Rober Calzadilla: “Hace 30 años que los dos sobrevivientes de la masacre del Amparo esperan justicia”

Rober Calzadilla: “Hace 30 años que los dos sobrevivientes de la masacre del Amparo esperan justicia”

Patricia Wiesse Directora de la Revista Ideele
Gerardo Saravia Editor de la Revista Ideele
Ideele Revista Nº 274

Foto: David Alejandro Chancón / El Venezolano.

La película El Amparo ha ganado el premio del público en el 21 Festival de Cine de Lima. A fines de los años 80, en el río Arauca, que está en la frontera entre Venezuela y Colombia, dos hombres sobreviven a un ataque de las Fuerzas Armadas venezolanas en el que mueren catorce personas. Los acusan de ser guerrilleros y ellos aseguran que son simples pescadores. La ópera prima de Rober Calzadilla no se centra en las denuncias, sino que nos muestra cómo la voz de la justicia se encarna en dos personas humildes, que no aceptan las presiones de los militares y políticos que buscan que hagan eco de la versión oficial.


El premio en Lima no es el único: El Amparo ha ganado en esa misma categoría en el Festival de Biarritz.  ¿Cómo surge la idea de hacer la película?

Cuando éramos niños, tanto la guionista como yo supimos de este hecho. Nos marcó en una etapa de nuestras vidas en las que pasábamos de la niñez a la adolescencia. Veinte años después, cuando ya vivía en Caracas, me tocó entrevistar a los protagonistas. Yo colaboraba con Provea, una ONG de derechos humanos, filmaba con mi cámara y también editaba sus materiales. Gracias a ellos conocí a Pinilla y Chumba, los dos sobrevivientes, e hicimos pequeñas piezas audiovisuales didácticas que tenían que ver con el trabajo de activismo en derechos humanos.

¿Sigues colaborando con esta ONG?

Ahora queremos hacer proyecciones de la películas en el pueblo de Amparo,  y estamos organizando con Provea un evento el 29 de octubre, fecha en la que se cumplen 30 años de la masacre en el que participarán los sobrevivientes.

¿Estudiaste cine? Porque una cosa es trabajar materiales periodísticos y otra manejar el lenguaje cinematográfico.

Estudié teatro en la Escuela de Artes Escénicas, y luego saqué mi licenciatura en artes con mención en cine en la Universidad Central de Venezuela.

¿Cómo financiaste El Amparo?

Nosotros tenemos un organismo que apoya el cine, pero la verdad es que ya no sabemos si lo tenemos: el Centro Nacional Autónomo de la Cinematografía. El dinero que recauda para hacer las películas va a un fondo que proviene de las productoras, de las cadenas de cine, de las televisoras. Trabajó bien hasta el 2015: de ahí salió Pelo Malo, El amparo, La familia, que acaba de ganar el festival de Lima en la categoría “Mejor película”. Fuimos la última camada que salió de una buena gestión que mantenía una cierta imparcialidad, un respeto a las diferencias políticas. Ya no es así. El centro se acaba de declarar chavista y ha puesto en la dirección a una señora que es tejedora.

¿Tejedora? ¿Te refieres a que es artesana?

Sí.  Uno de los grandes horrores del chavismo es que pone gente en cargos importantes sin que tengan la calificación para ejercerlos.

¿Hay un cine chavista?

Sí, por ejemplo la Villa del Cine hace solo películas chavistas. Éstas no tienen la trascendencia ni la calidad, son panfletarias, y por eso ni siquiera se ven en el mismo país.

¿Cuál era la idea al momento de crear esta Villa de Cine?

Me parecía excelente. Se trataba de hacer cine popular con la participación de las propias comunidades.

¿Qué otras manifestaciones culturales del primer chavismo puedes rescatar?

Hubo ideas interesantes. Por ejemplo, se creó una red de cine comunitario. Bellísimo. Iba a haber salas bien equipadas en lugares donde no llega el cine, donde no hay centros comerciales. Otra idea fue llevar el teatro y la música a las escuelas. Estas ideas se tergiversaban porque no las realizaban personas capacitadas sino que ponían a cualquiera. El chavismo empezó a valorar la incondicionalidad política antes que la capacidad de la gente.

El amparo no es una película que intenta determinar quiénes fueron los responsables para que se haga justicia, sino mostrar cómo reaccionaron los pobladores que vivieron ese drama.

Exactamente. No intenta precisar la responsabilidad que tuvo el entonces jefe de operaciones de la Disip -  la policía política -, o el actual gobernador socialista del estado Guárico, quienes formaban parte del comando responsable del asesinato.

"No se dice de buenas a primeras que ellos son los pobrecitos, sino que se pretende que a medida que la película avanza, el espectador saque su propia cuenta".

La película está basada en una obra de teatro.

Primero hicimos una obra de teatro en la que yo trabajé como actor. La escribió Karin Valecillos, y después ella fue la guionista de la película. Yo le di el material en bruto que había grabado en Provea. Conversamos mucho y nos dimos cuenta de que ambos guardábamos la misma imagen de la época: la de los dos acusados en la televisión tratando de decirle al país que eran inocentes.

¿Cuáles son las diferencias entre el tratamiento teatral y el cinematográfico?

 En el cine no tienes que darle tantas explicaciones al espectador como en el teatro, y esa es una diferencia radical. Otra diferencia específica es que las situaciones y los personajes eran muy binarios en la obra de teatro: estos son los buenos y estos son los malos. Eso no ocurre en la película. Además, en la obra de teatro nos centramos solo en seis personajes.

Se ha tratado de eliminar el maniqueísmo en el que fácilmente se puede caer al tratar un tema como ese.

Hablando de eso, muchos años después Pinilla nos dijo que él era traficante de alimentos que hacía pasar de un lado a otro de la frontera. Yo le dije que no se avergonzara de eso porque no se había hecho rico con eso, y que fue su manera de sobrevivir y mantener a su familia. El olvido del Estado es la causa de eso. Esto nos sirvió para darnos cuenta de que los personajes en la película debían generar dudas. No se dice de buenas a primeras que ellos son los pobrecitos, sino que se pretende que a medida que la película avanza, el espectador saque su propia cuenta. Al principio hay dudas, pero después es claro que no tienen nada que ver.

Ellos no son héroes sino gente común y corriente. Hay uno que es un tipo abandonado por su mujer y otro que es alcohólico.

Exactamente. No existen héroes, sino que las circunstancias los llevan a verse envueltos en esa situación.

La actuación es muy natural. Muy diferente al estilo teatral en el que te formaste.

Trabajé con actores profesionales y con otros que no lo eran. Tuve una experiencia previa en un corto que hice y en el que trabajé de la misma manera.

En el festival de cine de Venezuela tu película ganó el premio del público. Tú has dicho que la hiciste pensando en el público. Entendemos que esto no significa que has condicionado la propuesta al gusto popular.

No, con la productora y la guionista siempre pensamos hacer una película doméstica, para nosotros; nunca medimos las posibilidades internacionales que podría tener. En ese sentido, era una película para la gente; queríamos que no fuera tan hermética,  pero que tampoco le diera todo masticado al espectador.

El personaje del policía es interesante. En las películas latinoamericanas casi no existen policías correctos. Él no necesariamente creía en la inocencia de los pescadores, pero respetaba la ley.

Lo que pasó de verdad es que invitaron al policía ese día en el que salieron a pescar, pero justo tenía guardia; si no, se hubiera ido a pescar con sus amigos. Yo conversé con el actor que hacía de policía para hacerle entender que él era uno de ellos, solo que con un poco más de conocimientos porque sabe algo de leyes y de ciertas normas básicas. Tampoco es que fuera un héroe, sino que en ese momento tenía la presión de las mujeres afuera de la comisaría y reaccionó con indignación ante la injusticia y la prepotencia del militar; pero después se asusta.

Se parece al caso de los falsos positivos en Colombia. Los militares tenían que mostrar éxitos y acusaron a muchos inocentes.

Sí, hay muchas hipótesis pero esa es la que más popular. Todas apuntan al falso positivo. Otra hipótesis es que el jefe de este comando mixto - integrado por la guardia nacional, el ejército y unos cuerpos de seguridad – tenía la aspiración de ser ministro de Defensa, porque eso era lo que ocurría con los jefes que comandaban operativos exitosos en esa zona. Y podía ser así porque todas las acciones de este grupo eran televisadas enseguida. Una última hipótesis es que este grupo mixto de seguridad fabricaba guerrilleros para cobrar dinero a los hacendados de la zona a los que protegían. Lo que ocurrió es que llegó un momento en el que los hacendados se negaron a pagar porque se dieron cuenta de que no había más guerrilleros ahí.

¿El caso se judicializó?

No. Todavía Chumba, Pinilla y las ONGs que los han acompañado esperan que el caso pase de los tribunales militares a instancias civiles. Lo que yo me enterado hace poco es que en ningún país de Latinoamérica los militares les rinden cuentas a los civiles.

¿Por qué en estos 30 años ninguno de los  gobiernos  ha querido presionar para que el caso pase al fuero civil y se acelere el juicio y la sentencia? ¿Chávez guardó un espíritu de cuerpo frente a la violación de derechos humanos de los militares?

Todos los militares que participaron en esta masacre estuvieron y están en todos los gobiernos, incluido el de Chávez. Uno de los responsables fue ministro y es en este momento alcalde de un estado, y el otro era de oposición. A ninguno le conviene remover esas aguas.

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