Mala maña
Mala maña
Por tu mala maña, de irte sin pagar
Rubén Blades
Hemos asistido al nacimiento de una política de corte tradicional, de retorcido cuño. Una ex tecnócrata que ha aprendido rápidamente todos los juegos de correlaciones, triquiñuelas y acuerdos bajo la mesa.
Hasta un perspicaz analista como Álvarez Rodrich ha sostenido: “Mercedes Aráoz. Rara avis. Podrán criticarla por ingenua, por no haber resuelto su discrepancia con Jorge del Castillo y hasta por algunas marchas y contramarchas que produjeron confusión, pero, al final, retiró su candidatura defendiendo principios valiosos y escasos en una política dominada por la corrupción: los de la decencia”. Coincide el analista con el terror de Chollywood, Magaly Medina: “No hablo de política pero me parece que es rescatable que las personas sigan sus principios”. Dos tigres de la suspicacia fueron envueltos por una sonrisa ancha y un disfraz de cordero Dior.
Ésta es una historia retorcida, en la que la ingenuidad queda descartada. La ex ministra sabía qué quería, y hacia allí enfiló sus baterías a mediados del año pasado con la siguiente declaración: –Aráoz: “Si yo fuera presidenta me gustaría ver niños con oportunidades”. (Fue la precursora de las cachetadas en el Ejecutivo; solo que en este caso la cachetada fue verbal.) –García: “Sus sueños presidenciales no deberían mezclarse con su trabajo como ministra”. (Y a los pocos días la expectoró del cargo.)
En noviembre del año pasado Aráoz manifestó que el Presidente la había invitado a postular a la Presidencia por el APRA. (García ha negado el hecho.) Si es la encarnación de la decencia y la Juana de Arco de los principios, por qué aceptó postular por un partido que representa a un Gobierno con varios casos de corrupción en su haber. Y antes de eso, cómo aceptó ser miembro del equipo de un Presidente objeto de acusaciones por enriquecimiento ilícito y que fue salvado por la campana.
La ex ministra no es tan jovencita como para no recordar casos como el de las oscuras operaciones de compra de los aviones Mirage 2000 que fueron investigadas por el recordado senador Carlos Malpica y que quedaron inmortalizadas en el libro Pájaros de alto vuelo; las investigaciones sobre comisiones para colocar las reservas del país en el BCCI (un banco dedicado a lavar dinero del narcotráfico); la denuncia por presuntas coimas durante el inicio de la construcción del tren eléctrico que comprometió a funcionarios italianos de la empresa Tralima y directamente a García; los favores en la repartija de dólares MUC; la supuesta autoría (del Presidente) de un fax dirigido a Alfredo Zanatti en el que le pedía dinero. (Este empresario era señalado como su testaferro, y el fax podría vincularlo con el cobro de coimas por la venta de los dólares MUC.) Sí, pues: definitivamente, la plata llega sola.
Seguramente Aráoz era una niña, y por eso no recuerda que gracias al apoyo de los parlamentarios fujimoristas a la bancada del APRA el Congreso no pudo alcanzar el número de votos que requería para denunciar constitucionalmente a García, quien se autoexilió en Bogotá y París y regresó solo cuando los delitos que se le imputaban habían prescrito.
A fines del 2010 nos encontramos frente a una experta en dimes y diretes. En un dame que te doy, afianzó su relación con la dirección política del APRA, sin distinguir facciones. En otras palabras, aún era amiga de Del Castillo, a quien le decía George (ahora se refiere a él como “ese señor”). Por su parte, el secretario general del partido declaraba a RPP en noviembre, antes de la guerra de los Roses: “Meche Aráoz da un paso adelante, con el APRA marca la cancha”.
Si fuese una cuestión de principios, no le hubiera sonreído empalagosamente. En ese momento Del Castillo tenía ya un proceso judicial abierto por corrupción. Era el mismo al que se acusaba de haberse reunido con Fortunato Canaán en la suite de éste con el fin de conversar sobre las licitaciones para la concesión de explotaciones petroleras. El mismo sobre el que pesaba una acusación de desbalance patrimonial por haber beneficiado con un proyecto de ley a Petrolera Monterrico, empresa de su amigo Julio Vera, y que le habría permitido cambiar su departamento por otro de mayor valor.
Nada: la ex ministra principista pasó por alto esos pequeños deslices e incluso negoció con él su posición en el rol de candidatos al Congreso: que fuera, pero no con el número 1. ¿Negociar con un supuesto corrupto es tener principios? Peor aun: en diciembre declaró ante la prensa su conformidad con la lista parlamentaria propuesta.
Pero algo no terminaba de cuajar. Cuando las encuestas le daban 4%, ella culpó directamente a Del Castillo por salpicar su candidatura con el aceite de los “petroaudios”, y, demostrando haber aprendido de jugarretas políticas, sacó de la manga la carta de la ruptura: exigió que los candidatos al Congreso no tuvieran investigaciones pendientes por casos de corrupción. Fue solo después de eso cuando le empezó a fallar la muñeca, porque su protector, García, se abstuvo de intervenir, y el viejo zorro Del Castillo logró mantenerse en la lista en un puesto de fácil recordación: el último.
Además, esa movida que pretendía anular al secretario general del partido por el que ella postulaba no incluía a personajes que iban en la lista parlamentaria y que también habían sido cuestionados en diferentes momentos, y que alguien de principios no se permitiría avalar; es el caso de Carlos Arana, ex director del programa Agua para Todos y jefe de FONCODES, sobre el que pesan denuncias por favorecer a la constructora MPM, una empresa conformada por personas vinculadas a Arana y al APRA y que ha ganado licitaciones por más de 500 millones de soles.
Finalmente, Aráoz renunció a ser la candidata del oficialismo (¿o la renunciaron?), y no se necesita ser demasiado suspicaz para preguntarse si lo hubiera (lo hubieran) hecho si hubiese logrado un porcentaje prometedor en las encuestas.
Sea como fuere, su habilidad es tanta que ha logrado transformar un retiro por conveniencia en un martirologio ético.