Excelente entrevista. Mis
Enviado por Maria Luisa Ben... (no verificado) el
“Cuando era niño una vez quemé una muñeca. La muñeca decía ‘Mamá, mamá’, y creía que se iba a poner a llorar. Entonces le prendí un fósforo. Tuve que buscar asilo político en la casa de los vecinos.” Así empieza nuestra conversación con este escritor que se define como un contador de historias. Está de visita porque desde hace 25 años trabaja como profesor universitario en los Estados Unidos.
–Has reincidido con Ollanta Humala. Lo apoyaste primero en las elecciones del 2006 y después nuevamente.
–Cuando escribí que iba a votar por Humala esperaba sobre todo que el Perú pudiera elegir un gobierno democrático, por lo menos como el de Belaunde. Pero haciendo una comparación histórica, me parece que hemos elegido al gobierno de Sánchez Cerro. Me da miedo; tengo la sensación de que este señor no sabe dónde está, que es un militar y su experiencia consiste en mandar y que lo obedezcan sin dudas ni murmuraciones. Es un pragmático, y por eso actúa de acuerdo con el cada día. Se ha convertido al neoliberalismo, quiere resultados inmediatos y ha contratado a Castilla, que es el que en realidad está gobernando. Sus proyectos de inclusión los podría haber implementado hasta la señora Fujimori. Eso de darle 200 soles a las personas de más de 60 años no tiene nada de inclusión: es absolutamente asistencialista.
–¿Pero por qué votaste por Humala en 2006? En ese momento no estaba “la amenaza Keiko”.
–Pero estaba la amenaza García.
–Tú sigues la política peruana y escribes sobre ella. Pareces estar indignado.
–En Castelnuovo, Italia, se celebra cada año un Festival de Dante Alighieri y escenifican el Purgatorio y el Paraíso. Acaba de llegar Antonio Medis, un peruanista importante, y me ha dicho que están preparando el Infierno. Eso es lo que he sentido con respecto al Perú. Las movilizaciones que se han producido son expresiones que indican que algo no está funcionando. En realidad, nada está funcionando. El Gobierno ha respondido de una forma torpe. El Presidente sale a decir que el Movadef está detrás de esto y que es una amenaza. Yo realmente no veo cómo podría serlo. Pero puede ser el pretexto para la mano dura. Y, finalmente, si detrás del Movadef está Sendero Luminoso y quiere participar en política, pues bienvenido. ¿Qué se está prohibiendo? ¿Las ideas?
–Pero Sendero no se ha autocriticado ni ha pedido perdón a la sociedad, como sí lo han hecho otros grupos en América Latina.
–Pero de esa forma pueden hacerlo. Además, es gente que ya salió, que ya cumplió su condena, pagó por sus crímenes. Se ensañan con ellos y se olvidan de los criminales que están al otro lado. Ese miedo tiene razón de ser. Una vez fui a ver a un preso político amigo mío, y mientras estaba allí me pidió que le hablara a un joven que estaba preso con él sobre un narrador. Después de la charla, le pregunté por qué estaba allí. Me contó que estaba escribiendo “Viva el MRTA” y lo detuvieron. Fue juzgado por jueces sin rostro, y había pasado 11 años en la cárcel porque no tenía abogado.
–También hay casos emblemáticos sin sentencia. Por ejemplo, Accomarca.
–Eso por ejemplo: Telmo Hurtado llega ya hace un buen tiempo al Perú extraditado para denunciar a los superiores que le habían ordenado la matanza. A él lo detiene la Policía de tiendas en Miami porque su mamá estaba robando algo. Van a la casa y se encuentran con los “hurtados”. Hillary Clinton empujó para que lo devolvieran y acá no saben qué hacer con él.
–¿Te da alguna esperanza o eres escéptico con el Frente Amplio de Izquierda?
–Me da muchísima esperanza. Creo que es la única solución. Yo soy un hombre de izquierda y creo que lo único que podemos hacer es marchar unidos y olvidar las luchas bizantinas. Si no lo hacemos, la próxima presidenta del Perú será la señora Fujimori.
–Pero son los mismos caudillos de siempre.
–Es cierto, pero ellos van a tener que cambiar, porque tienen enfrente a esa multitud que no les ha pedido permiso para salir a la marcha.
–¿Crees que el movimiento de jóvenes en el Perú es equiparable al de los indignados y otros de Europa?
–En Estados Unidos, el de Wall Street, había uno del PC, pero también un boy scout y varios curas, predicadores. La educación peruana propicia chimpancés con celulares. Pero estos jóvenes peruanos han movilizado espontáneamente y me parece fantástico. Los partidos han decidido participar posteriormente. Y eso exactamente es lo que he visto en España y los Estados Unidos. Pero sus protestas deben tener un contenido político, porque si solo se levantan para gritar “Perú, Perú”,no tiene sentido.
–Cuando eras muy joven estuviste en las manifestaciones en Irán, luego de que el Sha fuera derrocado. Casi mueres y tuviste que escapar.
–Salí de una manera holliwoodense. Como he hecho de todo, en ese momento era periodista. Estaba en París y recibí la llamada de una amiga periodista estadounidense que me decía siempre: “Eduardo, donde sea que estés nos encontraremos y seremos amantes, e iremos donde yo quiera ir”. Esta vez me llamaba para ir a Irán, porque el Sha estaba por caer. Solo que mientras nuestro avión aterrizaba allá, el Sha volaba hacia París. Estuvimos en una manifestación donde hubo 200 muertos. La guardia del Sha disparaba y la gente avanzaba hacia la muerte segura, creyendo absolutamente que se iban al Paraíso. Yo pisaba sangre y vísceras humanas. Me arrinconé contra un muro esperando la muerte, y en ese momento alguien gritó: “¡Eduardo González Viaña!”. Era un amigo de Trujillo, de la época del Grupo Trilce, que trabajaba allá y me salvó. Después mi amiga Nikiese fue sola al Líbano. Allí le cayó un balazo y murió.
–Allí los jóvenes que lideraron la revolución eran socialistas. Los ayatollahs, que representaban la vuelta al pasado feudal, se les unieron y tomaron el control. ¿Qué pasó con esos jóvenes?
–Fueron ejecutados. Yo presencio la ejecución de una mujer adúltera y las mutilaciones de algunos ladrones. Tuve que quedarme 6 meses: no había vuelos.
–Volvamos al Perú, y retrocedamos a tus orígenes políticos. Primero estuviste vinculado a la juventud del APRA.
–Así es. Yo soy ‘cholo’ del norte, de Pacasmayo, y cuando entré a la Universidad de Trujillo fui secretario general del Comando Universitario Aprista. Era por tradición familiar. Mi padre me dijo que mi abuelo había sido montonero pierolista, y mientras estaba escondido en la sierra se enamoró de una lugareña buenamoza e hizo a mi padre. Me dijo que él era aprista y que yo tendría que ser anarquista, comunista o algo así. Mi padre era el abogado más importante de la provincia. Un día, cuando yo tenía 8 años, durante el gobierno de Odría, llegué a mi casa y vi que unos policías se lo llevaban a la cárcel por aprista. Entonces yo no puedo tener nada contra el APRA. Puedo sentir que Alan García es un traidor, pero no tengo nada contra el partido.
–¿Y cómo fue tu ruptura con ese partido?
–Salgo del APRA con Luis de la Puente Uceda, al Movimiento de Izquierda Revolucionaria. No me incorporé a la guerrilla, pero sí la apoyé. Después he sido candidato de la Izquierda Unida al Senado en 1985, por el UNIR. En ese frente yo era independiente.
–¿Cuál fue el punto de quiebre con el APRA?
–Bueno, la Revolución cubana. Fidel Castro no proviene del Partido Comunista sino del ortodoxo, que es el Partido Aprista. En ese momento demostró que era factible llegar al socialismo a través de la lucha armada. En el APRA misma hubo un minuto de quiebre el 17 de julio de 1961, cuando Haya de la Torre, habiendo ganado las elecciones, no obtuvo suficientes votos para asumir la presidencia y le cedió sus votos a Odría. Cuando dio su discurso, juré nunca más volver al local del APRA en Trujillo.
–¿Qué opinas de Alan García?
–Si Haya tiene un enemigo, ése es García. Coincidimos en Europa y él vendía libros que robaba en las librerías en la puerta de la Sorbona.
–¿En su caso ha habido una conversión?
–No lo siento así, porque no es un asunto ideológico. Es un problema de personalidad: alguien que trata de llegar a un punto sea como fuere. Y si es necesario aliarse con el diablo, lo hará. No ha cambiado: tiene un ego descomunal.
–Políticamente, ¿dónde lo ubicas?
–En la extrema derecha, por supuesto. Como dijo Lourdes Flores: está a la derecha del PPC.
–¿Y cómo ves ahora al nuevo Partido del Pueblo?
–Me parece que es gente muy honesta y muy aprista. Los conozco. No tienen rabo de paja. Hace dos años me llevaron al local de Miraflores para presentar un libro sobre la Revolución de Trujillo. Estaban todos menos García. Cuando comencé a hablar, dos señores se desmayaron. Rendí homenaje a Luis de la Puente Uceda, y la gente aplaudió.
–Tú, que has estudiado la Revolución de Trujillo, ¿cómo crees que el Perú está procesando la memoria relacionada con la guerra interna?
–Creo que no se está procesando. Yo veo que en Argentina la mayoría de criminales está en la cárcel. En Chile acaban de descubrir en el mar restos de las cadenas con las que amarraban y lanzaban a los seres humanos. Un general arrepentido lo contó antes de morir. En el Perú, el Gobierno se ha puesto del lado de los que mataron a los emerretistas vencidos en la Embajada de Japón. Yo no veo diferencia entre Fujimori y Abimael Guzmán, pero en estos momentos Guzmán también está muy mal y le han negado la posibilidad de llevarlo a un hospital.
–¿Crees que las amnistías son necesarias?
–Yo sí lo creo. Entre los presos por terrorismo hay muchos inocentes; qué garantía tuvieron esos juicios. Y que no se suponga que digo eso porque le tengo cierto afecto a Sendero, porque yo he padecido un atentando cuando era candidato por IU. En 1985 fui al Jurado Departamental de Trujillo para defender mis votos. Y me di cuenta de que había una bomba debajo de la mesa donde estaba sentado. Mi maestro de Primaria, el que me dijo que iba a ser un escritor, fue asesinado por Sendero Luminoso.
Yo no puedo tener nada contra el APRA . Puedo sentir que Alan García es un traidor, pero no tengo nada contra el partido.
–Queremos mencionar tu libro Vallejo en los infiernos. Lo que sostienes es que Vallejo estuvo en la cárcel por motivos políticos. ¿Vallejo era un comunista declarado?
–En ese momento no. En el Perú se producen luchas sociales desde 1910 y, sobre todo, en las haciendas azucareras del norte. Las dirigen los anarcosindicalistas y hay grandes matanzas. El prohombre del partido aprista, Antenor Orrego, dirigía La Reforma, un periódico anarquista. Por eso cuando Haya le dice que quiere formar un partido, Orrego le contesta que mejor funde una escuela. El APRA nace influida por el anarquismo e intenta ser libertario. Los enfrentamientos en Santiago de Chuco son entre los pardistas, liderados por los Santa María, que representan al viejo régimen, y los leguiístas, entre los que están Vallejo y las autoridades más progresistas. Los Santa María pagaron a unos gendarmes armados para que maten al subprefecto, al juez y al alcalde, pero un obrero se les enfrenta y mata a los gendarmes. Después se producen una serie de incendios. Al día siguiente, un juez inicia la acción contras los pardistas y César Vallejo escribe sobre los acontecimientos. En Trujillo, la Corte Superior manda un juez ad hocy cambia el proceso. Este juez es el abogado de la hacienda Casa Grande. Quieren acabar con Vallejo. Alguien intenta matarlo en la entrada del penal. Le pagan al obrero que había disparado para que dijera que Vallejo le proporcionaba armas. El abogado de Vallejo le dice que el obrero lo ha acusado y ha firmado. Vallejo se sorprende y le dice que el hombre no sabe firmar porque es analfabeto.
–¿Cómo sale Vallejo de la cárcel?
–Finalmente sale con libertad provisional, pero un año después los Santa María remueven el proceso, y Vallejo podría haber muerto en la cárcel. Pero su amigo Antenor Orrego, que se iba a Europa, le regala su pasaje. Orrego se queda y padece como 20 años de prisión por ser un luchador social.
–¿Vallejo nunca estuvo en el APRA?
–No, nunca. Pero tampoco era comunista entonces. Se hace comunista en Europa.
–Ese lado comprometido y combatiente de Vallejo se trata de silenciar ahora que todo el mundo habla de él.
–Es el preferido de las reinas de belleza. Todas declaran haberlo leído. En la novela él recuerda su juventud mientras está en la cárcel. Para escribirla, como también soy abogado, estudié el expediente penal que está repleto de aberraciones jurídicas. Conversé con Orrego, con Haya de la Torre y una serie de testigos. Visité casas, leí un diario de María Sandoval, que fue la primera enamorada de Vallejo en Trujillo.
–¿Y la andina y dulce Rita es de Santiago de Chuco?
–Lo que digo es que es Rita Uceda, la madre de Luis de la Puente Uceda. Era una hacendada importante de la provincia. Una vez, conversando con su lugarteniente, Gonzalo Fernández Gasco, me dijo que en prisión Lucho le había contado eso.
–Como a todos los escritores de la Generación del 60, la Revolución cubana te marcó profundamente.
–Ocurre cuando tengo 18 años y me hace sentir que hay un camino para el cambio. Yo creía que yo había nacido para ser un héroe o un santo. La Revolución cubana me permitía ser las dos cosas a la vez.
–¿Y ahora tienes una visión crítica del régimen y de Fidel Castro?
–No, es gente que está sola desafiando a un imperio. Están sufriendo de una manera bárbara para salir adelante. Es un país que está esperando una invasión en cualquier momento. Ha habido tratos infames contra los homosexuales, pero ahora la hija de Raúl es una propagandista de la causa. Puede ser que en algunos aspectos no coincida con ellos. Po ejemplo, cuando Fujimori estuvo en problemas, Fidel Castro salió en su apoyo.
–Las mujeres en tu obra son muy importantes. ¿Cómo trabajas tus personajes femeninos?
–Por ejemplo, Hablar con la santa muerte no es solo un libro sobre las fronteras, sino sobre las mujeres. Comienza con la historia de una mujer que se ha escapado de su país para huir de un esposo machista e infame que es un militar criminal de guerra. La mujer que yo conocí no aguanta y le pone una pistola en la cabeza. Durante toda la historia el tipo —que es un gigante— habla y habla y se va achicando. He conocido a esas mujeres mexicanas que se han sacado el alma.
–¿Entonces tus protagonistas son reales?
–Sí, y las recreo. La mujer de 80 años es real. Llegó a los Estados Unidos ilegalmente por la frontera, empujando a su hijo de 50 años que tenía un cáncer en el cerebro. Ella quería conseguir al mejor doctor del mundo con 200 dólares en el bolsillo. Llegó a Berkeley, donde yo era catedrático, y me pidió que la ayudara a conseguir una bomba atómica del tamaño de un dedal que supuestamente curaba el cáncer. Cuando, con todo mi dolor, le confesé que eso no existía, la mujer me dijo: “No importa. Yo aunque sea voy a ir a hablar con la Santa Muerte de mujer a mujer”.
–¿Y combinas la realidad con las manifestaciones populares de religiosidad, chamanismo, magia, que también son reales?
–Claro, porque diferenciarlas es el invento. En mi pueblo las personas del servicio doméstico me contaban historias fascinantes, y eso se entreveraba con mis lecturas de La Divina Comedia a los 8 años.
–¿Esas historias de aparecidos y penas? ¿Crees en ellas?
–Recuerdo que mi abuelo me dijo que cuando se fuera me iba a pasar la voz. Un día el caporal del fundo de arroz me dijo: “Don Eduardito, se ha muerto su abuelito. Me dicen que era muy mujerero”. Y yo le digo: “Pues sí, creo que era muy mujerero”. Y en la noche, mientras estaba leyendo, se abrió la puerta del cuarto y veo que se aparece mi abuelo y me dice: “¿Conque mujerero, no?”. Se rió y desapareció. Estoy muy acostumbrado al otro lado.
–¿La relación de los latinos con la muerte es diferente a la de los estadounidenses?
–Yo siento que tenemos un sabor de la muerte muy especial. Inclusive en el idioma español la muerte es femenina; en inglés no tiene género, y en el imaginario es más bien un hombre que siega. Nuestro ancestro indígena privilegia a su mujer en su panteón. Y la muerte se parece mucho a la virgen de Guadalupe en México.
–¿Tuviste alguna participación en este debate entre escritores limeños y provincianos? ¿No te parece que hay ciertos escritores que tienen más espacio y son más “marqueteados” que otros?
–Es evidente, pero eso no me va a llevar a la polémica. Tengo tiempo solo para escribir y dictar cátedra. Creo que el problema va por el lado de las corporaciones editoriales que privilegian lo que venda, así el escritor sea un actor de telenovelas.
–¿Como escritor provinciano nunca te has sentido marginado por los limeños?
–Es que yo tengo un ego gigantesco y nunca lo he sentido. El que lo sufrió fue Vallejo, que fue ninguneado primeramente por Clemente Palma. Cuando llega a Lima y publica Trilce, hubo un gran silencio. Nadie le hizo caso.
–Tu prosa es impecable, y a la vez muy simple.
–Pienso que debo escribir para ser entendido por mi mamá. Ella ya está en el cielo, pero siempre he querido que me entienda. En mis cuentos no pongo lisuras porque pienso que me va a leer. Y, por otro lado, sigo un consejo de mi padre que era abogado: cuando vio que, estando en segundo año de Derecho, me dedicaba a la literatura, me dijo que leyera el Código Civil para que descubra una manera de escribir. En él no hay una palabra de más, y no hay adjetivos. Los adjetivos son muchas veces innecesarios.
–Vives hace 25 años en los Estados Unidos. ¿Cuándo decides irte del Perú?
–Muchas veces. Yo soy un velasquista, y cuando cayó Velasco me fui del Perú a Europa, muy desengañado. Y la última vez fue porque me invitaron a ser profesor visitante en la Universidad de Berkeley por 4 meses. Cuando terminó el semestre me invitaron por otro año y luego por otro. Después, con el fujimorato, sentí que no quería quedarme en el Perú, y busqué trabajo estable. Se presentó una posibilidad en la Universidad de Oregon. Me presenté y gané el concurso. Tres años después me dieron el primer nivel de la docencia a tiempo completo.
–¿Tu inglés era bueno?
–Nunca. Mi nieta es la que puede juzgar. Es que dicto en español. Mi curso es de literatura latinoamericana para estudiantes gringos. Hay una gran necesidad de profesores, porque todos quieren aprender español en los Estados Unidos, debido al influjo tremendo de la población hispana. En cada clase yo tengo unos 25 alumnos, y cuando les pregunto cuántos votaron, uno levanta la mano. En cambio los hispanos votan todos. Por eso el señor Obama nos debe en mucho su triunfo.
–¿Hay otros profesores latinos en la universidad donde enseñas?
–Fui el primer profesor latino en llegar; los otros que siguieron tuvieron que salir. No es tan fácil mantenerse. Yo lo he logrado a costa de algún prestigio exterior, y por el cariño de las autoridades.
–¿Por qué no es tan fácil mantenerse?
–Se exigen publicaciones, hay evaluaciones de los alumnos, pero también, a veces, surgen envidias. Pero yo me siento contento.
–Volviendo a Obama. ¿Te decepcionó?
–No esperaba demasiado. Y voté por él porque era demócrata, no porque era negro. No hay opciones: se presentan 20 partidos, pero en realidad son dos. Y los demócratas tienen alas que son mucho más progresistas. En Obama, lo importantísimo es la reforma de la salud.
–Sobre la situación de los inmigrantes, hay mucha marginación y maltrato.
–La inmigración es lo más saludable que le puede pasar a la economía estadounidense, no solo por la mano de obra barata, sino porque los hispanos somos consumidores y creamos fuentes de trabajo. Florida es un ejemplo. Los beneficios económicos son sorprendentes para el Estado. El racismo visceral es lo que impide este reconocimiento. Les pronostico a los republicanos que en las próximas elecciones se van al diablo.
–Tú te defines como un activista a favor de los inmigrantes. Una vez rompiste tu brevete en señal de protesta.
–Participo en todas las manifestaciones. Sí, rompí mi brevete en una manifestación porque el gobernador de Oregon había emitido una orden legislativa y ejecutiva que le daba caducidad al brevete, cuando ésta es la única forma de comprobar nuestra existencia, igual que en otros estados. Allá no hay no hay DNI. Cuando caduque uno debe presentar las pruebas de que está legalmente en los Estados Unidos. Eso significaba que todos los hispanos que no pudieran demostrarlo iban a dejar de ser seres humanos.
–Oregon es un estado muy abierto. Es el más ecológico.
–Sí, es absolutamente puro, verde. Pagamos un poco más para tener una gasolina que no ofenda al ambiente. Los jóvenes no fuman. Tenemos mucha seguridad. Yo dejo mi casa abierta. Algo que demuestra el carácter progresista de los oregonianos es que es el único estado en el mundo que aprobó, en 1995, la ley del suicidio asistido.
–¿Hay latinos en Oregon?
–Están llegando. Yo estoy trabajando con los campesinos que llegan.
–¿Cuál es la agenda campesina?
–Es muy grande. César Chávez era un chicano que es como nuestro Martin Luther King. Logró que todo el país hiciera una huelga y que no se comieran naranjas. Paró la producción de California. Los farm workers luchan por una ley de inmigración.
–¿La crisis de los Estados Unidos tiene para rato?
–No, yo creo que está en un proceso de franca recuperación. Todos los índices muestran que cada mes el número de trabajadores se incrementa.
–Has dicho que el capitalismo está mostrando su rostro más feroz y carnicero. ¿Qué tiene de positivo la sociedad estadounidense?
–Por ejemplo, la democracia directa. En los Estados Unidos hay elecciones todos los años en noviembre. Son referendos en cada estado, condado y ciudad, en los que se decide lo que el Congreso aprueba en nuestro país. El matrimonio gay se ha aprobado en otros estados. En las ciudades, si los constructores van a desarrollar una urbanización, tienen que pedirle permiso al pueblo. En Oregon casi siempre dicen que no. Mi casa, por ejemplo, está situada en un lugar muy bonito, sobre una montaña, y los venados se pasean por los jardines. Hace un tiempo alguien se lanzó a construir en el barranco, y tuvieron que derribar todo y volverlo verde de nuevo.
–¿Piensas en volver?
–Todos los días, y todos los días que estoy aquí pienso en regresar allá. Tengo dos corazones.
Enviado por Maria Luisa Ben... (no verificado) el
Excelente entrevista. Mis respetos a Eduardo Gonzales Viaña y a Ideele. Todos los días escucho ideeleradio.pe desde Suecia, en donde resido hace 21 años, en un exilio que parece no tener fin.