La izquierda y los procesos electorales: Tecnocracia y paradigma

La izquierda y los procesos electorales: Tecnocracia y paradigma

Jefrey Gamarra Carrillo Profesor de la Universidad de Huamanga
Ideele Revista Nº 258

(Foto: La República)

Es probable y quizás inevitable una segunda vuelta electoral en estas elecciones presidenciales del 2016; desde ya muchos apuestan a una final entre Fuerza Popular de Keiko Fujimori y alguien más. Y aunque nuestra institucionalidad electoral es tan precaria conviene reflexionar sobre la manera cómo los actores políticos se han comportado durante las últimas décadas. Entre los actores con más protagonismo hacemos mención de la izquierda que participa en procesos electorales desde la Asamblea Constituyente de 1978. En las elecciones de ese año y hasta fines de los años ochenta del siglo pasado su propuesta era la de una izquierda independiente que no estaba dispuesta a hacer alianzas salvo entre grupos políticos que se reclamaban de la misma línea. A partir de los años noventa su comportamiento cambió y de ser protagonista paso sucesivamente a tener un rol secundario, primeramente con Fujimori, y luego sucesivamente con Toledo y finalmente con Humala. Y para estas elecciones del 2016 se escuchan nuevamente voces que demandan aliarse no importa con quien para enfrentar a la candidata fujimorista. ¿Cómo entender el comportamiento electoral de la izquierda desde los años 90 en adelante?

Al respecto, de manera genérica existen dos interpretaciones sobre la conducta electoral de la izquierda desde dos perspectivas, digamos opuestas. Desde posiciones identificadas con sectores de derecha se desconfía de su compromiso con la democracia considerándola como intrínsecamente autoritaria adjuntándole el epíteto de “antisistema”. Para este sector, la izquierda de hoy se comportará “chavistamente”, llegado el caso de acceder al poder. Desde el lado de quienes se ubican en posiciones de centro o centroizquierda, se espera que ella deba demostrar permanentemente su vocación democrática haciendo las concesiones necesarias evitando las protestas en las calles y estableciendo alianzas con cualquier opción de centro o más allá a fin de enfrentar el fujimorismo. Desde esta perspectiva se espera opte por el mal menor en cualquier segunda vuelta.

Sin embargo, más allá de los comportamientos atribuidos a la izquierda la manera cómo ésta se comporta tiene que ver más bien con procesos internos relacionados a los cambios en la composición de su militancia antes que con las presiones o expectativas provenientes del exterior. Al menos dos son los cambios que explican su comportamiento. El primero tiene que ver con las modificaciones en la composición socio-profesional de sus militantes, principalmente sus líderes, es decir, el factor tecnocrático: la emergencia de una militancia profesionalizada; el segundo, en relación con lo anterior que tiene relación con la sustitución de paradigmas sociológico-político y digamos también, de los imaginarios de la izquierda.

Respecto de los cambios en la composición socio-profesional de la izquierda se ha pasado de los cuadros políticos “clásicos” conformados por militantes surgidos desde la base, con enraizamiento en los sectores populares, inserción en organizaciones gremiales y sobre todo una visión de la vida que privilegiaba la acción política. A fines de los años setenta, la izquierda que luego participaría en procesos electorales había acumulado una importante experiencia organizativa y los horizontes que se planteaba eran de mediano y largo plazo. A pesar de sus recurrentes divisiones pudo lograr consensos que la colocaban en la perspectiva de acceder al poder buscando tener presencia en diferentes sectores a través de liderazgos basados en la militancia activa y un intenso trabajo de bases. Además, su identidad política se nutría del reconocimiento nítido de grupos adversarios como el APRA. Su imaginario político contribuía también a reafirmar su identidad política: se era de izquierda o de derecha sin la alternativa de los espacios intermedios.

Desde fines de los años setenta se empieza a percibir un cambio en la composición socio-profesional del militante y sobre todo de sus líderes. Las distintas profesiones comenzaron a pesar y bastante, en el comportamiento de esta izquierda. Los líderes políticos formados en el activismo político desde las bases cada vez fueron menos importantes y los técnicos especializados en políticas de desarrollo adquirieron mayor protagonismo. En todo caso, las obsoletas tecnologías para hacer la revolución fueron reemplazadas por otras nuevas para hacer el cambio. El viejo militante se reconvirtió, no siempre con éxito, en el profesional especializado en desarrollo y gestión de proyectos para las mayorías o, población vulnerable. Contra lo que se sostiene, también las izquierdas tienen sus propios tecnócratas que privilegian la razón instrumental sobre los sistemas ideológicos. En las decisiones por lograr alianzas electorales y apoyos condicionados en segunda vuelta han terminado por imponerse los criterios de la tecnocracia progresista y no la de los militantes de antaño.

A una tecnocracia de izquierda le corresponde también una determinada forma de comprender el mundo. Algo que poco se toma en cuenta es que más que la ideología política en el Perú ha primado entre su militancia un paradigma académico sociológico. La militancia histórica basaba su activismo político en el estructuralismo crítico o marxismo que partía del principio del lento cambio de las estructuras y privilegiaba por tanto, las largas duraciones sobre las coyunturas; la historia se imponía sobre el presente como el camino para construir el futuro. La idea de que las transformaciones sociales y de las relaciones de poder podían trascender la propia existencia del militante, hacía de la dimensión histórica el eje alrededor del cual giraba el partido, el programa y el sentido de la acción política en aras de un proyecto a futuro.

El cambio del paradigma estructuralista y su sustitución por otro como el de “agencia” que enfatiza la acción de los individuos y la construcción de comunidades de sentidos ha impactado también en el comportamiento electoral de la izquierda. La nueva militancia no imagina el presente como resultado de una acumulación histórica que conduce a la utopía del futuro sino que la acción a corto plazo cuenta para alcanzar objetivos, resultados y metas inmediatas y realizables. La incertidumbre que genera un futuro no inmediato ahora produce temor y ansiedad. Esto conduce a establecer alianzas que se saben no duraderas en el tiempo, a militancias efímeras y a justificar la colaboración con cualquier propuesta o gobierno de turno. En suma, se ha pasado de la teodicea del tiempo histórico a la panacea del presente inmediato.

Frente a estos procesos que han transformado la manera de construir partidos y vivir militancias políticas de izquierda vale la pena preguntarse: ¿Qué alianzas establecer en estas elecciones del 2016 y sobre todo en la segunda vuelta? ¿Está la izquierda encarnada por el Frente Amplio en condiciones de sacrificar sus logros políticos inmediatos por aquellos que la coloquen como actora principal en el 2021?

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El pragmatismo de la

El pragmatismo de la izquierda de hoy, no podrá permitir que se construya una alternativa política bien asentada en ideas fundamentales básicas y estructurada en una organización moderna, pero sólida. Una causa para que ello haya sucedido es El clientelismo con las organizaciones "de base" que la propia izquierda promovió (mezcla dañina de lo ideológico-político con lo técnico), así como la presencia de caudillos. Adicionalmente, su éxito como "acción técnica para el desarrollo" ha sido muy limitado. Por tal razón ese modelo, mas bien,fue copiado y bien usado por el fujimorismo y su caudillo sabiendo que les serviría para hacer, del clientelismo, políticas de Estado (parecido a la época de Odría o de Perón en Argentina) y acción política de su partido y el de su hija, que hoy sufrimos y nos duele tanto. Son cuatro décadas perdidas por la izquierda peruana,en medio de las cuales tuvimos a SL... Hay que tomar en cuenta que en América Latina somos el único país que tuvimos un SL y que entre los años 70, 80 y 90 tuvimos la más grande cantidad de partiditos maoistas, comunistas, trotsquistas y etc . Hoy existe el Frente Amplio, Ciudadanos Por EL Cambio, Ünete, Democracia Directa y etc, etc., agrupaciones con una variedad de partidillos cada uno. Todos ello no pudieron ponerse de cuerdo en aspectos "centrales" para ir juntos y enfrentar las elecciones 2016. Sin mayor discusión programática ni ideológica y sin haber "sanjado nada", hoy 23 de marzo , todos están dispuestos a impulsar a la candidata del FA que hace cuatro meses no les parecía que los representaba por "razones fundamentales". Falta mucho por caminar para que una izquierda moderna sea una alternativa de gobierno en nuestro país. Creo que será necesario pasar por una segunda transición para tener la oportunidad y el tiempo de construir una institucionalidad política que represente, verdaderamente, a los peruanos que no queremos que nuestro país tenga una limitada ciudadanía, ninguneo del otro, la injusticia y la corrupción institucionalzadas, el pisoteo y la banalidad de los derechos fundamentales y de las libertades...A pesar de la terrible coyuntura que vivimos, vislumbro que se está comenzando a despertar, se está colocando en la agenda algunos temas importantes...algo bueno sucederá

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