¿Un momento constituyente? Reflexiones desde la deliberación ético política
La nuestra es una sociedad cuyos ciudadanos profesan un creciente escepticismo frente al valor de la democracia liberal.
La nuestra es una sociedad cuyos ciudadanos profesan un creciente escepticismo frente al valor de la democracia liberal.
¿Por qué pensar en alta voz sobre el valor de la teoría en nuestro país? Porque se hace muy poco. Y, cuando se hace, se la asume como algo inferior, superfluo y, acaso, extravagante. Como si se tratase de un adorno inútil del que se puede prescindir para pasar al asunto principal, el de las “cosas concretas”. Este prejuicio empobrece las perspectivas de análisis y de interpretación de la realidad, ocasionando serias distorsiones en el ámbito práctico.
“Liberalismo” es uno de esos términos que han sido utilizados con tanta frecuencia que muchas veces se pierde de vista la complejidad de su trama histórica, así como la profundidad de sus postulados filosóficos. En un medio como el nuestro, donde el debate político se reduce a la diatriba, a la superficialidad temática y a la ignorancia conceptual, es necesario realizar una labor ex cathedra, a fin de contribuir a la difusión de la teorización política. En ese sentido, con los riesgos que ello supone, buscamos poner de manifiesto algunas consideraciones de carácter general sobre el liberalismo, en los dos planos de lectura que proponemos.
uchas por la hegemonía, hay que encontrarlas en la condición subyacente a toda sociedad: la pluralidad de visiones del mundo y los intereses grupales inherentes al mismo. Mientras varios sectores pueden anhelar y procurar modificaciones drásticas a una situación que consideran injusta e insostenible, hay otras colectividades que pretenden mantener dicha situación de estabilidad porque les ocasiona beneficios.
‘Humanismo’ es una de esas palabras que se usan de manera muy frecuente. Tanto, que a veces se pierde de perspectiva los múltiples usos que posee como vocablo.