Puede elegir subir a pie, en burro, caballo o mula.)
El recuerdo se va trazando en escalofriantes dibujos. Una mano firme va dibujando el horror, mientras los pobladores lo verbalizan.
“Acá, el Municipio es el Estado” |
Entrevista con el alcalde de Chungui, Daniel Huamán Daniel Huamán es un personaje clave en este pueblo. Reclutado de niño por Sendero, fue ‘pionero’. Logró escapar, estuvo en Lima, y al regresar integró el Comité de Autodefensa. Sirvió como guía a Edilberto Jiménez por la zona y le permitió establecer el contacto con la población. Años después se convirtió en el joven alcalde de Chungui, lleno de proyectos y también de frustraciones. Ser la máxima autoridad en el distrito no debe de ser ni fácil ni seguro. Según informaciones recientes, la ruta del narcotráfico atraviesa Chungui. ¿Cómo va el proyecto de la carretera que los conectaría con el VRAE?
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“Yo le llamo antropología colaborativa, porque trabajamos los dibujos juntos. Entre el comunero y yo reconstruimos los hechos. Ellos miraban el dibujo y lo iban corrigiendo”, aclara Edilberto.
Este hombre pequeño y de múltiples habilidades llegó a la zona sin imaginar lo que iba a encontrar. Fue en busca de costumbres y canciones para su programa radial y halló una zona de miedo.
Como señala: “Fui el primer extraño en entrar a la zona de Oreja. Nadie sabía hasta qué punto Chungui había quedado devastada por la guerra, como las aldeas arrasadas de Vietnam. Esa primera vez fue en 1996 y era peligroso. Compramos balas y tuve que ir con un guía. Los Comités de Autodefensa ya controlaban la zona… No había pensado en dibujar y menos en escribir un libro” (Chungui: Violencia y trazos de memoria fue publicado trece años después).
Para Felipe Degregori es un moderno Guaman Poma de Ayala, un cronista dibujante: “Guaman Poma fue su predecesor. Edilberto hace lo mismo: dibujar la situación de opresión de los pobladores quechuahablantes. En el primer caso fue la opresión de los españoles; en el segundo, la de Sendero y los militares. Por eso la referencia aparece en el documental”.
Cifras y zafras |
Felipe Degregori es un cineasta con tres largos de ficción en su haber (Abisa a los compañeros, Todos somos estrellas y Ciudad de M), y varios documentales de corte social. |
Ahora Edilberto es Hijo Predilecto de Chungui. Va y viene. Está asesorando a las autoridades en la construcción de un monumento en la Plaza de Armas, en homenaje a las cuatro mil víctimas de la violencia en ese distrito.
Armar el rompecabezas
Con 25 horas de grabación, 10 entrevistas, 30 testimonios y un cerro de mini-DVD con imágenes de apoyo, Degregori se rompía la cabeza tratando de armar la historia. Recurrió a las ciencias sociales y a un texto histórico, pero no lograba darle forma. “Hablé con el escritor Luis Nieto y él sugirió dejar solo el material recogido en Chungui, que es muy fuerte, y a Edilberto como hilo conductor. Lo hicimos como una crónica de viaje”, nos cuenta.
Este documental mantiene viva la memoria y puede convertirse en un instrumento para que Chungui no sea más el fin del mundo.