Jesús Vásquez: criollismo centenario

Escrito por Crédito de imagen: Casa Museo Jesús Vásquez. Revista Ideele N°295. Diciembre 2020

Tenía 18 años cuando conocí a Jesús Vásquez, “La Reina y Señora de la Canción Criolla”. Un gran epíteto para una persona que toda su vida se caracterizó por su sencillez y calidad humana, pero lo tenía bien ganado. No olvidaré su gesto de ternura al brindarme un autógrafo aquella noche de serenata dedicada a San Martín de Porres, evento al que fue invitada por la hermandad para cantarle al santo en víspera de su celebración. Su dedicatoria y firma la puso en mi cancionero de valses que tenía como portada una foto de ella. Es así que este cancionero se convirtió en mi documento de identidad como amante de lo nuestro.

Esta anécdota personal –a modo de introducción-, sirva para delinear a una mujer única y de difícil reemplazo dentro de la música popular. Su gran voz y estilo propio al cantar han marcado la historia del criollismo. Este mes de diciembre celebramos el centenario de su natalicio. A pesar de los tiempos críticos que sobrellevamos, vale la pena tomar una pausa y valorar lo que ha sido su vida y prolífica obra musical para el Perú, no solo como un aporte al cancionero, sino también como comprensión de una identidad peruana. Quisiera hablar de ello a partir de tres valses popularizados por su gran voz, calados en lo más hondo del alma del pueblo: El Plebeyo de Felipe Pinglo, Todos vuelven de César Miróy Corazón de Lorenzo Sotomayor.

El Bardo Inmortal

“Mi sangre, aunque plebeya, también tiñe de rojo el alma en que se anida mi incomparable amor…”

Jesús Vásquez nació en Lima el 20 de diciembre de 1920 en un antiguo solar, -posteriormente demolido para dar lugar a un moderno local- donde actualmente funciona la Hermandad del Señor de los Milagros, cuadra cuatro del jirón Chancay en el antiguo barrio de Pachacamilla. Hija de Pedro Vásquez, natural de Cajamarca, y de María Vásquez, nacida en Junín, su gusto por el canto surgió desde temprana edad, sobre todo al escuchar los ensayos del trío “Los criollos”, conformado por Luis de la Cuba, Ernesto Echecopar y Luis Aramburú. De ese modo, a los 18 años ya contaba con un espacio musical en la desaparecida radio Grellaud, desde donde, tras dos meses de trabajo, fue descubierta por el empresario chileno Eduardo Sierralta. Este la condujo a Radio Goycochea, donde ejercía la dirección artística. Pero su consagración como cantante provino de la genial interpretación de “El Plebeyo” de Felipe Pinglo.

Su natalicio coincide con la próxima celebración del Bicentenario, motivo por el cual, no basta con recordarla a través de las canciones grabadas en cientos de discos, sino en sintonizar con aquel ideal que ella siempre quiso imprimir en cada interpretación. Forjar esos vínculos en un país de encuentros y desencuentros no es nada fáciles, pero ella lo consiguió… y por ende, siempre será nuestra Reina y Señora de la canción criolla.

El Maestro había fallecido el 13 de mayo de 1936. Al poco tiempo, Pedro Espinel, compadre y amigo, organizó un homenaje póstumo en el Teatro Segura, evento al cual Jesús Vásquez fue invitada e interpretó “El Plebeyo”; fue tanta la emoción despertada en la audiencia que sería obligada a repetirla tres veces. De allí en adelante su repertorio de canciones estarían marcadas por las composiciones de Pinglo: “Espejo de mi vida”, “Llegó el invierno”, “Mendicidad”, “Rosa Luz”, “La oración del labriego”, “Hermelinda”, entre otras. Todas ellas ejecutadas de manera magistral, convirtiéndose así en una de las mejores intérpretes de nuestro Bardo Inmortal al empatizar con ese sentimiento social y humano contenido en las letras de sus canciones. En una entrevista reseñada en ‘Antología de la Música Peruana’, responde lo siguiente: “al entonar sus composiciones me dedico a pensar en lo que encierran sus letras y el mensaje de ellas me estremecen; por eso creo que también al pueblo le ocurre lo mismo, porque cuando yo canto sus temas, los presentes me observan, se quedan en silencio y escuchan tranquilamente, pensando también en el contenido de las letras”.

Otra vinculación con Pinglo guarda relación con su primera aparición cinematográfica en el “Gallo de mi galpón” (1938). Pero más importante incluso, sería el rótulo que la acompañó toda la vida, el de ‘Reina y Señora de la Canción Criolla’, obtenido en 1939 durante un concurso organizado por Aurelio Collantes, “La voz de la tradición”, en el Teatro Apolo de los Barrios Altos y que fuera auspiciado por “La Lira limeña”, un famoso cancionero criollo. En dicha ocasión, ocupó el primer lugar con los valses La oración del labriego y El Plebeyo; así, el título obtenido a tan temprana edad la fue convirtiendo en una leyenda de la música popular.

Adicionalmente, debemos mencionar una cuestión trascendental en esta relación entre un compositor y una intérprete: el Bardo y la Reina nunca se conocieron de manera personal, sino a través de la música. La obra de Felipe Pinglo se pondría de moda recién a finales de 1940 y ello gracias a la consolidación de la radio; sin embargo, intérpretes como Jesús Vásquez supieron hacer justicia a su obra y contribuyeron a su difusión. No sólo fue la mejor cantante de los temas de Pinglo, sino la más grande cancionista criolla que hemos tenido, imprimiendo personalidad y sentimiento en los diferentes géneros musicales que supo interpretar.

Todos vuelven a la tierra en que nacieron…

Vals del poeta y periodista César Miró, como él mismo lo afirmara: “es una canción nostálgica y en sus palabras se hace alusión al silencio que nos permite recordar el amor y el retorno a los lugares donde fuimos felices. Jesús Vásquez estrenó esta canción, y en su voz y en su manera de decir extraordinaria, está viva toda una época de lo que llamamos la canción criolla. Yo siempre le agradeceré haberla llevado en las manos del aire por todos los rincones queridos de mi tierra”. Pero no solo la hizo popular en el Perú, sino en el mundo, toda vez que se convirtió en un himno de amor a la tierra para los miles de peruanos que migraron al exterior.

Recuerdo haber escuchado a su creador en un programa de radio explicar sobre el origen de este vals: la letra la había compuesto durante su estadía en los Estados Unidos para un proyecto cinematográfico sobre gitanos, el cual nunca se llegó a concretar; no obstante, la letra ya estaba completa y a su retorno a Lima, le insertó la música a ritmo de vals. Es por ello que no tiene referencias o imágenes del Perú, tornándola entonces más universal y abierta a nuevas recreaciones, aunque ciertamente es la melodía la que finalmente nos engancha. En todo caso, es una letra que nos habla de la añoranza y el recuerdo entrañable a la tierra, a aquel lugar donde alguna vez fuimos felices. La voz sincera y dulce de Jesús Vásquez permite recrear y expandir dicho efecto.

El vals Corazón

Reír, ¡quién habla de reír!

si en la vida todo es solo sufrir, solo llorar.

Creer en la felicidad,

solo es un sueño loco, imposible realidad.

Con estos versos se inicia el vals Corazón del genial pianista y compositor, Lorenzo Humberto Sotomayor. Es sin lugar a dudas uno de los más bellos de nuestro cancionero, estrenado por Jesús Vásquez en 1945 con el acompañamiento de su creador en el piano. Una composición en la cual vertió todo su caudal interpretativo, capaz de enternecer a cualquiera. En una entrevista brindada al guitarrista Renzo Gil durante el programa radial “Pentagrama criollo”, el hijo de Sotomayor relató cómo surgió de pura casualidad esta composición: su madre se hallaba hospitalizada por un fibroma en el útero, lo cual en aquella época era como un cáncer terminal. Su padre, muy preocupado en un café al que acostumbrada ir cerca al Teatro Segura, se encontró con un amigo, Pepe Melero, quien al notarlo con esa expresión le dijo: “¿Lorenzo qué te pasa?” Y tras contarle el problema de su esposa, aquel le respondió: “Pero Lorenzo, la vida sigue para adelante, hay que reír”; y ante ello, Lorenzo inquirió: “reír, quién habla de reír…” y fue así como brotaron los versos de este poema dedicado al amor.

Un vals que Jesús Vásquez interpretó durante el reconocimiento que le hiciera la Organización de Estados Americanos en Washington (junio de 1987). Una ocasión en la que, junto a Luis Abanto Morales, Augusto Polo Campos, Óscar Avilés y Arturo Zambo Cavero, fueron declarados como parte del “Patrimonio Musical de América”.

Un vals y un recuerdo

“Siempre es mi grande deseo que cuando oigan mis canciones, retomen para ustedes el recuerdo de las horas más felices de la vida”.

Con estas palabras se expresaba Jesús en la introducción de un álbum recopilatorio, un punto en medio de una vida artística muy fecunda, atestiguada por aproximadamente 60 LPs y un número similar de discos de carbón, además de su participación en varias producciones cinematográficos y ni qué decir de los miles de reconocimientos recibidos en vida. Ha sido parte de “Las seis Grandes de la Canción Criolla”, junto con Alicia Lizárraga, Eloísa Angulo, Delia Vallejos, Esther Granados y Teresita Velásquez. Fue la penúltima de este grupo en partir y con su fallecimiento acaecido el 3 de abril del 2010, se fue cerrando un ciclo de la llamada ‘edad de oro’ del criollismo, aquella etapa en que este género se consolidó a nivel nacional.

Su vida y obra han jugado un rol crucial en ese sentido, pero igualmente en la construcción de un sentimiento e imaginario nacional tan necesarios en una sociedad golpeada como la nuestra. Su natalicio coincide con la próxima celebración del Bicentenario, motivo por el cual, no basta con recordarla a través de las canciones grabadas en cientos de discos, sino en sintonizar con aquel ideal que ella siempre quiso imprimir en cada interpretación. Cada canción debe servir para confirmar ese amor hacia lo nuestro, no de manera superficial o como mera pose, sino como un símbolo enraizado a nuestros propios sentimientos, y así, contribuir a la generación de un imaginario popular y nacional. Forjar esos vínculos en un país de encuentros y desencuentros no es nada fáciles, pero ella lo consiguió… y por ende, siempre será nuestra Reina y Señora de la canción criolla.

Sobre el autor o autora

José Luis Franco-Meléndez
Egresado de la maestría en historia por la Pontificia Universidad Católica del Perú e integrante del colectivo ciudadano Salvemos Lima. Actualmente se desempeña como coordinador del Servicio de Ciudadanía Global y forma parte del Equipo de Teología del Instituto Bartolomé de Las Casas.

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