Los gobiernos y sus Ministros
Enviado por Pedro Merino Boyd (no verificado) el
La maldición del oro cajamarquino se cierne sobre el cerro que está en el límite entre los dos departamentos. Ya no hay espacio para más concesiones mineras en Cajamarca y la expansión a las tierras vecinas de Lambayeque es inevitable. Parece que se revivieran los antiguos odios contra el cacique Chaparioc, que fue enterrado en ese cerro. Pero no es así. Sucede que la montaña de Chaparrí ha sido divisada en Google Earth por una compañía minera que ha marcado con una cruz de tinta indeleble en la pantalla el lugar de su futura exploración. Los osos de anteojos tiemblan.
Fernando La Torre atraviesa con su mini van la zona de la ex hacienda. Pasa Pucalá, el puente Tulipe y llega a Tinajones, que antes era propiedad de la familia Pardo y ahora es Agro San Juan, nueva concentración de tierras en manos de una familia chotana, los Huancaruna, que, además del café Alto Mayo, es dueña de la empresa Grapes of Sipán.
Esta parte baja es una zona agrícola donde tradicionalmente se ha cultivado arroz, y las inundaciones permanentes del terreno han traído el mal de la salinización, que corroe lo que encuentra a su paso. Al cosechar el arroz, los agricultores dejan los terrenos húmedos, y con el tiempo ha crecido una grama verde que impide la siembra de otros productos. La solución que han encontrado es lotizar y vender los terrenos, traspasándole el mal a las construcciones que terminan corroyéndose por el salitre.
En el distrito de Chongoyape han esquivado este mal. En vez de dejar húmedos los terrenos, luego de cosechar el arroz siembran inmediatamente camote, alfalfa y menestras que capturan la sal, impidiendo que aparezca el temible salitre. Por ello, los chongoyapeños pensaban que estaban protegidos por Chaparioc, el cacique mochica de la montaña Chaparrí.
El chofer se para frente al río Chancay. “En el cerro La Puntilla hay oro”, señala La Torre. La expansión minera es un tema que preocupa a la gente de la zona. Todos los cerros de los alrededores están denunciados. El compartidor de agua de La Puntilla alimenta los ríos Reque y Lambayeque, de donde sale el agua para la agricultura de la zona. Incluso hay denuncias en el área de la represa de Tinajones (la historia se repite en “esta hermosa tierra del Sol”).
Parece que de este mal no hay Chaparioc que los libre. La contaminación minera es tan o más corrosiva porque afecta los ríos. En la comunidad Santa Catalina de Chongoyape se empieza a sentir el ambiente de zozobra. En su reserva de Chaparrí–y decimos suya, porque se trata de la primera reserva privada del país– actualmente hay 30 denuncios mineros.
Un zorro de mirada impertinente observa inmóvil el paso de la camioneta. Los animales de Chaparrí han comprendido, después de 14 años de protección, que los seres humanos no les harán daño. Los venados pasan al costado de la mini van sin temor. Las 34 mil hectáreas son de propiedad comunal. Hay una puerta de ingreso a la reserva que es de color verde y está cerrada con candado. Combina con los árboles pelados de tronco verde, que florean solo de agosto a octubre, y con los diversos tipos de cactus, entre los que destaca el Gigantón que mide hasta seis metros.La Torre enciende nuevamente el motor y continúa con el recorrido que hace a diario para transportar a los grupos de turistas que llegan a la reserva. El paisaje cambia cuando hace su ingreso en el bosque seco. La gracia de esta reserva es de otro tipo, más discreta que exuberante, a diferencia del paisaje amazónico cuyo colorido hiere los ojos. Explanadas de tierra y piedras. Algunos árboles parecen quemados, otros tienen troncos blancos como calcinados. Las ramas retorcidas y peladas le dan al paisaje un aire espectral. Es la belleza de la sequedad.
El ex administrador – fotógrafo - conservacionista
En los años 60, el joven Heinz Plenge fue convocado por su suegro, el dueño de la hacienda Tinajones, para ser parte del equipo administrativo. Una de sus funciones consistía en organizar cacerías en el bosque seco que estaba dentro de su territorio. Guiaba las expediciones de los hacendados que eran aficionados a la caza del venado, y también salía algunos fines de semana con los trabajadores de la hacienda que vivían en los alrededores de Chongoyape. Plenge aprendió a observar con sigilo, a esperar pacientemente por horas, a afinar su puntería y a disparar con precisión, sin saber que años después esas habilidades las aplicaría a su otra gran pasión, que es la fotografía. En un momento de su vida cambió la escopeta por la cámara provista de potentes lentes, y se volvió un fotógrafo de la vida silvestre. En 1988 publicó su primera foto en National Geographic, y esa fue su consagración internacional, luego de la cual lo convocaron para participar en exposiciones de todo el mundo.
Como fotógrafo recorrió el Perú con su cámara. Se ha quedado hasta cuatro días esperando para tomar la mejor foto que existe de un cóndor blanco, en el exacto momento en el que despliega las alas y ejecuta una coreografía aérea. Esta cercanía a los animales, a los que retrata con expresiones tiernas, amenazantes, indiferentes o juguetonas, hizo que fuera asumiendo una postura conservacionista, como se refleja en fotos impactantes sobre la contaminación del litoral, o de animales muertos que yacen varados en las playas. No todo es paisaje admirable o especie exótica en las fotos de Plenge. También aparece con claridad la denuncia y la preocupación por el medio ambiente.
La Torre recuerda con nitidez la foto de un cóndor andino que colgaba imponente en una de las paredes del recibo del cine Tropical de Chiclayo, y que de niño miraba embobado los domingos antes de la función de matiné. Años después se enteraría de que fue tomada por Plenge en Chaparrí.
Después de la reforma agraria, cuando la hacienda fue expropiada, Plenge se mudó a Chiclayo. En paralelo a la fotografía, inició trabajos con algunas comunidades rurales en proyectos de protección de sus recursos naturales. Regresaba de manera esporádica a la zona, pero sus pensamientos no se alejaban de esa montaña misteriosa. Su preocupación iba en aumento porque sabía que en la costa solo quedan 5% de los bosques secos originales.
El acuerdo con la comunidad supuso la realización de una serie de asambleas. Para sorpresa de los comuneros, esa área seca y pedregosa comenzaba a cobrar valor ante sus ojos; más aún cuando Plenge les propuso comprarles 100 hectáreas de ese cerro que para ellos no valía nada. La Torre recuerda que le decían: “Se ha vuelto loco. Hay que venderle porque eso es pura piedra”. El único impedimento era que el nuevo socio no era comunero y, por lo tanto, no tenía derechos. Pero por esas cosas del destino, Plenge se había casado con la hija del dueño de la hacienda Tinajones, que había nacido ahí y podía reclamar su pertenencia al lugar. Por unanimidad, ella fue nombrada comunera y de esa manera el plan pudo seguir concretándose.Poco a poco le fue dando forma a una propuesta absolutamente novedosa en el país: la creación de una reserva privada, administrada por la comunidad a la que pertenecían muchos de sus amigos de Chongoyape, los mismos con los que había trabajado en la hacienda, y con los que salía de caza. Decidió arriesgarse y comunicarles su idea. En su primer encuentro organizó una cacería como las de antes. Fotografió un venado que corría libre por el monte y después lo cazaron. Esa situación motivó la primera reflexión que compartió con ellos: cuánto se puede ganar manteniendo vivo al venado, y cuánto repartiendo su carne. Plenge reveló la foto y la vendió, sacando por ella más que los comuneros por la venta de la carne.
Firmaron un contrato en el que la mayor y casi exclusiva beneficiada era la comunidad. En las hectáreas que le pertenecían, el fotógrafo invirtió en la construcción de alojamientos rústicos de adobe que le darían su única ganancia. El proyecto turístico sería administrado por los propios comuneros, que recaudarían el total de los ingresos por las visitas y demás servicios complementarios. Recibieron apoyo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) para la capacitación de los guías. Los primeros cuatro años se dedicaron a construir los cercos y las áreas para la protección, y desde hace diez reciben visitantes.
Se declararon protegidas más de 30 mil hectáreas. Ni en el Perú ni en América Latina existían reservas privadas. Plenge se demoró tres años en papeleos que parecían interminables, hasta que logró que saliera la resolución que la declaraba como tal. La idea de proteger a los animales y plantas les ha cambiado la vida a más de 800 campesinos registrados en el último censo, esos mismos que vendían la madera de los algarrobos a tres aserraderos y que habían deforestado el bosque a pasos agigantados. Además del algarrobo que sirve para hacer carbón y construir casas, resistió el zapote que se usa para hacer artesanía de madera, el palo santo que se quema para los sahumerios, el hualtaco que sirve para elaborar pisos de parquet, y el faique con el que se construyen las estructuras de los barcos y que, a diferencia de los otros tipos de madera, necesita de humedad y no se pudre. Todos estos árboles tienen una función utilitaria, y por eso era todavía más difícil hacerle entender a la gente que no había que talarlos. La única manera de convencer a taladores y cazadores era que comprobaran por ellos mismos los beneficios de la conservación.
El 60% de las ganancias se destinó a proyectos sociales. Separaron un porcentaje para invertir en educación, y los alumnos de las cuatro escuelas del área reciben sus paquetes escolares, además de otras donaciones que los directores solicitan. En algunos caseríos, las aulas han dejado de ser multigrado para que cada sección tenga su aula y profesor propios.Lo que más les costó fue dejar de comer carne de venado, y esta prohibición los llevó a enfrentarse a golpes entre sí e, incluso, recurrir a la intervención policial. Cuando la reserva comenzó a generar ganancias, los promotores mandaron a reconstruir el local del puesto de salud y contrataron al personal que el Ministerio de Salud no les proporcionó. Recién después de tres años llegaron los trabajadores del ministerio. La atención es gratuita, al igual que las medicinas básicas.
A pesar de recibir estos beneficios concretos, la comunidad no está del todo cohesionada. Hay un grupo que está promocionando la parcelación de las 42 mil hectáreas comunales entre los 850 comuneros inscritos en el padrón. Juan manifiesta que los funcionarios de las mineras interesadas en ese territorio les susurran al oído esta estrategia para fragmentarlos, con la intención de comprar esas tierras.
Según Plenge, la corrupción de las empresas e instituciones no escapa a las propias comunidades campesinas. También se pronuncia sobre otras amenazas al proyecto: “Otros problemas de igual importancia que la amenaza minera son la expansión desordenada de la frontera agrícola, la voracidad de las grandes empresas agroexportadoras y el tráfico de tierras”.
El proyecto se ha convertido en un modelo que funciona, y llegan de diferentes partes del país a conocer la experiencia y a recibir capacitación. Los estudiantes de la Universidad Agraria visitan la reserva todos los años. La presencia extranjera es variopinta: mapuches, estudiosos franceses, chinos, y obsesivos birdwatchers como el alemán apodado el loco TocToc, que ha visitado el lugar en seis oportunidades para fotografiar al pecho de luna, un pájaro cuyo canto parece un golpe de puerta. Silbidos agudos, graznidos de tono bajo, gritos atronadores, cantos armoniosos se mezclan para crear el sonido del bosque. Contribuye a la explosión auditiva el imitador de cola larga, un pájaro con la habilidad de copiar el canto de todas las otras aves.
En Chaparrí existen hasta la fecha 30 denuncios mineros. Gran parte de estos denuncios involucran proyectos de explotación a tajo abierto
El ex cazador - fotógrafo - guía
Un señor mayor con sombrero de paja que le protege el rostro del calcinante sol, espera en la reja de entrada a la reserva. A los 54 años, Juan de Dios Carrasco se dio el lujo de estrenar una nueva profesión: operador turístico con estudios en Cenfotur, y experto en flora y fauna del bosque seco. Nos enseña el libro Vida silvestre de Chaparrí, que va por su tercera edición.
En su juventud fue leñador y cazador. Cortaba los algarrobos para conseguir leña. Acompañaba a su amigo Pedro Cáceres, que dirigía las cacerías en Chaparrí, y después armaban la gran comilona con carne de venado. Mataban al oso de anteojos para ganarse el título de “gran cazador”. Al tigrillo le sacaban el cuero para colocarlo como adorno en sus paredes. Sus pieles eran los trofeos de caza.
Los cazadores se escondían en la parte alta de la montaña, donde están los bebederos de agua, a esperar que los osos y los pumas se acercaran a darse un baño o saciar su sed. Ahora la caza está prohibida. Si Juan Carrasco ve a una persona con un arma dentro de la reserva, le pide que salga. Si no lo hace, llama a los guardabosques, que son seis, y a la gente que vive abajo. Arman un operativo para sacarlo a la fuerza. Actualmente en esos bebederos han instalado cámaras que tienen sensores que captan el movimiento de los animales, y cuando están cerca se activa el disparador. Esas fotos sirven para conocer las especies y determinar, por ejemplo, cuántos osos de anteojos hay.
En Chongoyape había cuatro fotógrafos que tomaban las fotos en ceremonias de toda índole. Su primo se dedicaba a ese negocio en Chiclayo y animó a Juan a que se comprara una cámara y en pocos días le dictó un curso intensivo. A partir de allí fueron cinco los fotógrafos en el distrito. Tuvo varios percances de principiante, como usar una velocidad demasiado alta para tomar las fotos del matrimonio de su primo. Cuenta que llegó a su casa y se metió debajo de sus frazadas que hacían la vez de cuarto oscuro. Cuando abrió la cámara y sacó los rollos, descubrió que todos se habían velado. Otra vez fue contratado por Cáritas para tomar unas fotos, y después de un largo día de trabajo se dio cuenta de que no había puesto el rollo en la cámara. En vez de tirarla, como fue su primer impulso, continuó y les llegó a transmitir la afición a todos sus hijos.Hasta hace unos años no había un mal externo que amenazara a los comuneros de Santa Catalina de Chongoyape. Eran las malas prácticas las que estaban llevando al exterminio del bosque: “Los comuneros pasamos por un largo proceso de reeducación”, comenta Juan. Mientras cumple con su función de guía, toma fotos a diestra y siniestra demostrando habilidad en el oficio que practica hace veinte años y que ahora le sirve en su trabajo conservacionista.
Yinda y Cuto
Uno de los proyectos que maneja la comunidad consiste en criar animales en cautiverio para luego devolverlos a su hábitat natural. Hay serpientes y zorros que permanecen en cuarentena y luego son liberados en el bosque.
La historia de Yinda es conmovedora. Ella es una osa de anteojos que fue trasladada a la reserva desde Oxapampa por Heinz Plenge, a pedido del Inrena. Yinda había sido adoptada por Julia, una señora de pocos recursos que la tenía como mascota, amarrada en la parte de afuera de su casa. La mujer jugaba con ella como si fuera un perro y le conversaba como si fuera una hija. Julia tenía serios problemas familiares y había establecido una relación afectiva con el animal que era muy complicada de romper. Yinda se volvió completamente inútil, comía de la mano de Julia, no tenía espacio para correr ni árboles a los que trepar.
Para su readaptación fue necesario trasladarlas a ambas - madre e hija - a Chaparrí, y que Julia participara en el proceso, que duró muchos meses. Instalaron a Yinda en un corral grande que era una especie de mini hábitat, rodeado por un cerco electrificado para evitar que el animal escapase. Cuando los especialistas evaluaron que la osa podía valerse por sí misma, Yinda fue liberada, se adaptó a la vida silvestre y llegó a tener varias crías, que han sido vistas y filmadas.
La pava aliblanca es un pájaro grande que se acomoda torpemente en las ramas delgadas de los árboles que inexplicablemente aguantan su peso. Se le consideró extinguida durante 100 años por efecto de la cacería y fue redescubierta en 1977. En Chaparrí se pueden ver más de un centenar.El caso de Cuto es diferente. Se trata de un oso de anteojos que fue rescatado de un circo, flaco y enfermo. En su vida solo había conocido una sucesión de maltratos. Sus domadores lo colocaban encima de una base caliente que le quemaba la planta de los pies para que diera saltos, y le llamaban el oso bailarín. Cuto inspira ternura y es totalmente inofensivo porque le cortaron los colmillos. No puede valerse por sí mismo; por ello deberá vivir en cautiverio el resto de sus días. Hoy es la atracción de la reserva.
Un gavilán acanelado se posa en una rama, mientras el cóndor andino y su pareja están en una jaula de grandes dimensiones, esperando que la hembra ponga los dos huevos que justifican su cautiverio. Después de ello les espera la libertad.
Juan reconoce el silbido del pitajo de tumbes, un pajarito de pecho amarillo y alas negras que está considerado extinto en el resto del mundo, y a la urraca que chilla desafinada. Distingue los termiteros en una de las ramificaciones del chaquirón, un árbol cuyos troncos se funden y entrelazan. Cuando termina su recorrido con los turistas, guarda en su bolsillo un trozo de hierba santa de cuyas bondades curativas puede dar cátedra.
Para quienes conocen a fondo el tema minero ambiental queda claro que cuando el Estado otorga una concesión, implícitamente ya le está dando la bendición al proyecto minero. El resto es un simple saludo a la bandera
Peligro en el bosque
Sin embargo, el futuro de este bosque modelo se ve ahora inminentemente amenazado por la minería.
Desde hace cierto tiempo, la comunidad campesina Muchik Santa Catalina de Chongoyape recuerda ver helicópteros sobrevolando de vez en cuando los cielos de Chaparrí y su bosque encantado. El ruido espantaba tanto a los animales como a los lugareños. “En esos helicópteros viajaban los mineros”, cuenta Juan. “Cada uno traía una barra por delante: el detector. El helicóptero volaba a baja altura por la montaña, y, a través de su detector, enviaba señales directamente a su oficina central”.
Pero de la noche a la mañana los helicópteros dejaron de hacer aquellas visitas no anunciadas.
Nada sorprendente. Con la tecnología de Google Maps y Google Earth, los buscadores de metales preciosos ahora pueden pasearse por todos los bosques del mundo sin tener que abandonar sus escritorios. “Ellos ahora simplemente entran a Google, ubican lugares con ricos depósitos de todo tipo y hacen sus denuncios mineros”, explica Juan. “Y una vez que el Ministerio de Energía y Minas les otorga las concesiones mineras, las comunidades afectadas siempre somos las últimas en enterarnos de lo que se nos viene encima.”
¿Qué significa todo esto?Cartas siniestras
Por el momento, la comunidad campesina de Chongoyape no habla del bullicio de los helicópteros. Ahora se concentra en los petitorios mineros que se multiplican en el predio de la comunidad, y de las numerosas cartas de entreverada prosa que ha recibido del Sector de Energía y Minas del Instituto Geológico Minero y Metalúrgico (Ingemmet). En una de las más recientes cartas de Ingemmet se lee: “La Unidad Técnico Operativa advierte que revisada la Carta Nacional CHONGOYAPE (14-C) se observa que el área del citado petitorio minero superpone en forma total al Área de Conservación Privada Chaparrí, declarada mediante Resolución Ministerial No. 1324-2001-AG publicado [sic] el 27 de diciembre de 2001.” En su correspondencia, Ingemmet también les recuerda que la industria minera es de utilidad pública, y que la promoción de inversiones en su actividad es de interés nacional. Luego, en un va y viene jurídico, sostiene: “…en caso de otorgarse la concesión minera, su titular no podrá realizar actividades mineras en el terreno que comprende el Área de Conservación Privada Chaparrí si no cuenta con el ‘acuerdo’ de la COMUNIDAD CAMPESINA DE MUCHIK SANTA CATALINA DE CHONGOYAPE, con la imposición de una ‘servidumbre’ u otro ‘derecho real’ que se otorgue sobre el terreno, sin perjuicio de las ‘condiciones especiales de uso de su superficie’, por constituir una carga vinculante para todo aquel que requiera la utilización del predio”. Párrafos de esta y otras cartas circulan por toda la comunidad. No se habla de otra cosa.
En concreto, se trata de un procedimiento de servidumbre que aún no se ha asignado. El Estado, a través de su ministerio, tiende a argumentar– tal como lo ilustra la carta aquí citada -- que otorgar una concesión minera no afecta ningún derecho, ya que para poder realizar cualquier actividad de exploración o explotación la empresa minera requiere la autorización previa del propietario. Pero para quienes conocen a fondo el tema minero ambiental queda claro que cuando el Estado otorga una concesión, implícitamente ya le está dando la bendición al proyecto minero. El resto es un simple saludo a la bandera.
Javier Jahncke es abogado de la Red Muqui. Según Jahncke: “En la práctica, todos los mecanismos establecidos en la normatividad, facilitan el acceso de la empresa a la zona y el inicio de cualquier actividad para exploración y explotación. Los mecanismos de participación son meramente informativos. La población no decide nada en contra de la actividad minera, sino más bien brinda elementos para que mejore el proyecto -- no para que el proyecto se ponga en cuestión. Con la bendición del Estado, el proyecto termina saliendo adelante, porque lo que más importa aquí es el tema de factibilidad. O sea, qué tan rentable es el proyecto, aunque éste se encuentre en un área de conservación privada”.
En efecto, la comunidad también ha recibido cartas en las que Ingemmet simplemente comunica la aprobación de estudios de exploración en la zona de la reserva de Chaparrí, los cuales, supuestamente, sólo pueden iniciarse con el permiso de la comunidad.
Visitas a Juan
Con los proyectos mineros, suele llegar el arte de las mentiras de un futuro mejor: Las de una minería ambientalmente sostenible y socialmente responsable, las de la inclusión social, el desarrollo y el progreso. Juan recuerda una de las insistentes visitas que le hicieron a su casa un alcalde, un “gringo” y su asesor. Llegaron un día en un carro negro, “brillaba bonito”. Era la hora del almuerzo. Juan los invitó a ingresar a su casa, pero no a almorzar. “Tenemos información que usted es un hombre de muchos proyectos y de muchas aspiraciones, pero que necesita ayuda para que sus proyectos se hagan realidad. Nosotros lo vamos a ayudar”, le dijo a Juan el asesor del “gringo”. Admirado por tanta bondad, Juan le preguntó en qué consistía la ayuda y por qué el interés en ayudarlo. “Estamos enterados de que usted tiene la intención de hacer bien las cosas, pero que a veces está mal orientado. Lo están orientando mal para protestar en contra de la actividad minera [en la zona]. Sepa que la actividad minera es la única actividad que va a sacar del subdesarrollo al país, que lo va a ayudar a salir adelante y que le va a permitir progresar tanto a usted como a su familia. Nosotros queremos ayudarlo, pero tiene que cambiar de versión. No nos puede criticar, porque lo que le han dicho no es verdad”.
Después de escucharlos, Juan les pidió que se retiraran de su casa. “Ud. no sabe lo que se está perdiendo”, le contestó indignado el “gringo” a través de su asesor. “¿Qué le parece si le doy tres minutos para que reaccione y cambie de opinión?” Una vez más, Juan les pidió que se marcharan. Lo hicieron. A los pocos días, los tres amigos estaban visitando las casas de otros opositores al proyecto minero. “A ellos también les pintaron los mismos pajaritos”, afirma.
No todas las visitas han sido tan descaradas. En una ocasión un ejecutivo minero canadiense, Paul Warren, de la compañía BHP Billiton, dijo haberse quedado tan impresionado con el trabajo de conservación que se realizaba en la reserva de Chaparrí, que terminó devolviendo más de 2,600 hectáreas que ya había comprado de la comunidad. “No pidió un solo sol a cambio de la devolución”, cuenta Plenge. “Más bien felicitó a la comunidad por su emprendimiento de conservación.”
Desde esa fecha, las mineras junior canadienses Estrellita 14 y Panoro Minerals también merodean por la zona de los osos de anteojos.
Los hechos
Lambayeque no es una región con tradición minera. Sin embargo, actualmente tiene 25% de su territorio concesionado.
Como ya se ha dicho, en Chaparrí, existen hasta la fecha 30 denuncios mineros dentro de la Reserva Ecológica y cientos de ellos a todo lo largo de la cuenca del río Chancay, la arteria aorta del valle de Chiclayo. No solo eso. Los petitorios abarcan superficies donde se encuentran el Reservorio de Tinajones –proyecto hidráulico que almacena las aguas del río Chancay, construido precisamente para irrigar las tierras lambayecanas– y el Cerro Chaparrí, la maravillosa montaña que domina el paisaje y que fue en su época considerada sagrada por la cultura Moche.
Gran parte de estos denuncios involucran proyectos de explotación a tajo abierto.
Frente a esto, Plenge se pronuncia con preocupación. “Esto quiere decir que habrían voladuras de grandes extensiones de terreno, montañas, bosques, manantiales y cursos de agua que causarían un impacto ambiental tremendo que afectaría a todo el valle que alberga una población humana de casi un millón de habitantes”. Juan tiene la misma preocupación: “La minería se ha convertido en una bomba de tiempo que puede explotar en cualquier momento, haciendo un tremendo daño no solo a nuestra comunidad sino a la humanidad.”
El Bosque Seco Ecuatorial
Pero eso no es todo. Chaparrí forma parte del Bosque Seco Ecuatorial, una región natural del Perú y Ecuador que está constituida por ecosistemas de bosque seco tropical. Toda esta zona boscosa proporciona importantes servicios de regulación ambiental. Jahncke sostiene: “Chaparrí es una zona desértica con intenso calor, pero los ecosistemas de la región, a través de la fauna y flora del lugar que actualmente se encuentran en peligro de extinción, automáticamente facilitan que baje la temperatura de la zona circundante a los valles.”Por lo tanto, cuando se destruye esta zona boscosa, desaparecen todos estos ecosistemas al igual que las fuentes de agua, las especies, y las cadenas tróficas. Toda esta destrucción contribuye a intensificar el cambio climático.
Y es justamente el cambio climático el tema central que la Vigésima Conferencia de las Partes (COP 20) tratará este año. Con mucho orgullo el Perú será el anfitrión de esta reunión internacional, en la que el oso de anteojos no figura en la agenda.
*El presente artículo contiene fotografías de Juan de Dios Carrasco
Enviado por Pedro Merino Boyd (no verificado) el
Los gobiernos y sus Ministros de la minería, siempre piensan que dar concesiones mineras es lo "Máximo" de su gestión gubernamental o ministerial. ¿A quien favorece la minería? No a los peruanos, tantos ejemplos de esto tenemos, precisamente, los lugares de mayor pobreza son aquellas regiones que en su momento fueron zonas altamente mineras, pero las minas se agotaron y las poblaciones nunca se beneficiaron, pues quedaron en la ,mayor de las pobrezas,
Así tenemos a Huancavelica, Apurimac, Ayacucho y ahora también Cajamarca, que aunque todavía tiene muchas reservas mineras, sin embargo, las que ahora se explotan no ha sido factor favorable de cambio de la pobreza de esa zona, ahora es una de las regiones más pobres. Con tantos años de producción de oro, la Región sería una de las más florecientes, pero como el país es testigo nada de eso ha sucedido. Nuestros antepasados si hacían uso de las minas prueba de ello está que cuando se descubren sus tumbas se encuentran muchos objetos de oro que adornaban sus cuerpos y su viviendas; pero jamás se morían de hambre porque sus gobernantes construían silos para almacenar sus granos para las épocas de sequía, de ese modo siempre había alimento para las poblaciones.
Sería bueno que nuestros gobernantes pudieran estudiar a fondo nuestra historia para estar bien informados y tener un sano criterio al conceder terrenos para explorar y explotar los minerales de nuestras regiones, así habría un equiibriuo entre la agricultura que es factor de alimentación y la minería que es factor de enriquecimeinto externo y que luego deja en la ppbreza a nuestros compatriotas donde los minerae son extraídos.